The Sweet Hereafter…

En una escena de la fabulosa «El Club de los Poetas Muertos», el profesor Keating (Robin Williams) lleva a sus alumnos a una sala en la que se muestran fotografías de viejas promociones de alumnos de aquel elitista colegio.

«Ellos no son muy diferentes de vosotros. Los mismos cortes de pelo. Llenos de hormonas, como vosotros. Invencibles, tal y como vosotros os sentís. El mundo es su dominio. Creen que están destinados para hacer grandes cosas, como muchos de vosotros, los ojos ilusionados, como vosotros. ¿Acaso creéis que esperaron hasta que fuese demasiado tarde para hacer de sus vidas aquello de lo que eran capaces? Porque, como pueden ver caballeros, estos chicos ahora fertilizan narcisos. Pero si podéis acercaros lo suficientemente cerca, podréis escuchar cómo susurran sus legados a vuestros oídos. Escuchad, ¿podéis hacerlo? Carpe… ¿Lo escucháis? Carpe… Carpe Diem. Tomad los días y bebedlos. Haced de vuestras vidas algo extraordinario»

El mundo está repleto de juguetes rotos y el mundo del cine sobresale por derecho propio en el páramo sembrado de sueños a medio cumplir.

Macaulay Culkin

Génesis

De niño era tan mono que todo el mundo deseaba tener un hijo como él, pasando por alto la maldad que insinuaba su mirada turbia y que tan sólo fue explotada por el cine en una ocasión («El Buen Hijo»). Su leyenda se inició con «Solos con nuestro tío» y se apuntaló con las dos partes de «Solo en Casa» protagonizadas por él. Su gesto, llevandose las manos a las mejillas con los ojos muy grandes, se convirtió en un icono de la época.

Desparrame

Su amistad con ese niño grande llamado Michael Jackson le trajo más problemas que satisfacciones. Extraña relación, aquella, de la que Mac nunca ha querido hablar. Si bien sus problemas nacen gracias a un padre avaricioso que encontró en su vástago la solución a sus problemas financieros. Resuelto a su favor (vía tribunales) el litigio contra sus padres, su debacle continuó al alargarse su rostro, cambiarle la voz y aparecer algo parecido a un bigote sobre sus labios. Desde 1993 hasta 2004 no rodó una sóla película, pero no faltaron las fiestas salvajes en su apartamento de Nueva York en las que era capaz de gastar ingentes sumas de dinero contratando strippers y poniéndose hasta las cejas de toda droga conocida. Varias multas y advertencias de la policía después, finalmente fue fichado en Oklahoma por posesión de marihuana.

¿Y ahora?

Casado con la actriz Rachel Miner antes de cumplir los veinte años (deprisa, deprisa), su divorció, poco después, no sorprendió a nadie. Se convirtió entonces en un rostro popular dentro del cine indie más pasado de tuerca. Ahora sobrevive gracias a series de televisión y al apoyo incondicional de su novia (Mila Kunis), quien, según él mismo ha confesado, le ha convertido en un hombre. ¿Quién sabe? Puede que algún día también en padre, para hacer realidad la profecía de Alex de la Iglesia en su «Plutón Verbenero»: Macauley Culkin Jr. – Presidente de la Tierra.

Lindsay Lohan

Génesis

Ella y sus pecas, debutaron en el cine con el notable remake «Tú a Londres y yo a California», atreviéndose a emular a la mismísma (y hoy día olvidada) Hayley Mills. Salió tan bien parada de aquello que las películas que le siguieron la encumbraron rápidamente como reina del universo teen. Ya adolescente, convertida en la niña pija que Terry Gilliam quisiera tener en sus rodajes, comenzó a labrarse una terrible fama de caprichosa adquirida posiblemente durante su breve amistad con la reina de la nada, Paris Hilton.

Desparrame

No hay una sóla fiesta recordable del nuevo siglo que no cuente con su presencia. No se pierde una, aunque luego deba inyectarse suero en vena para combatir el agotamiento. Sus coqueteos con el alcohol son legendarios hasta el punto de que una conocida marca de vodka quiso añadir una referencia a ella en uno de sus crípticos anuncios de prensa. Al final no ocurrió, pero su aura de chica difícil continuó creciendo. Los ejecutivos de Morgan Creek (productora de su película «Georgia Rule»), la calificaron de irresponsable. Incluso el habitualmente mesurado William H. Macy, perdió su compostura al definirla tras trabajar junto a ella: «Es una gran actriz, pero una persona insoportable. Me dieron ganas de patearle el culo»

¿Y ahora?

