En una escena de «El Color Púrpura» Whoopie Goldberg era situada en el escalón más bajo de la sociedad por ser pobre, negra y mujer. Si añadimos a la ecuación el que en la novela original de Alice Walker el personaje de Goldberg es lesbiana tendremos un pleno en materia de prejuicios. Nada genera mayor rechazo que la homosexualidad. El odio religioso o racial es una minucia comparado con el desprecio provocado por la orientación sexual. Pruebas las hay a millones, como ocurrió con el único jugador de fútbol profesional que ha hecho pública su condición sexual, Justin Fashanu. Tras recibir una innumerable cantidad de apoyos después de ser víctima de una burla racial, fue repudiado por todos los que palmearon su espalda (incluido su, también futbolista, hermano John que llegó a declarar que Justin era un paria para él) llevándole al destierro primero, a la depresión más tarde y finalmente al suicidio. Por muchos que sean los avances registrados por el colectivo homosexual, ser gay, hoy día, equivale a ocupar el último escalón de la pirámide.
El mundo del cine, fiel espejo de lo que se cuece ahí fuera, ha oficiado como notario desde sus albores. Frente a las barreras sociales, célebres son los casos de gentes del cine que vivieron su sexualidad de puertas adentro, algo que se trasladó a las películas, en las que se optó por la insinuación y por el guiño cómplice al espectador. De algún modo, siempre se encontró el modo de filtrar mensajes que no pasaron desapercibidos para los avispados e iniciados. Éstos son algunos de ellos…
REBECA (1940)
Para alertar al mundo sobre lo malvadas que pueden ser las lesbianas nació la versión apócrifa de la película de Hitchcock que consistía en atribuir a la malosa ama de llaves (Judith Anderson) un inequívoco tono gayer que sólamente parecía encontrar consuelo haciendo sufrir a Joan Fontaine (hablando de brujas toma dos tazas). Lo que no se quiso ver, también descrito en tono secundario, fue la notable pasión amorosa que el ama de llaves rendía al recuerdo de la malograda Rebeca, antigua reina del castillo. Pasión rendida en grado cinco. Como misógino nada enmascarado, el gordo inglés disfrutó como nunca acentuando la maldad de la lesbiana tanto como la vulnerabilidad de la hetero en un indisimulado juego sexual cercano al sadomasoquismo. Viejo sátiro…
MARRUECOS (1930)
Escandalosa entonces, inocua hoy, «Marruecos» dejaba caer, en la famosa escena en la que Marlene Dietrich aparece vestida de hombre para terminar besando a una mujer, un secreto a voces por todos conocido en Tinseltown: la bisexualidad de la actriz. Dirigida por Josef Von Stemberg, su amante durante muchos años (además de hombre con refinados gustos sexuales al que no le escandalizaban los escarceos de la Dietrich con miembros de su mismo sexo), la película prosiguió la senda de mujer fatal y ambigua trazada para la actriz por «El Ángel Azul» en su etapa alemana. Resultó ser un éxito, pues el público yankee se escandalizó lo suficiente para encumbrar a la actriz ad eternum sin importale quién salía o entraba en su cama.
TOMATES VERDES FRITOS (1991)
Ruth (Mary Louis Parker) tuvo siempre mala suerte con los hombres. Se enamoró siendo adolescente, pero él (dulce, atento, encantador) murió en un accidente. Después se casó con una mala bestia que le dispensaba golpes en lugar de caricias. Al final, desengañada, terminó por enamorarse de Idgie (Mary Stuart Masterson)… o al menos así lo cuenta la novela escrita por Fannie Flagg, porque en la excelente película de Jon Avnet tal circunstancia es obviada en pro de que las mentes de bien le otorgansen una taquilla más generosa. Los prejuicios, siempre los prejuicios. A pesar de ello, Avnet se las apañó para demostrar que esa «amistad especial» entre las dos mujeres traspasaba los umbrales de su habitación. Y todo ello sin quitarles el mandil…
LA REINA CRISTINA DE SUECIA (1933)
Equilibrios se vio obligado a hacer Rouben Mamoulian, el sólido director del biopic sobre la reina rebelde, para enmascarar el archiconocido lesbianismo de la soberana que reinó sobre los suecos mediado el siglo XVII. Los jerifaltes de la Metro no querían ni hablar de la posibilidad de mostrar a su gran estrella del momento (Greta Garbo) como una lesbiana libertina e ilustrada que mantenía amores impuros con su doncella. De modo que se inventaron un amante español (John Gilbert, gran amor frustrado de la Garbo en la vida real) para justificar su renuncia al trono. Todos contentos… o no, pues Mamoulian terminó saliéndose con la suya al mostrar a la reina con actitudes y ropas de hombre durante prácticamente todo el metraje para ilustrar el carácter indómito de la soberana, cosa que pareció satisfacer a los mandamases. Como guinda, Mamoulian filmó un apasionado beso entre la reina y su doncella en una inequívoca escena que sirvió de aviso a navegantes con una luminosidad similar a la del faro que ilustra esta casa.
