Un Año Más…

Cumpleaños, el día esperado con más ansiedad durante la infancia, e incluso durante la adolescencia, se convierte con el paso del tiempo en una pieza más de lastre que arrastrar. Hay quienes deciden dejar de cumplir años llegados a una determinada cantidad de años. Otros afirman que las mujeres se sienten más afectadas que los hombres cuando deben sumar una cifra a la que ya cargan. Por supuesto no es cierto, y la famosa crisis de los cuarenta (que afecta a los hombres de modo abrumador), días en los que se cambia de coche, de mujer y de vida para demostrarse a uno mismo que aún se es joven, es prueba suficiente de ello. Por experiencia sé que los años no te hacen sabio. Muy al contrario, convierten al individuo en un idiota que oye el tronar de los cañones sin ser consciente de que las balas llueven alrededor de sus pies.

Un año más que Dios sabe qué me deparará. Y como siempre, en el tono canallesco que caracteriza esta sección, abusaré del mundo del cine, megáfono hábilmente utilizado para subrayar toda debilidad, fobia y gloria humana, y así elucubrar sobre aquello que está por llegar. Sí, después de mucho tiempo un qué será, será más. Qué se le va a hacer…

LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC (Richard Brooks, 1958)

Big Daddy Pollit (Burl Ives) cumplía tropecientos años y para celebrarlo se reunió su arribista familia en busca de su porción de pastel ante la previsible próxima muerte del patriarca sureño. Su alienada esposa, un hijo gilipuertas y castrado, padre de una recua de hijos cuellicortos e insoportables, y otro hijo alcohólico y gay, al que la censura convirtió en alcohólico e impotente, formaban el ala sanguínea de su familia. Junto a ellos sus esposas. Una especie de mujer gallinácea del brazo del mayor y una imponente al tiempo que ambiciosa (Elizabeth Taylor) incapaz de despertar la libido del menor. Melodramón apto para ser visionado en verano (por adaptarse a las circunstancias y mitigar el sudor) que sólo pudo ser escrito por Tennessee Williams.

Posibilidad de que ocurra: Pocas. Ni soy alcohólico, ni estoy casado, ni soy gay, ni la censura ni él paso de los días me ha convertido aún en impotente. Pero al tiempo…

THE BIRTHDAY PARTY (William Friedkin, 1968)

Dos tarados irrumpen en la casa de Stanley el día de su cumpleaños y comienzan a trazar juegos mentales absurdos que terminan con la paciencia del anfitrión y más tarde con su libertad. Desconocida e interesante película de Friedkin filmada cuando se creía el rey del mambo.

Posibilidad de que ocurra: Nula. Si dos tarados se atreven a visitarme, pueden apostar a que seran ellos los que acabarán en un frenopático.

MAMÁ CUMPLE CIEN AÑOS (Carlos Saura, 1979)

Con motivo del centenario de la matriarca de una decadente familia burguesa, una amplia gama de toda la miseria humana se reúne en el caserón familiar. Los puñales (metafóricos) no tardarán en aparecer. Todo muy Saura, osease, bergmaniano pero con menos alma, menos pelo y más patillas.

Posibilidad de que ocurra: Ninguna. Ando lejos, lejísimos de los 100 años. De hecho, con seguridad no llegaré a cumplir tal cifra (ni ganas). Por otra parte, mi deliciosa familia (sanguínea y política) prefiere los dardos con punta de goma, que hacen menos daño y provocan carcajadas en lugar de cicatrices.

THE GAME (David Fincher, 1997)

¿Qué se le regala a un hombre que lo tiene todo? Con tan rimbombante frase se promocionó la arrítmica historia de un cumpleañero (Michael Douglas) que recibe el regalo de su vida de manos de su hijoputesco hermano (Sean Penn). Persecuciones de mafiosos uzi en mano, saltos al vacío desde rascacielos, inesperada caída en la pobreza absoluta… con lo fácil que habría sido presentarse en su casa con una caja de bombones. El protagonista se habría ahorrado dos horas de angustia y nosotros cinco eurazos y 120 minutos de nuestra vida que ya no regresarán.

Posibilidad de que ocurra: Muy pocas. ¡¡Quién ose a regalarme algo semejante será borrado de inmediato de mi Facebook!!

CELEBRACIÓN (Thomas Vinterberg y Mogens Rukov)

Una nueva reunión familiar para agasajar al patriarca de la familia (habitualmente burguesa y convenientemente decadente) que terminará en tragedia. En esta ocasión, los abusos sexuales sufridos por los tres hijos del anciano salen a la luz en la ocasión menos propicia (que jode más). Sobresaliente película rodada bajo los auspicios del movimiento Dogma que continúa erizando la piel.