Tras trabajar en la película póstuma de Robert Altman, su carrera se haya en un compás de espera que combina proyectos ambiciosos (y fallidos) con presuntos hits destinados a consumarla como estrella. Sin embargo, no deja de ser inquietante que su mayor éxito de los últimos años fuesen sus fotos emulando la desnudez de Marilyn Monroe para la revista New York Magazine.

Edward Furlong

Génesis

Su llegada al mundo de las bambalinas no pudo ser más arrebatador: «Terminator 2: El Juicio Final» de James Cameron. Convertido en un John Connor adolescente, se comió al resto del reparto gracias a un talento y a un carisma pocas veces detectado en un debut anterior. A la película de Cameron le siguieron prometedoras cintas con fondo social («American Heart», «American History X»), almibaradas evocaciones nostálgicas («Now and Then») y alguna incursión en el cine independiente más comercial («Pecker»).

Desparrame

Un carácter extraordinariamente introvertido y rebelde no tardó en alejarle de las grandes producciones primero y de las demás poco después. Por entonces mantenía una apasionada relación con su agente, Jacqueline Louise Domac, varios años mayor que él. Su breve noviazgo con Paris Hilton le sumergió en el infierno de las drogas, el alcohol y los celos incontrolados y justificados, pues la megapija corneó al joven John Connor en varias ocasiones. Una de ellas, con Jared Leto, acabó con Furlong en el hospital debido a una sobredosis. Su caída no se detuvo entonces: Fue detenido por conducir ebrio y sin licencia e incluso asaltó un lujoso restaurante angelino para liberar a las langostas vivas que se exponen ante los clientes.

¿Y ahora?

La multitud de puertas cerradas que encontró en su país terminó por decidirle a dar el salto a Europa. La espantosa experiencia artística le convenció de que tal vez sería mejor sobrevivir rodando series zeta y esperar que el viento sople a su favor. De momento la jugada no le ha salido mal, al menos en lo personal. Se casó con la actriz Rachael Bella en 2006, alcanzado una serenidad impensable años atrás.

Brad Renfro

Génesis

Fue descubierto como inocente testigo en «El Cliente», flojo blockbuster en el que brilló con luz propia pese a ser secundado por Susan Sarandon y Tommy Lee Jones. Su carrera continuó firme, pese a lo blandorro de su filmografía: «Sleepers», «The Cure», «Tom y Huck». En 1998 se redimió con «Verano de Corrupción», excelente película que le enfrentó a un ex-oficial nazi encarnado por Ian McKellen. «Ghost World» fue su última cinta reseñable, pese a que no dejó de rodar compaginandolo con sus estancias entre rejas y sus frecuentes colocones.  La cuenta atrás hacía tiempo que se había iniciado.

Desparrame

Se cuenta que fue su carácter excepcionalmente sensible el que le hizo precipitarse al vacío. En 1998 fue detenido en Knoxville con marihuna y cocaina en sus calcetines. Etílicas juergas más tarde que solían acabar con sus huesos en bancos de parques, Renfro y un amigo fueron detenidos acusados de intentar robar un yate del que olvidaron soltar las amarras.  En diciembre de 2005 fue nuevamente detenido tras intentar comprar cocaina a un policía de paisano. Finalmente, el 15 de enero de 2008 su cuerpo fue hallado sin vida en su casa de Los Angeles víctima de una sobredosis de heroína.

¿Y ahora?

Desgraciadamente, en su caso no queda tela que cortar.

Tatum O’Neal

Es la actriz más joven que ha recibido un Oscar (tenía 10 años cuando lo logró por «Luna de Papel»). Seguramente también sea la actriz que más rápidamente sufrió el olvido. Tres años más tarde de su fulgurante debut, trató (sin éxito) de repetir la jugada en «Nickelodeon», de nuevo junto a su padre Ryan y dirigida por Bogdanovich. Convertida en adolescente no demasiado atractiva pero resultona, protagonizó la estimable «Los Picarones». Después se casó con el tenista John McEnroe y todo fue otra historia…

Desparrame

Al margen de la célebre anécdota sobre su fallida noche de amor con Michael Jackson y de su tormentoso matrimonio con McEnroe, hasta 2004, año en que se publica su autobiografía («A Paper Life»), no se supo que su padre la inició en el mundo de las drogas siendo casi niña y que llegó a invitarla (sin incesto de por medio) a algunas de sus memorables orgias. Su venganza consistió en despotricar contra su padre y sus novias (Farrah Fawcett entre ellas) y en definir a su ex-marido como el mayor imbécil que conoció la humanidad.

