Al bajar los brazos…

«Siempre acaba así, con la muerte. Pero antes ha estado la vida escondida bajo el «bla, bla, bla». Todo está sedimentado bajo la cháchara y el ruido. El silencio y el sentimiento. La emoción y el miedo. Los escuálidos, inconstantes destellos de belleza. Y también, la sordidez desgraciada y la humanidad miserable. Todo sepultado bajo el manto de la molestia de estar en el mundo. Lo que hay más allá de eso es otro lugar. Yo no me intereso por otros lugares. Por lo tanto, que comience esta novela. En el fondo solo es un truco. Sí, solo es un truco».

La Gran Belleza (2013). Paolo Sorrentino.

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Empedrado con Losas Amarillas…

Mis últimos y tumultuosos seis meses congelados. No tengo el dedo azul, pero aspiro a contar historias y dejar filtrar estados de ánimo a través de mis fotografías. Supongo que el motivo por el que fotografío compulsivamente la ciudad de Donosti y a la gente de espaldas es una cuestión freudiana. Quince postales de grietas cerradas y algunas paredes por tirar. Es todo lo que queda de docenas de viajes, de ciudades conocidas sin bajar del autobús y de manecillas de reloj que detuvieron su andar para retomarlo al ritmo del parpadeo de sus ojos. Y las palmas de las manos boca arriba, abiertas, esperando que el tiempo de cosechar llegue pronto.

Nadie puede saltar charcos eternamente, aunque siempre quede lugar para la duda…

Tuve un profesor de ética que nos repetía en cada clase: «Olvidaos de los que es justo o de lo que creéis justo, porque eso no lo vais a encontrar en el mundo real».  Se supone que un profesor debe estimular las mentes y las almas de sus alumnos para hacerles volar lo más alto que sus alas puedan soportar. Él, sin embargo, se preocupaba de amputar esas alas a sabiendas de que difícilmente las podríamos utilizar en aquel agujero que me resisto a llamar instituto.

Pero hubo quien pretendió negar la lógica y prefirió ensalzar la utopía. Henri Cartier-Bresson, maestro de todo fotógrafo, acuñó el término «el instante decisivo» para definir lo indefinible: las sensaciones fugaces que no podemos ver pero sí sentir. Todo aquello que se escapa al ojo humano y la cámara puede acuñar.

«En la fotografía, lo más pequeño puede convertirse en un gran motivo. Son los pequeños detalles humanos lo que me interesa. El resto no es más que vanidad».

Henri Cartier-Bresson.

El Otro Lado…

Gregory Crewdson cuenta historias abiertas en cada una de sus fotografías. Todas ellas comparten detalles y miradas perdidas en algún lugar no muy cercano. Lo lánguido pocas veces fue tan bello como en sus películas inanimadas de un solo fotograma. Acusado de efectista por muchos, adulado por otros tantos, puede presumir de vender sus libros de fotografía como pocos lo hacen y aún así seguir siendo respetado por los puristas ajenos a la mercadotecnia.

Brazos caidos, actitudes rendidas y fachadas que se vienen abajo cuando nadie mira. Un hermoso juego de espejos, sombras y colores a medio camino entre Edward Hopper y los maestros de la pintura flamenca. Una referencia del oficio que se puede permitir realizar montajes cuasi cinematográficos (estrellas hollywoodienses incluidas) en cada uno de sus trabajos. El tipo que supo extraer la esencia de «Six Feet Under» en un instante congelado. En resumen, un maestro…