Posibilidad de que ocurra: Ninguna. No tengo esqueletos en el armario. En cambio tengo un pasado soporífero que como comience a largar vaciaría a golpe de bostezo la fiesta sorpresa que sé no recibiré.

EL CUMPLEAÑOS DE LAILA (Rashid Masharawi, 2008)

Un ex-funcionario palestino forzado a trabajar como taxista trata de cumplir con la promesa que hizo a su pequeña hija Laila: volver a casa temprano armado con una tarta y un regalo para celebrar su cumpleaños. Fácil en teoría. Lo que no sabe es que la teoría del absurdo reina en los territorios palestinos ocupados por Israel, y que en aquellas tierra dos más dos jamás suman cuatro. Voluntariosa, interesante y conciliadora película palestina. También más inofensiva e inocente que una pistola de jabón. Le falta en resultados lo que le sobra en intenciones.

Posibilidad de que ocurra: Espero que no demasiadas. Sólo espero a una invitada el día de mi cumpleaños. Si no se presenta ni ella estaré jodido, ¡glups!

DIECISÉIS VELAS (John Hughes, 1984)

Para un adolescente yankee el día de su dieciséis cumpleaños supone un paso sin retorno hacia la madurez. Y todo ello porque al fin pueden ponerse al volante de un automóvil, algo poco menos que el bautismo en la cultura gringa.  Samantha (Molly Ringwald), la cumpleañera, asistía anonadada a los acontecimientos que sucedían a su alrededor los días previos a la fecha mágica. Sus padres ofrecían todas sus atenciones a un tronado estudiante de intercambio japonés y a la inminente boda de la hermana mayor de Samantha. Por otra parte, se había enamorado por primera vez… pero para el chico de sus sueños ella ni siquiera existía. Unos abuelos atípicos y un grupo de amigos con las hormonas en ebullición cerraban el círculo de la desazón de Sam. Todo parecía perdido, pero… Hermosa recreación del fin de la inocencia de ese maestro de la vida en los suburbios que fue John Hughes.

Posibilidad de que ocurra: No desdeñable. Tiendo a ocultarme en tan «señalado día» y tampoco me buscan demasiado, pero…

CUMPLEAÑOS MORTAL (Jack Lee Thompson, 1981)

Tratar de reparar una adolescencia desgraciada regresando al lugar en el que la perfidia se cimentó no es una buena idea. Pero es que entre lagos solitarios en donde bañarse en pelotas, discotecas abandonadas, institutos cerrados durante el estío y parques de atracciones de saldo los adolescentes que pueblan las películas de terror nunca aprenderán. Terror palomitero que merece un vistazo. Y si puede ser que sea en un autocine.

Posibilidad de que ocurra: Escasas. Suelo regresar estos días a los lugares en los que fui infeliz, lo que amenaza con desmoronarme. Pero este año no pienso hacerlo, hala…

OSCURA SEDUCCIÓN (Jez y Tom Butterworth)

John (Ben Chaplin) es un tipo solitario angustiado por encontrar un resquicio de felicidad en su vida que no termina de aparecer, de modo que un día se le ocurrió «encargar» una novia rusa por Internet en espera de mitigar su soledad. Ella llegó el día de su cumpleaños, y él se enamoró perdidamente (normal que era Nicole Kidman). Lo que vino después estaba fuera de guión, pero al menos fue feliz durante un destello de su monótona vida. Tostoncillo británico que aburre más que las sesiones nocturnas de backgamon en solitario de su protagonista.

Posibilidad de que ocurra:  Descartada. Nunca consideré a las personas mercancías. Además, si la Kidman se presenta en mi puerta sin más me olería a chamusquina, que uno es desconfiado…

FELIZ CUMPLEAÑOS, AMOR MÍO (Michael Pressman, 1996)

Un joven viudo, frecuentado por la visión de su desaparecida esposa, parece incapaz de superar su pérdida y de aceptar que la vida sigue. De repente, y porque semejante bodrio digno de una sesión de tarde de Antena 3 así lo exige, verá la luz a pesar de las montañas de azúcar que le rodean, para rehacer su vida y aprender a dejar marchar a los que ya no están. Como dice el refrán: «en peores plazas hemos toreao», pero esta cuesta es muy, muy escarpada.