¿Y ahora?

A veces se dejar ver en alguna película de «culto» («Basquiat»), aunque es la televisión la que le da de comer mientras prepara una segunda venganza escrita. !!Que tiemble papi¡¡

Haley Joel Osment

Génesis

El niño que veía muertos en «El Sexto Sentido». El encantador niño que sirvió de inspiración a un cínico Kevin Spacey en «Cadena de Favores». El niño robot que lloraba en «A.I.»… ahora convertido en un tipo con cara de ceporro. ¡Qué mala es la pubertad!

Desparrame

Los espejos fueron los responsables de que agarrara una botella por primera vez. Los serios problemas para encontrar trabajo terminaron con su coche estampado contra un buzón de correos del que emergió el actor con una costilla rota y en evidente estado de embriaguez.

¿Y ahora?

En plena fase final de rehabilitación, Osment sobrevive rodando comedietas para teenagers y prestando su voz a multitud de videojuegos. Sigue esperando que cambie su suerte con más ánimo ahora que ha cubierto todos los espejos de su casa…

Ricky Schroder

Génesis

Franco Zeffirelli, quien lo dirigió en «Campeón», dijo que era imposible no quererle. Después rodó un aceptable remake de «El Pequeño Lord» y comenzó un declive imparable auspiciado por su incipiente barba.

Desparrame

En realidad, siempre fue un niño precoz. Se cuenta que William Holden (gran alcohólico) alucinaba al ver cómo un niñato de diez años era capaz de beber tanto o más que él. Según las ofertas iban escaseando, Schroder se recluía más en las barras de bar. Para colmo, su carácter violento le granjeó una sólida fama de tipo difícil. Bastaba con mirarle fugazmente para que se liase a tortas con cualquiera que pasara por allí. Hubo una época en la que resultaba difícil no verle en comisaría con la cara magullada y apestando a alcohol.

¿Y ahora?

Tras muchos años vagando por el submundo de las películas baratas para la televisión, conoció a su esposa Andrea y encontró la paz. Sus apariciones en las prestigiosas «Policías de Nueva York» y «24» han devuelto la sonrisa a su rostro.

Drew Barrymore

Génesis

Debutar a los siete años en «E.T. El Extraterrestre» y conseguir quitar protagonismo al dichoso alienígena tiene un mérito mayor difícil de igual. Y así fue, su carrera comenzó entonces una fulgurante cuesta abajo que no se llenó hasta que publicó su autobiografía («Little Girl Lost») con tan sólo 15 años. Una catarsis.

Desparrame

A los diez años ya cerraba los bares de Los Angeles, capaz de aguantar en la barra más que Robin Williams. Había experimentado con todo tipo de sustancias químicas y su experiencia sexual hacía palidecer a la de las chicas de Madame Heidi.

¿Y ahora?

Muy inteligente, supo reconvertirse como actriz y más tarde como productora. No tuvo reparos en mostrar su esplendoroso cuerpo desnudo en Play Boy ni en asegurar que se había reducido el tamaño de sus senos. Tras pasar por fugaz relevo de Meg Ryan como reina de las comedias románticas más babosas del reino, parece haber encaminado sus pasos con tino en proyectos a priori descabellados («Los Ángeles de Charlie»). Y si profesionalmente ha conseguido equilibrarse, su vida privada sigue siendo un desfase. Juergas etílicas, bodas de un par de días, romances lésbicos, novia de Tom Green (esto sí que es fuerte)… ¡Que no pare la fiesta!

Los Coreys

Génesis

Si bien la carrera de Corey Feldman está más engalanada que la de su compadre Corey Haim, no es menos cierto que han coincidido en multitud de títulos. Feldman asomó su físico difícil en «Gremlins», «Los Goonies», «Cuenta Conmigo» o «Jóvenes Ocultos», mientras Haim lo hacía en las menos glamurosas «Admiradora Secreta» o «Papá Cadillac».