ESPARTACO (1960)
Pocas dudas caben sobre la idiotez de los censores. Sin embargo, siempre hay alguna lumbrera que sabe ver… o simplemente un aficionado a los tijeretazos paranoico que ve fantasmas atacándole por doquier. Y así fue que la célebre escena del baño entre Craso (Lawrence Olivier) y Antonino (Tony Curtis) fue amputada de la versión hispana en su día, dejándonos con las ganas de saber si a Antonino prefiere ostras, caracoles o ambos. El extraordinario guión del black listed Dalton Trumbo, filtró elocuentes escenas en las que se mostraba la disoluta sexualidad de los senadores romanos, tan brutales e intransigentes en público como dóciles y tiernamente infantiles en la intimidad de sus baños.
TOP GUN (1986)
La quintaesencia del cine gayer moderno recae sobre las frágiles espaldas de esta tontería (elevada por los años y las circunstancias a la categoría de clásico del cine de acción) dirigida por Tony Scott (el hermano tonto de Ridley, sí). Y todo sin que nadie del elenco se diese cuenta de que la auténtica historia de amor que se narra es la de Maverick (Tom Cruise) e Iceman (Val Kilmer). Y como prueba, ahí va el delicioso diálogo de «Duerme Conmigo» en el que Quentin Tarantino desgrana sus teorías sobre la película…
Sid (Tarantino): ¿Quieres subversión a nivel masivo? ¿Sabes cual es el mayor jodido guión jamás escrito en la historia de Hollywood? “Top Gun”
Duane: Oh, vamos…
Sid: “Top Gun” es jodidamente grande. ¿Qué crees que es “Top Gun”? Tú crees que es una historia acerca de un montón de pilotos de combate.
Duane: Es la historia de un montón de pilotos que pasean sus pollas de gallito por todas partes.
Sid: Nooo!!!. Es la historia de la lucha del hombre contra su propia homosexualidad. Es eso. Eso es “Top Gun”. Tú tienes a Maverick, ¿vale? Él es un tío al límite. Está en la jodida línea, ¿vale? Y tienes a Iceman, y a todo su equipo. Ellos son gays, representan al hombre gay, ¿vale? Y ellos le dicen constantemente, ve por el camino gay, ve por el camino gay. Es lo que mola, tío. Él podría ir por ambos caminos, es su dilema.
Duane: ¿Y qué pasa con Kelly McGillis?
Sid: Kelly McGillis, ella representa la heterosexualidad. Ella le dice no no no no no, sigue el camino normal. Cumple con las reglas, ve por el camino normal. Y ellos le están diciendo, ve por el camino gay, toma el camino gay, toma el camino gay… ¿vale? Eso es lo que pasa durante toda la película. Él va a su casa, ¿no? Parece que tendrán sexo. Van a follar, tío. Es lo que pasará. Él se ducha y todo… pero luego no follan. Él se monta en la moto y se larga. Y ella se queda en plan “¿Qué coño ha pasado aquí?” En la siguiente escena, ella aparece en un ascensor, está vestida de hombre. Lleva las gafas de piloto, viste la misma chaqueta que usa Iceman. Ella sabe que esa es la única manera de conseguir a ese tío. Él quiere seguir el camino gay, pues le daré camino gay, me vestiré de hombre para seducirle. Es un subterfugio. Me vestiré como un tío para conseguir aproximarme a él. Pero el auténtico final de la película es cuando luchan contras los MIGs. Porque simboliza su transición hacia el lado gay. Ellos son la jodida fuerza aerea gay, y derrotan a los rusos. Los gays derrotan a los rusos. Y se terminó. Iceman ha seguido intentando conseguir a Maverick para él solo y finalmente lo ha logrado. ¿Y cuál es la jodida última línea de diálogo que tienen juntos? Se abrazan y se besan y son felices el uno con el otro… Entonces Iceman sube sobre Maverick y le dice “Tío, puedes ir a mi cola cuando quieras!”… ¿Y qué crees que responde Maverick? “Tú puedes ir a la mía!!!”…
BEN-HUR (1959)
Ocurrió que en la multipremiada «Ben-Hur» (en una línea similar a lo ocurrido en «Espartaco»), la malévola mente del escritor, guionista y crápula Gore Vidal ideó la posibilidad de trazar una línea de afecto más intensa de lo esbozado en la novela entre Judá Ben-Hur (Charlton Heston) y Messala (Stephen Boyd). Jaleado por el director William Wyler, Vidal advirtió a Stephen Boyd de los sutiles cambios en el guión para que imprimiese en su actuación algo más que rencor y rivalidad. El resultado fue enternecedor. Cada vez que Heston y Boyd ocupan la pantalla, un halo de candidez brota del primero, mientras Boyd no cesa de enviarle lujuriosas miradas. Y a todo esto, Heston ni flowers. Que ni le informaron ni se enteró, vamos. De haberlo sabido, me temo que Johnny habría cogido su fusil quince años antes para ajusticiar al burlón guionista…
PIJAMA PARA DOS (1961)
Todo el mundo en Tinseltown (pero todos todos, hasta el último mono) tenía noticia de la homosexualidad del gran «macho» del star system, Rock Hudson. Dentro del ambiente, raro era quien no hubiese acudido a una de sus desenfrenadas fiestas. Ésto se tradujo con el tiempo en una serie de guiños que poblaron cada película protagonizada por Hudson. De hecho, él participaba encantado en las múltiples bromas que jugueteaban sobre el tema y que, por regla general, terminaban con él embutido en un vestido de mujer. De entre ellas destaca «Pijama para Dos», la segunda de las incursiones en la comedia rosa que protagonizó junto a la edulcorada Doris Day. En esta ocasión no sólo le visten de mujer sino que llegan a embarazarle ante un anonadado señor cincuentero con el que siempre se topa en el ascensor y ante el que luce (siempre por azar, conste) su lado más femenino.
LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC (1958)
Empeñados en velar por nuestra moralidad, los censores hollywoodienses convirtieron al homosexual atormentado Brick (Paul Newman) de la obra teatral escrita por Tennessee Williams en un alcohólico impotente que sentía asco por su ambiciosa y devota esposa (Elizabeth Taylor). Los diálogos se ensortijan en endiablados arabescos para burlar la censura y mostrar que la amistad entre Brick y un compañero de equipo recientemente muerto, iba más allá de la camaradería. Ni la rotunda presencia de la Taylor y sus paseos en ropa interior parecen sacar de su ensimismamiento al protagonista de una película autolastrada que, aun gozosa, pudo y debió ser mejor.
LA CALUMNIA (1962)
Como venganza por un castigo recibido, una rencorosa niña, alumna de un internado, acusa a dos de sus profesoras de mantener una relación impropia. Las consecuencias serán terribles, cebándose en especial en el elemento más débil del binomio (Shirley MacLaine), incapaz de asumir su naturaleza sexual. Certera crítica social a tres bandas enmascarada por los duros tiempos que tocaba vivir. Por un lado se sitúan las víctimas de la incomprensión (MacLaine); por otro, la bienpensante sociedad oficiando como dedo acusador (la niña) y por último aquellos que quería cambiar las cosas (Audrey Hepburn). Parábola en la que hoy día seguimos enfrascados…
RÍO ROJO (1948)
Se cuenta que Howard Hawks, director viril donde los haya, montó en cólera al darse cuenta de que la actuación de Montgomery Cliff en «Río Rojo» era, cuando menos, equívoca. Monty, extremadamente refinado e incisivo, fue el primero en darse cuenta de que la relación de su personaje con uno de sus compañeros cowboys daba a entender mucho más de lo que mostraba y, como gay soterrado, pero militante, se puso manos a la obra para dotar de sutileza a una interpretación calificada por todos como ejemplar. Así cruzaba el río de contento él…
LA SOGA (1948)
Hitch, siempre tan dispuesto a los juegos mentales, asumió la imposición de la Warner de pasar por alto la homosexualidad de los dos protagonistas tal y cómo se mostraba sin tapujos en la obra teatral escrita por Patrick Hamilton. Lo asumió… pero no lo cumplió del todo y se dedicó a mostrar infinidad de detalles que definían a los personajes y dejaban poco lugar a la duda. Tanta ambigüedad sirvió para alimentar aún más y mejor a la obra maestra que Hitchcock filmó en un único y magistral plano-secuencia.
JOHNNY GUITAR (1954)
El icono gay por excelencia tiene un nombre: Joan Crawford. Poseedora de una sexualidad imantada (tanto para hombres como para mujeres), Bette Davis (su eterna némesis) la definió como «la mujer que se había acostado con todas las estrellas de la Metro Goldwyn Mayer, salvo la perra Lassie». Su ausencia de tapujos la llevaron a protagonizar películas de temática lésbica y contenido explícito antes de convertirse en una todopoderosa estrella casada (no muy felizmente) con el presidente de la Pepsi-Cola.
En la obra maestra dirigida por Nicholas Ray, se hace cargo del personaje dominante que carga sobre sus espaldas con el débil Sterling Hayden mientras viste con ropas reservadas a los hombres y pasea con un revolver al cinto. Toda una transgresión para la época que contribuyó a elevarla a los altares gays. Sus rasgos duros (cuasi masculinos) y su fuerte carácter (o mala hostia) en la vida real jugaron en su favor. Si a ello se añade su pelea de gatas perpetua con la Davis y unos hijos adoptivos que la odiaban a muerte, habremos fraguado un mito.
Y fin…