Posibilidad de que ocurra: Pobres. Yo, si algún día dejo de estar enamorado, entonaría a pleno pulmón el never fall in lo again que escribió Burt Bucharach. Qué puedo decir, nací así…

Nada, ninguna posibilidad se ajusta a mis circunstancias. Otro año igual, en fin…

Insomnia…

Definitivamente, y si no lo hace antes un atropello, el insomnio acabará conmigo. Aparece puntualmente cada cierto tiempo, azuzado por las circunstancias, la preocupación, la angustia, cierta inquietud y los cambios estacionales.  Pero siempre hay alguna causa escondida bajo la alfombra. Para tratar de localizara, echaré mano, una vez más, de mi proscrita sección Qué será, será que bucea en mi subconsciente a través de mi memoria cinéfila. Y la pregunta es: ¿Cómo acabaré si el insomnio no me concede tregua?

Opción «Insomnio» (1997): Acabar desvariando de un lado a otro de la ciudad.

En la insípida película dirigida por Chus Gutiérrez nadie duerme. Demasiada angustia generada por las oportunidades perdidas que da paso a otras que tal vez sean mejores o tal vez no. En cualquier caso, los personajes se patean la ciudad de un lado a otro sin un rumbo fijo, pues el norte hace tiempo que desapareció de sus horizontes.

Posibilidad de que ocurra: Espero que ninguna, aunque nunca se sabe. Con frecuencia, las noches en vela hacen funcionar la cabeza para llevarla hasta direcciones equivocadas.

Opción «Taxi Driver» (1976): Enloquecer, planear cargarte a un político y terminar convertido en un héroe.

Sin futuro, con un presente imposible, pocas opciones le restaban a Travis que no incluyesen a la esquizofrenia en el pack. Por el camino se enamoró de una entusiasta activista con reminiscencias pijiles, que le rechazó por raruno; se hizo taxista para sacar partido de su insomnio y sintió piedad por una niña prostituta, hasta el punto de tratar de libelarla enfrentándose a toda una banda de gangsters de poca monta.

Posibilidad de que ocurra: Escasas. La peripecia suena tentadora, pero el extraordinario guión de Paul Schrader es tan enrevesado e intenso que a estas alturas me produciría una infinita pereza seguir la senda de Travis.

Opción «Insomnia» (2002)

Con un doloroso insomnio a cuestas, provocado por los remordimientos que le atormentaban tras la muerte de su compañero, Alaska en verano (en donde las noches son un leve hilo neblinoso que apenas dura) no era el mejor lugar para que acabase por allí el detective Dormer para investigar el asesinato de una adolescente. Ni tapiando las ventanas consiguió cegar la luz que se colaba por cualquier rendija.

Posibilidad de que ocurra:  Alguna, dada mi querencia por los lugares cubiertos por el hielo. Pero si he de ir, que sea en invierno. Siempre por la vertiente más difícil, ¡¡al estilo alemán!!

Opción «El Club de la Lucha» (1999): Traer el caos al mundo, como si no estuviese aquí desde siempre…

Jack no podía dormir. Las noches se le hacían tan interminables que se aburría de hojear los catálogos de Ikea. Por eso un día decidió ceder a la esquizofrenia para desdoblarse en Tyler Durden. Fundar El Club de la Lucha fue su primer paso. El siguiente, el caos total.

Posibilidad de que ocurra:  Ninguna. Paliar la falta de sueño para darse de hostias sin motivo es cosa de los jugadores de hockey hielo no de alguien que aborrece cualquier tipo de violencia. Mi revolución es silenciosa e íntima. Parafraseando a Groucho: si algún día fundo un club espero que no me admitan en él.

Opción «Cashback» (2006): Ceder a la ensoñación para soportar los días…

A Ben le abandona su novia y comienza a recibir la visita del insomnio. El mundo se ha vuelto del revés para él, de modo que comienza a fantasear para moldearlo tal y cómo le gustaría que fuese. A saber, mujeres esculturales y desnudas que recorren los pasillos del supermercado en el que trabaja  y tipos tan singulares como él mismo, que solo encuentran acomodo arropados por las brumas de la noche, siempre en busca de la belleza que se oculta en todas las cosas.

Posibilidad de que ocurra:  Fantasioso por naturaleza, y muy dado a guarecerme en mundos imaginarios cuando la realidad me acosa, diría que considerables. Solo una objeción, eso de que me deje mi novia ni hablar. Vamos hombre…

Opción «La Pesadilla» (2000): Desvariar hasta enloquecer imaginando realidades posibles…

Es de madrugada. La mujer de Ed ha salido con una amigas y aún no ha vuelto ni ha llamado. Llama a los hospitales. No está allí. La casa comienza a caerse sobre él. Accidentalmente encuentra el diario de su esposa en la que narra con todo detalle que está enamorada de otro hombre. Ed se hunde. Entonces entra en escena la psicosis y los fantasmas se materializan. Pobre Ed, cómo no sufrir insomnio.