Desparrame

Sus fiestas sin fin son legendarias. Desde las gincanas escatológicas por las discotecas de moda hasta las fiestas de mamadas siguiendo el orden alfabético de las chicas. Haim se lleva la palma, en cualquier caso. Los médicos que han examinado su historial no dan crédito a que un politoxicómano como él siga con vida. No son ya los litros y litros de cerveza que consumía en pleno rodaje, sino las 85 tabletas de valium diarias que llegó a consumir según confesión propia. Por no hablar de sus tonteos con la cocaina y el crack, o sus camisas siempre llenas de sangre caracteristicas de la época en la que agujereaba sus brazos con heroína.

¿Y ahora?

Hace tiempo que Feldman estabilizó su vida gracias al amor y a la paternidad. De hecho, las quince curas de desintoxicación a las que se sometió Haim no tuvieron tanto efecto como ver a su colega feliz sin recurrir al polvo blanco. Ambos sobreviven rodando películas destinadas al mercado del vídeo y casposas producciones de escaso calado. No está mal para dos tipos que todos apostaban morirían en los noventa.

Bobby Driscoll

Génesis

Probablemente sea el niño prodigio que más dinero generó para su estudio. Sus películas, primero para la Metro y después para la Disney, fueron éxitos taquilleros hasta en tres ocasiones. «Canción del Sur», por ejemplo, fue estrenada en 1946 y reestrenada en 1956 y 1972, consiguiendo en las últimas fechas mayores recaudaciones que la ya formidable del estreno. Probablemente su mejor película sea «La Ventana», estimable thriller policiaco que ahonda en el terror que inspiran los adultos en los niños.

Desparrame

Cuando la cara se le llenó de granos y alcanzó la adolescencia, Driscoll dejó de ser un niño encantador para convertirse en un ser arisco y contestatario. Los papeles empezaron a escasear entonces y Bobby contestó a la adversidad a su manera: a golpes. Se casó a los 19 años con Marilyn Brush, quien le abandonaría años más tarde alegando que no era el mismo hombre con el que se había casado. No lo era, desde luego. En 1959 fue arrestado por presentar marcas de pinchazos en sus brazos y encontrarle una «importante provisión de narcóticos» (heroína). Al año siguiente, completamente ido, fue de nuevo arrestado bajo la acusación de agresión con arma mortal. Al parecer golpeó a un tipo con una pistola en lo que él definió como «se lanzó varias veces contra mi arma». En 1961 fue arrestado por atracar una clínica de animales, por falsificar un cheque y por varios delitos relacionados con las drogas. Poco antes de ingresar en la cárcel de Chino, declaró: «Lo tenía todo… ganaba 50.000 dólares al año, me daban trabajo y buenos papeles. Entonces empecé a emplear todo mi tiempo libre en pincharme. Tenía 17 años.» Al salir de la cárcel era un despojo humano. Solo, sin nadie que le echase una mano, se abandonó viajando de un lado a otro hasta que en 1968 su cuerpo sin vida fue encontrado por dos niños que jugaban en un piso abandonado.

¿Y ahora?

Ahora nada.

Y fin.

Con un mapa por Callao…

Los que me conocen saben lo terriblemente despistado que soy. Podría perderme en una pecera. Soy como el hermano torpe (Ed Begley Jr.) de William Hurt en «El Turista Accidental». Un tipo que necesitaba acompañarse de un mapa para ir a comprar el pan.

Aquel día, ella, con su voz de muñeca, me llamó por teléfono…

¿Te parece bien que quedemos en la puerta de la Fnac (Callao) en lugar de en la boca del metro?

Claro que me parece bien, contesté.

Pero fue una odisea porque me confundí de línea de metro y debí volver hasta Sol para ir caminando hasta donde ella me esperaba. La escena final es difícil de dibujar: La Fnac detrás de mí, a unos cinco metros, ella a mi izquierda, a no más de diez y un policía enfrente. Por supuesto sólo vi al policía al que pregunté: ¿Sabes dónde está la Fnac?

Sus risas, las de ella que lo presenció todo, aparecen con frecuencia por las noches.

Callao y Nena Daconte son para ella. En realidad, todo cuanto hago, digo y escribo es para ella.