Posibilidad de que ocurra: Espero que no demasiadas, pero no tengo ni idea, la verdad. Los fantasmas siempre están ocultos en alguna parte deseando encontrar un hueco por el que filtrarse y todos tenemos nuestros propios demonios contra los que luchar.

Opción «El Maquinista» (2004): Comenzar a sufir delirios, preso del agotamiento provocado por la falta de sueño.

La cosa es que la vida de Trevor era relativamente apacible hasta que el insomnio hizo acto de presencia en ella. Primero comenzó a perder peso y ello acarreó un deterioro físico que, a su vez, terminó por convertirle en un paria. Sus compañeros de trabajo le evitaban, cuando no se burlaban abiertamente de él. Entonces el delirio aumentó, pero ya no era Trevor el que estaba allí.

Posibilidad de que ocurra: Ojalá ninguna, pero no dudo que las posibilidades son variables. Quien no ha sufrido episodios insomnes no imagina lo que se siente al ir desgranando los segundos durante una interminable noche. Hay ocasiones en las que con gusto te entregarías al delirio si ello te garantiza diez minutos de sueño.

Opción «Lost in Translation» (2003): Que el cambio de aires acabe por arrinconar al sueño.

Bob y Charlotte no pueden dormir a causa del jet lag. ¿Cómo combatirlo? Pues con sesiones de karaoke nocturas, charlas íntimas a la sombra de un vaso de whisky en las que exponer su desazón e infinidad de mohínes mustios. Quemar una ciudad en perpetuas llamas como Tokio es siempre una buena opción. Todo es cuestión de encontrar una camiseta y unos zapatos cómodos antes de arrojarse a las calles…

Posibilidades de que ocurra: Ha ocurrido y sigue ocurriendo ocasionalmente. El jodido jet lag tiene multitud de interpretaciones. No es necesario volar al otro lado del mundo para descuadrarte. A veces basta con orientar tus pasos 400 kilómetros hacia el norte para sentir sus efectos sobre ti. Mi nueva ciudad me ha acogido generosamente, pero eso al insomnio no le importa.

Opción «Cuando Llega la Noche» (1995): Salir a las calles de madrugada tratando de soportar las horas de vigilia.

Ed era terriblemente infeliz, y el que a esa circunstancia se le sumó el descubrimiento de que su mujer le era infiel no le ayudó… aparentemente, porque en realidad no fue así. Su carácter pasivo le hizo salir a las calles en lugar de enfrentarse con el amante de su esposa, posiblemente porque en realidad pensaba que le estaba haciendo un favor. Y en un dinner conoció a Diana, quien era perseguida por un grupo de tipos armados. A lo largo de la noche se fueron apareciendo torpes terroritas islámicos, un bon vivant francés envuelto en negocios turbios, un imitador cutre de Elvis, un mafioso con ínfulas que se parecía a Bowie y toda una gama de personajes tronados que lograron lo que parecía imposible: hacer vivir a Ed. Y después de todo eso, cuando el sol volvió a salir, Ed durmió… con Diana a su lado.

Posibilidad de que ocurra: Me gusta pensar que ya ha ocurrido, aunque ningún hampón me ha apuntado con un arma. El insomnio sigue apareciendo, la batalla está en marcha  y los demonios, presiento, se baten en retirada. Que dure…

Los Ausentes…

Cuando abrí mi primer blog, allá por el año 2005,  se convirtió casi de inmediato en una ventana al mundo en una época extremadamente difícil de mi vida. Entre otras muchas cosas, bloguear me permitió interactuar con ambientes cinéfilos que en Suburbia están completamente ausentes. Aprendí y compartí experiencias y momentos que siempre tendré grabados en mi memoria junto a espectros virtuales que pronto se convirtieron en personas. Muchos de ellos desaparecieron por el camino. Otros siempre están. Más adelante, con mi vida completamente emponzoñada, conocí en persona a muchos de los que estaban del otro lado. A media docena de ellos les puedo llamar abiertamente amigos sin ruborizarme, pues lo son. A muchos otros les tengo gran aprecio en la distancia. El submundo bloguero me ha demostrado que el azar  tiene un poder muy superior al que  suponemos. Pruebas de ello tengo para cubrir miles de noches y un libro, presente de un amigo de verdad (desterré hace tiempo, y para siempre, eso del mundo de mentira), que ayer mismo llegó a mis manos desde Valencia. De un modo alambicado, el azar nos convierte a todos en Kevin Bacon in five…

Y toda esta absurda parrafada viene a cuento de que el tiempo (su ausencia) me está comiendo literalmente desde hace meses y en los días que están por llegar amenaza con hacerlo con mayor virulencia. Lo único que  tengo claro es que este lugar se mantendrá en pie, pese a los prolongados silencios que agrietan sus paredes, mientras mis dedos puedan teclear. De modo que tengo la excusa perfecta (memoria cinéfila mediante, como siempre) para recuperar mi vapuleada serie: Qué será será con la pregunta: ¿Qué será de esta choza virtual?