Marta viste ojos verdes y un sol marcado en la cabeza. Con su descapotado blanco recorre la ciudad. Crecen flores por donde ella pisa, es la reina del local.

Le gustaba volar, le gustaba jugar, desconectarse de tí. Hace tiempo que voló, sin despedirse de mí.

Pero Marta ya no dice nada, porque no hay nada más que pueda decir. Se llevó mis pinturas de colores, me dejó plantada en éste mundo raro.(bis)

Marta, por Madrid, un duende con mirada triste; un espejo para la soledad que siempre va detrás de ella. Nunca cumplirá los 50 y no quieres descubrir, que de todas formas, le costaba seguir.

Le gustaba volar, le gustaba jugar

Pero Marta ya no dice nada, porque no hay nada más que pueda decir. Se llevó mis pinturas de colores, me dejó plantada en éste mundo raro.(bis)

Pero Marta ya no dice nada, porque no hay nada más que pueda decir. Se llevó mis pinturas de colores, me dejó plantada en éste mundo raro.

Marta o Marta,Martaaa,Martaaa

Diablogo…

Sam: ¿Por qué le pediste matrimonio a la camarera?

Henry: Era amable conmigo.

Sam: La gente no se casa porque alguien sea amable con ellos.

Henry: Lo sé, pero me gustaba cómo se movía. Su forma de servir el café, con una sonrisa en los labios. Su modo de hablar conmigo. La sensación de que nuestros dedos se rozasen accidentalmente.

Sam: Es su trabajo.

Henry: Me enamoré de ella.

Sam: No tiene sentido, Henry.

Henry: ¿Tiene sentido amar?

Tránsito (2005)

Galería de Humillados…

Es frecuente que el humillado, lejos del aura de dignidad que el tópico le otorga, se autoflagele con tanta o más saña de la que nadie podría emplear con él. Es lo que nadie ve cuando las puertas se cierran. El cine ha tratado el asunto tanto con dignidad como con ligereza. Si bien, casi siempre el patetismo de los personajes es lo que suele quedar a flote.

Aquí dejo una pequeña galería de humillados de cine.

M.A.S.H.Mayor Margareth «Morritos Calientes» O’Houlihan

Altiva y envarada, la jefa de enfermeras O’Houlihan era odiada por la mayoría de sus compañeros. Además resultó ser extremadamente bonita, de modo que todos estuvieron de acuerdo en que el mejor modo de vengarse de ella consistía en mostrarla desnuda a ojos del campamento. Hasta la guerra tiene momentos dulces.

Rompiendo las Olas – Bess

Bess era tan tímida y hermética que el hecho de que hablase con Dios en la iglesia de su puritano pueblo era la prueba que la convertía en nada funcional retrasada. Un día apareció por allí Jan, obrero en una plataforma petrolifera cercana, que se enamoró de ella y le mostró que el teléfono de la cabina del pueblo también podía ser utilizado por ella. Su pasión por Jan, terminó conduciendo a Bess en los más hondos pozos de humillación imaginables para ambos. Cosa del amor loco.

La Lista de Schindler – Prisioneros judíos

Habría que determinar si el Holocausto que nunca ocurrió, según revisionistas y bobos en general, fue más humillante que negar su existencia. Lo cierto es que Steven Spielberg alcanzó una de sus más altas cimas mostrando el sometimiento de maestras, contables, comerciantes, albañiles, etc… ante la fuerza de las bayonetas y las duchas de gas. Han pasado quince años pero el nudo en el estómago continua.

Lunas de Hiel – Fiona y Nigel

El aparentemente sólido matrimonio formado por Fiona y Nigel se fue a pique una nochevieja a bordo de un crucero. Cruzaron su camino con el de Mimi y Oscar, pareja autodestructiva que no estaba dispuesta a terminar su actuación sin público. L’amour fou en su vertiente más extrema.

Cowboy de Medianoche – Ratso y Joe

Los sueños que atraen las luces de la gran ciudad suelen acabar estampados en el suelo o en un autobús rumbo a Florida. Joe era un paleto cuya gran inocencia nunca jugó a su favor. Ratso un buscavidas cojo que hurgaba en las cabinas en busca de alguna moneda olvidada. Joe tenía a su favor un físico deslumbrante que llenó su estómago cuando las maduras damas neoyorkinas le ofrecieron billetes por su atención temporal. Ratso no tenía ni eso. Dos perdedores a los que les faltó gasolina para llegar hasta el sol.