Opción REBECA: Mantener un eterno silencio dejando que mi sombra atormente a todo incauto que se aventure a visitar este lugar.

Posibilidades: Escasas. Ni mis silencios serán eternos ni nadie se perderá por este lugar salvo que sea a través de las alas de Google. Prueba de ello, el contador de visitas de WordPress. Ayer, 23…

Opción MYSTIC RIVER: Hacer apariciones inoportunas, intempestivas e inesperadas para prolongar el sufrimiento de los que quedaron atrás.

Posibilidades: Muy pocas. La esposa de Kevin Bacon en «Mystic River» le atormenta con llamadas telefónicas en las que nunca pronuncia palabra. Y eso, dada mi verborrea, es imposible que se dé…

Opción SUSPENSE: Frecuentar este lugar usurpando cuerpos o identidades ajenas.

Posibilidades: Del todo imposible. El fantasma puñetero de la película dirigida por Jack Clayton utiliza a los niños para hacerse notar (para joder, vamos). Y no, eso no, que lo de enviarme a mí mismo mensajes de aliento haciéndome pasar por otro tiene un aire psicótico del que, para mi desgracia, carezco…


Opción LAURA: Desaparecer y crear cierta alarma para regresar más tarde al grito de ¿qué coño pasa aquí?

Posibilidades: Notables. En la obra maestra de Preminger, Laura (Gene Tierney) desaparece sin más generando enorme desazón entre los que la conocieron. Sin embargo, poco más tarde aparece con aire incrédulo. Dado mi despiste congénito, es más que probable que olvide actualizar durante meses. Y luego es seguro que retomaré la rutina como sí tal cosa. Ya ocurrió antes y no pocas veces (ver mi viejo blog). Nací así, qué le voy a hacer…

Opción EL INVITADO DE INVIERNO: La añoranza de lo que pudo ser y no fue…

Posibilidades: No demasiadas. Del mismo modo que Emma Thompson echa de menos a su ausente marido en la excelente ópera prima de Alan Rickman, en ocasiones echo de menos el que mi viejo blog recibiese seiscientas visitas diarias y fuese clasificado con el dudoso honor de ser el blog del minuto en WordPress (osease, el más visitado). Todo ello obedecía más a mis posteos sobre el mundo del porno (que no posteos pornográficos), a los dedicados a las glandulas mamarias (lo que me recuerda que debo redactar alguno pronto) y aquella memorable cuestión de penes que tanta saliva provocó. De hecho, mi reinado en WordPress fue derrocado por el pene de Rasputín conservado en formol en algún viciosillo museo.

Aquello pasó, como lo hicieron muchos otros pequeños incencios emocionales y como lo hace ahora mismo este posteo…

Hasta Reventar…

Correr ya no me resultaba algo despreocupado y divertido como antes. Entre el correr y yo se había presentado esa época de pereza y hastío que les llega a muchos matrimonios. Esa época dominada por la desilusión de no ver recompensados suficientemente los esfuerzos y la sensación de bloqueo porque esa puerta que debería estar abierta se ha cerrado irremisiblemente en algún momento. Denominé a eso runners’s blue, «la tristeza del corredor».

De qué hablo cuando hablo de correrHaruki Murakami

El domingo me encontré corriendo cerca de las diez de la noche y bajo cero en un solitario y oscuro parque pamplonés. No es una sensación nueva para mí. He corrido en parques más solitarios, más oscuros, a horas más intempestivas y a temperaturas inferiores. Lo que hicieron diferentes  los cinco kilómetros de aquella anoche fue que una hora antes no tenía planes de salir a correr. En realidad hacía días que no sentía deseo alguno de hacerlo.

Es extraño, pero cuando ocurre algo así es cuando más disfruto de la sensación de terminar lo que no estaba destinado a comenzar. No interpreto que la apatía esté ganado su guerra contra mí, pero sí que está adquiriendo demasiada ventaja. Por eso anoche, cuando el aliento que exhalaba dejó de convertise en nubes de vapor para tomar la forma de montoncitos de azúcar, es cuando pude descansar de veras tras una semana encajado en alguna parte.