Los Santos Inocentes Azarías

Andalucía y Extremadura no eran un buen lugar para ser retrasado en los años cuarenta, cincuenta y sesenta. En sus pueblos perdidos todavía se referían al dueño del cortijo como el amo. ¿El amo de qué? ¿De la vida de un retrasado que se orinaba en las manos para evitar que se agrietaran y que sentía adoración por una milana? Brutal exploración del lado más sórdido de la misera humana.

La Chaqueta Metálica – Recluta Bufón

Siguiendo la estela de la brillante escena de «Forrest Gump» en la que Forrest es calificado como el mejor jodido soldado que he tenido a mis ordenes por su sargento instructor, el recluta bufón pasó de ser un patoso don nadie a una máquina de matar merced a las atenciones de un instructor sin alma. Y así debía ser, porque la guerra no tiene alma ni es lugar para almas sensibles. La paz se alcanza a través de la locura… ¿o es el infierno lo que se alcanza? El rostro del personaje lo dice todo.

Eyes Wide Shut – Dr. Bill Hartford

Cuando vives en un ambiente elitista y superprotegido cuyos límites ignoras, lo mejor es no pronunciar la palabra Fidelio a la puerta de una apartada y lujosa villa. El Dr. Hartford, cuyo matrimonio se hundía, quiso experimentar recorriendo vías oscuras donde era insultado por bandas callejeras, visitando a prostitutas adolescentes y descubriendo desmadradas orgías destinadas a personas de «otro nivel». El humo de la marihuana tiene la facultad de ocultar los problemas… hasta que se disipa.

Danzad, danzad, malditos – Gloria y Robert

Si para muchos una vida humana no vale nada, aún valía menos durante la gran depresión. Para lobotomizar a las masas y cubrir su ansia de morbo radiofónico, surgieron como hongos tras la lluvia miles de maratones de baile en los que lo importante no era saber bailar sino saber encajar los golpes. Al final, Gloria se hundió. ¿Acaso no matan a los caballos cuando se rompen una pata?

Cautivo del deseo – Philip

Un estudiante universitario se enamora de una casquivana camarera que no le corresponde. Su entrega absoluta terminará por convertirle en una lustrosa muesca más para su objeto de deseo. La vertiente elegante de la que viene ahora…

Diario Íntimo de Adèle H. – Adèle

El teniente Pinson le dijo una vez que la quería y que no podría vivir sin ella, pero era mentira. Fue Adèle quien le siguió a cualquier lugar, quien durmió a su puerta bajo la lluvia, quien le llegó a ofrecer mujeres para saciar su sed de otros cuerpos y dinero para cubrir sus deudas de juego. Su locura de amor llegó al extremo de renegar de su familia (era hija de Victor Hugo) con tal de estar cerca de él. No hay topes ni hay reflejos.

Stella Dallas – Stella

No hay amor más intenso que el de una madre por su hija. Si es necesario sacrificarse por enviarla a la universidad, lo hará y si ella se enamora de un rico heredero que se avergüenza de la familia de su novia, desaparecerá para observar la fiesta a través de una ventana. El sacrificio es invisible.

El Ángel Azul – Profesor Rath

El viejo profesor Rath, maduro más allá de la cincuentena con nula experiencia con las mujeres, se enamora locamente de Lola-Lola, cantante de cabaret, durante una visita de «estudios» junto a sus alumnos. Una vez casados, la actitud de la cabaretera se tornará en dictatorial, provocando las continuas renuncias de su rendido marido. Completamente humillado, con el vacío por alma, Rath terminará siendo objeto de burla de los antes burlados. La ausencia de corazón se da con más frecuencia de la debida.

Y es todo.

Del espacio intercostal…

En dos días y medio se pueden aprender muchas cosas y olvidar muchas otras.

Se pueden olvidar días sin manos a las que asirse y el sonido de palabras cuya entrada en tus oídos tus manos no consiguieron taponar.

Se puede aprender que las sandalías muerden y me muerden, que la luna es azul y se esconde de izquierda a derecha, que hay un lugar en el que puedes disfrazarte de click de famobil sin morir de vergüenza, que las noches sin dormir se pueden llenar con los movimientos de su pecho al tomar y devolver el aire a su lugar, que la risa entrecortada se puede dibujar, que las noches de jueves no son sábados noche aunque podrían pasar por una noche de viernes resacosa, que a veces los hechos consumados están por armar.