Demostrado como está el que al protagonista de la película siempre le ocurre algo cuando más ganas tiene de vivir, me pregunto, echando mano de mi memoria cinéfila y tratando de bloquear mi tendencia a la dramatización, dónde me llevarán mis carreras sin cuento. La respuesta la conozco: ¡¡Hasta reventar!! ¿Pero cómo ocurrirá? Buena ocasión para echar mano del socorrido Qué será, será…

MARATHON MAN

Tom (Dustin Hoffman) era un aficionado a las maratones populares que ocupaba su tiempo libre en entrenarse corriendo por una zona de Central Park inquietantemente vallada. Luego llegó una trama de espionaje de la mano de su hermano, dentistas sádicos con pasado nazi y la inevitable chica bonita que siempre te lleva a la perdición.

Posibilidad de emulación: Bajo. No atraigo a los dentistas nazis ni tengo un hermano espía. Además, no correría por ese corredor-cárcel ni aunque Sebastian Coe fuese mi liebre.

RUNNING

Michael (Michael Douglas) sólo encuentra paz cuando corre. Y no es de extrañar, su vida personal es tan caótica que cuando alcanza el límite sigue corriendo en busca del éxtasis olímpico o de un colapso. Cualquier cosa le vale. De cómo correr puede convertirse en una droga más.

Posibilidad de emulación: No muy alto. Con frecuencia fuerzo demasiado, pero, al contrario que Michael, no busco evasión al correr. Busco el placer. Hedonista que es uno.

LA MILLA DE JERICÓ

A Larry (Peter Strauss) le ocurre como a Michael en el caso anterior, corre para evadirse. Si bien, sus razones son más comprensibles. Cumple cadena perpetua en una prisión californiana acusado de asesinato. Su espíritu de lucha terminará por conmover tanto a los carceleros como a sus compañeros. Brillante telefilm obra de un principiante Michael Mann.

Posibilidades de emulación: Tampoco muchas. Hay que ver cómo corre este tipo. Pura rabia. Mi estilo es más sopesado… casi siempre.

SECOND WIND

Un exitoso ejecutivo (James Naughton) comienza a correr por pura diversión alentado por unos amigos. Lo que comienza siendo un hobbie termina por convertirse en obsesión hasta hacerle mutar en un corredor semiprofesional. El atletismo le llevará a comprender su fracaso vital y a valorar cada pequeño logro conseguido con el, nunca mejor dicho, sudor de su frente. Osease, un telefilm de superación más. Éste, lo admito, con cierto morbo para los amantes de las piernas fatigadas.

Posibilidad de emulación: Espero que ninguna. Yo tuve la suerte de caerme del caballo cuando menos lo esperaba. Aunque nunca se sabe, que ver la luz de sopetón es algo que ocurre sin solicitud previa.

PIERNAS LOCAS, LOCAS, LOCAS

En la plenitud de las comedias gilipollas de los noventa llegó esta patochada genial para conseguir lo que sólo el cine puede lograr: encumbrar a los idiotas. En concreto, el protagonista es un tipo que tras superar de niño un marciano «síndrome de las piernas locas», terminó convertido en parte del equipo estadounidense de triathlon en su ardua lucha contra los megadopados alemanes orientales. Cómo no me iba a gustar…

Posibilidad de emulación: Ojalá. Competir contra un alemán oriental puesto hasta las orejas es una fantasía que jamás se cumplirá.

PERSONAL BEST

El aclamado guionista Robert Towne se pasa a la dirección para narrar una historia de lesbianismo con el trasfondo del mundo del atletismo. Valiente y rompedora, para lograr cotas estratosfericas le faltó aliento del mismo modo que le sobró estilo saltado vallas a su protagonista (Mariel Hemingway). Aún así, escenas como la de la micción asistida me parecen de las más carnales muestras de un cine desgraciadamente ya muerto.

Posibilidad de emulación: Escasas. Mi tiempo de joven promesa pasó… o nunca llegó.

THE LONELIEST RUNNER

Telefilm de agradable visión protagonizado por el siempre encasillado Michael Landon en el papel de un traumatizado corredor de maratones. De mojador de camas adolescente a campeón de atletismo sólo hay un paso: una madre con afán puteador que consiga espolear los demonios internos. De manual.

Posibilidades de emulación: Nunca sufrí de tales traumas, osease que no hay muchas posibilidades de reventar mientras corro a casa para descolgar sábanas mojadas. Mis demonios comenzaron a llegar tarde y en desalojarles de su cómodo habitáculo ando. Cosa nada fácil.

LA PRUEBA DEL VALOR

Épica reconstrucción de los entresijos de una carrera olímpica protagonizada por un atleta inglés (Michael Crawford) sometido al fuerte estrés de ganar o ganar; un americano (Ryan O’Neal) que corre en cruel lucha contrareloj contra la enfermedad; un checo (Charles Aznavour) empeñado en hacer campeón olímpico al partido y un australiano aborigen (Athol Compton) que anhela ganar por despecho hacia todos los que le desprecian por su condición social. Película ideada para arrasar entre críticos y público que al final, y por exceso de ambición, se quedó sin lo uno ni lo otro.

Posibilidad de emulación: Conociendo el mundo de la competición juvenil, no quiero ni pensar en cómo será a nivel profesional. Envidias, rencillas y rencores varios que destruyen cuando no miras.

FORREST GUMP

Pese a su severa discapacidad intelectual, a Forrest se le daban bien muchas cosas, pero ninguna le hacía feliz salvo correr. Le gustaba tanto que un día empezó a correr y no paró en varios años, reuniendo un grupo de acólitos tras él sin más motivo para seguirle que el correr mismo. Qué placer…

Posibilidad de emulación: Nada descartable. Cualquier día echo a correr y aparezco tres años más tarde en Alice Springs. Y como a Forrest, no me pidan palabras cuando me detenga. La filosofía de correr es la carrera misma.

LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO

En la bella película de Tony Richardson reside la esencia de todo esto. El mayor premio (por no decir el único) es el orgullo de una carrera terminada.  Da igual que hayas sido el último o que seas un ratero de medio pelo que corre para demostrarse a sí mismo que puede hacer algo bien.

Posibilidades de emulación: Considerables. Sé hacer millones de cosas mal y tres cosas regular. Correr es una de esas tres.

CARROS DE FUEGO

Icono de mi infancia, la película de Hugh Hudson sigue obsesionándome hoy día. Deseé con tanta fuerza pertenecer a ese grupo de hombres que corrían por la playa que terminé por conseguirlo parcialmente. Me faltó el talento de Eric Lidell y la rabia competitiva de Harold Abrahams. Por lo demás, siempre quise ser tan crápula como para entrenar con copas de champagne sobre las vallas.

Posibilidades de emulación: La historia va más allá del atletismo. En realidad es una historia de amor ramificada sin direcciones que seguir. En ese aspecto, muchas posibilidades. La pasión me brota por los poros tanto cuando termino de correr diez kilómetros como cuando beso a la mujer que quiero.

Y fin…

Noche de brujas lejos de M. R. James…

Cuando llega la noche de brujas, desde adolescente, mantengo la tradición de leer un cuento de M. R. James (preferiblemente de fantasmas, aunque lo cierto es que casi no escribió de otra cosa) en cuanto la luz se marcha y el aire se cubre de sombras. Este año no será posible, pues estoy a 412 kilómetros de los libritos del escritor inglés, de modo que tendré que echar mano del plan b, que consiste en ver alguna película a tono con lo que se cuece ahí fuera. Aprovecho, de este modo, para recuperar mi olvidadísima sección Qué Será, Será. Y a ver qué ocurre, que la vida, doy fe de ello, da muchas e inverosímiles vueltas…

FRANKENSTEIN (1931)

Asociado a mi más tierna e ingenua infancia, la historia del científico loco que juega a ser Dios hoy día apenas inquieta. Pero en su día, buenos tiempos aquellos, el pavor inundó a millones de personas que se preguntaban quién demonios interpretaba al monstruo (en los créditos no aparece el nombre de Boris Karloff y en su lugar se incrusta un ? en su lugar). Eso sin contar las ganas de quemar molinos que te entran al verla…

Posibilidades de que caiga esta noche: Qué puedo decir, me encanta ver  a esos aldeanos armados con horcas y antorchas que pueblan la obra maestra de James Whale...

LA NOCHE DEL DEMONIO (1958)

La maravilla dirigida por Jacques Tourneau (maestro del fantástico) reúne todos los requisitos que una noche así exige. Atmósfera viciada, guión deslumbrante y una Peggy Cummings esplendorosa coronada para siempre como reina de la serie b.

Posibilidades de que caiga esta noche: Tiene, que la escena del tren me sigue poniendo los pelos como escarpias…

LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (1968)

Clásico entre clásicos y referencia obligada en toda noche de Halloween. La influencia de esta claustrofóbica película ha llegado al punto de que se ha instaurado el día mundial del zombie en honor de la película dirigida por George A. Romero y sus demacrados protagonistas.