Y hoy, sin ella, la ciudad está vacía.

I have walked
A thousand miles
I have worked
As fast as I can
And I have raised
A precious child
To be a man

But I would never
Turn my back
On your love

And I have gone
Up and down
Yeah I have wandered
From place to place
And I have raised my weary hand
To my face

But I would never
Turn my back
On your love

Is there anybody there who knows me?
Is there any body there who knows now?
That I will be home soon

And I would never
Turn my back
On your love

When the sun is going down
And there are colours
Against the sky
I have seen my home town
In your eyes

But I would never
Turn my back
Yeah I have learned
To face the fact
No I would never
Turn my back
On your love

Hey yeah yeah
Hey yeah yeah

I would never
Turn my back
On your love

I Would Never – The Blue Nile

Jaculatorias…

CONFESIÓN

Esperando la muerte
Como un gato
Que va a saltar sobre
La cama

Me da tanta pena
Mi mujer

Ella verá este
Cuerpo
Blanco
Rígido
Lo zarandeará una vez y luego
Quizás
Otra.

«!Hank!»

Hank no
Responderá.

No es mi muerte lo que
Me preocupa, es mi mujer
Que se quedará con este
Montón de
Nada.

Quiero que
Sepa
Sin embargo
Que todas las noches
Que he dormido a su lado

Incluso las discusiones
Más inútiles
Siempre fueron
Algo espléndido

Y esas difíciles
Palabras
Que siempre temí
Decir
Pueden decirse
Ahora:

Te amo.

Charles Bukowski

La bola de nieve…

Famosa es la historia en la que un actor de teatro cae sobre las tablas sin consecuencias y en la última fila del teatro reciben la información de que se ha roto una pierna. Internet ha convertido los bulos en verdades recogidas por periódicos y televisiones, haciendo buena aquella sentencia del ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels: «Si repites una mentira durante un largo periodo de tiempo, terminará por convertirse en verdad».

Y es curioso que una anécdota cierta, la tremenda merluza que se agarró Billy Wilder la noche de los Oscar de 1960, haya derivado en un bulo mayúsculo que se da por cierto en periódicos, televisiones y revistas de cine.

Resulta que el cuatro de abril de 1960, noche de entrega de los Oscar, una película de Billy Wilder («Con Faldas y a lo Loco») optaba a seis categorías, incluyendo tres de los premios gordos: Dirección, guión adaptado y actor principal. Wilder renunció a acudir a la ceremonia y decidió seguirla por televisión en casa de su amigo (y también director) Charles Vidor. A pesar de que las apuestas daban por seguro ganador a «Ben-Hur» en casi todas las categorías, Wilder estaba tan seguro de que su película ganaría algún premio que apostó con Vidor que se serviría un martini cada vez que la película de Willian Wyler ganara un premio. Al final de la velada, la borrachera de Wilder era antólogica. Aun así, cumplió con su palabra y pudo beber su onceava copa cuando «Ben-Hur» fue premiada como mejor película del año justo antes de caer redondo en el suelo. Esta historia la contó Hellmuth Karasek en su libro «Nadie es Perfecto». En aquel momento no podía imaginar que la rumorología terminaría endosando aquella cogorza a Jack Lemmon en nada privadas circunstancias.

Basta con escribir en Google la línea de búsqueda: Jack Lemmon borracho, para que aparezcan ante nuestro ojos docenas de enlaces que afirman que el actor se presentó completamente borracho en la ceremonia de los Oscar de 1973, cuando fue galardonado con el premio al mejor actor por «Salvad al Tigre». Es más, se afirma que debió ser ayudado por dos personas para subir al escenario y que su discurso fue tambaleante e inconexo. De esta estupidez se han hecho eco incluso en periódicos digitales como El País a la hora de exponer el anecdotario del tío Oscar a lo largo de 81 años.

Y todo es en realidad tan fácil como consultar en Youtube

243 minutos…

Y esto es para ella…

Viernes 23 de agosto

Le quise dar una sorpresa. Me puse a esperarla a una cuadra de la oficina. A las siete y cinco la vi acercarse. Pero venía con Robledo. No sé qué le diría Robledo; lo cierto es que ella se reía sin trabas, realmente divertida. ¿Desde cuándo Robledo es tan gracioso? Me metí en un café, los dejé pasar y después empecé a caminar a unos treinta pasos detrás de ellos. Al llegar a Andes se despidieron. Ella dobló hacia San José. Iba al apartamento, claro. Yo entré en un cafecito bastante mugriento, donde me sirvieron un cortado en un pocillo que aún tenía pintura de labios. No lo tomé, pero tampoco le reclamé al mozo. Estaba agitado, nervioso, intranquilo. Sobre todo, fastidiado conmigo mismo. Avellaneda riéndose con Robledo. ¿Qué había de malo en eso? Avellaneda en una simple relación humana, no meramente oficinesca, con un tipo que no era yo. Avellaneda lejos de mí, Avellaneda viviendo por su cuenta. Claro que no había nada malo en todo eso. Pero la horrible sensación proviene quizá de que ésta es la primera vez que entreveo conscientemente la posibilidad de que Avellaneda pueda existir, desenvolverse y reír, sin que mi amparo (no digamos mi amor) resulte imprescindible. Yo sabía que la conversación entre ella y Robledo había sido inocente. O quizás no. Porque Robledo no tiene por qué saber que ella no es libre. Qué idiota, qué cursi, qué convencional me siento al escribir: «Ella no es libre». ¿Libre para qué? Acaso la esencia de mi inquietud sea haber comprobado esto, nada más: que ella puede sentirse muy cómoda con gente joven, especialmente con un hombre joven. Y otra cosa: esto que vi no es nada, pero en cambio no es mucho lo que entreví, y lo que entreví es el riesgo de perderlo todo. Robledo no interesa. En el fondo, es un frívolo que jamás llegaría a interesarle. Salvo que yo no la conozca en absoluto. Bueno, ¿la conoceré? Robledo no interesa. Pero ¿y los otros, todos los otros del mundo? Si un hombre joven la hace reír, ¿cuántos otros pueden enamorarla? Si ella me pierde un día (su única enemiga puede ser la muerte, la maliciosa muerte que nos tiene fichados), ella tendría su vida entera, tendría el tiempo en sus manos, tendría su corazón, que siempre será nuevo, generoso, esplendido. Pero si yo la pierdo un día (mi único enemigo es el Hombre, el Hombre que está en todas las esquinas del mundo, el Hombre que es joven y fuerte y que promete) perdería con ella la última oportunidad de vivir, el último respiro del tiempo, porque si bien mi corazón se siente ahora generoso, alegre, renovado, sin ella volvería a ser un corazón definitivamente envejecido.

[…] Creo que me temblaba la mano cuando hice girar la llave de la cerradura. ‘¿Cómo llegaste tan tarde?’, gritó desde la cocina. ‘Estaba esperandote para contarte la última locura de Robledo, ¡qué tipo! Hacía años que no me reía tanto’. Y apareció en el living con su delantal, su pollera verde, su buzo negro, sus ojos limpios, cálidos, sinceros. Ella no podrá saber nunca de que me estaba salvando con esas palabras. La atraje hacia mí y mientras la abrazaba, mientras aspiraba el olor tiernamente animal de sus hombros a través del otro olor universalmente de lana, sentí que el mundo empezaba de nuevo a girar, sentí que podía relegar otra vez a un futuro lejano, todavía innominado, esa amenaza concreta que se había llamado Avellaneda y los Otros. ‘Avellaneda y yo’, dije, despacito.

El siete de agosto de 2006, Amaya (ex-desconvencida), escribió sobre una novela de Mario Benedetti que no había leído, «La Tregua». Mi comentario a su posteo fue torpe e idiota, pero recordé, en marzo de 2008, aquella novela que ella aseguraba especial. La rapté de una biblioteca «oculta» y la leí entre marzo y abril de 2008. Y no fue hasta diciembre de ese mismo año que pude agradecerle, de un modo material, el haber llenado mi vida de lágrimas dulces durante un periodo repleto amargura. Luego apareció ella y me contó y me dio y salvó una vida que no vale nada.

Los milagros ocurren dos veces en ocasiones, ahora lo sé. Y es para ella, chica pamplonesa, que me hablaste largamente de este fragmeto una noche junio, para quien va dedicado este posteo.