Posibilidades de que caiga esta noche: Pocas. Demasiado recurrente y gastada. Mejor verla en verano, cuando pocos más lo hagan. Por llevar la contraria y eso…

UN HOMBRE LOBO AMERICANO EN LONDRES (1981)


Cachondona vuelta de tuerca al mito del licántropo sólo comprensible por la maleada mente de John Landis. Fruto de una época poblada de balas perdidas, su tono gamberro y las ganas de burlarse de todo habitan con un respetuoso aliento hacia el clásico, más marcado de lo que les habría gustado a sus hacedores.

Posibilidades de que caiga esta noche: Serias dudas. No tengo el cuerpo para transformaciones licantrópicas…

THE BRIDE OF THE MONSTER (1955)

Joya del trash a su pesar, la película dirigida por Ed Wood Jr. reune en su disparatado metraje a hombres Lobo, vampiros, alienigenas e incluso a nada creibles pulpos gigantes con tan nula movilidad como mala leche. Entrañable…

Posibilidades de que caiga esta noche: Cero. Es necesario crear un estado de ánimo especial para encajar un golpe bajo semejante. Mejor en navidad…

LA CASA DONDE VIVE EL DIABLO (1982)

La poco conocida cinta dirigida por Kevin Connor se adelantó a su tiempo al echar mano de fantasmas orientales veinte años antes de que el cine fantástico nipón fuese «lo más». Efectos especiales megacutres, escenas eróticas gratuitas e inquietantes fantasmas que consiguen, para sorpresa general, dar más de un susto.

Posibilidades de que caiga esta noche: Podría ser. El terror con musgo asiático tiene su cosa.

LA HUMANIDAD EN PELIGRO (1954)

El disfrute del cine palomitero de media tarde de domingo pocas veces alcanzó tan altas cotas como con la peli dirigida por Gordon Douglas. Pruebas nucleares en el desierto que tienen como resultado hormigas gigantes de extraordinaria mala baba y la raza humana, una vez más, en peligro. Venga, leña a los humanos.  Qué gozada…

Posibilidades de que caiga esta noche: Es que verla de noche no me parece adecuado. Para disfrutarla por completo es necesario que la luz te roce las mejillas y que un bol de humeantes palomitas, acompañado de una coca-cola, repose en tus manos…

DRÁCULA CONTRA FRANKENSTEIN (1971)

El cine del tío Jess (Franco) nació para elevar el ánimo (o hundirlo, según). En esta ocasión se inventó un subidón de adrenalina que toma como premisa una guerra entre el hombre lobo y su ¿colega? Frankenstein contra Drácula y su ejército de vampiros que aspiran a dominar el mundo a base de mordiscos en cuellos. Patochada monumental de la que dice la leyenda que su guión apenas alcanzaba los dos folios. Y demasiado me parece…

Posibilidades de verla esta noche: No desentona con el tono paródico-festivo de esta noche, aunque pienso que esta monumental coña merece ser disfrutada, como poco, en carnaval.

RABIA (1977)

David Cronenberg en su época más transgresora filmaba con pocos medios que compensaba con una mayor densidad. «Rabia» es un buen ejemplo. Estética underground, una estrella del porno como protagonista y resonancias filosóficas para dar empaque a la historia.

Posibilidades de verla esta noche: Escasas. Es maravillosa, pero tan densa…

LA CASA ENCANTADA (1963)

El cine de fantasmas nunca caduca y la extraordinaria película de Robert Wise es un buen ejemplo de ello. Desasosegante gracias a una puesta en escena minimalista, lejos de las recargadas atmósferas que se asociaban desde siempre al cine de terror, Wise construyó una historia de casas encantadas fusionando modernidad narrativa con los escalofríos más clásicos.

Posibilidad de que caiga esta noche: Hailas, todo es cuestión de timing…

EL HORROR DE DUNWICH (1970)

La referencia a Lovecraft es obligada esta noche. Si es posible leer alguna de sus insanas historias mucho mejor. Pero si se prefiere otro soporte, «El Horror de Dunwich» es una más que digna representante de la maldad expositiva de su autor. Incluso hay algunos momentos en los que logra reproducir la angustia contenida en la obra original. Qué más se puede pedir…

Posibilidades de que caiga esta noche: Es posible. La negrura del norte combina con ella a la perfección.

SANGRE PARA DRÁCULA (1974)

Desde las simas más profundas del cine contracultural de los sesenta, llegó Paul Morrissey con la intención de reescribir los mitos intocables del cine de terror desde una óptica diferente. Y pese a estar apadrinado por el mismísimo Andy Warhol, la cosa terminó siendo más pachanguera que gafapasta. Primero le tocó el turno a Frankenstein. Después a un Drácula pusilánime en estéril busca de vírgenes en un mundo cada vez más descocado. Y claro, le tocó pasar hambre.

Posibilidades de que caiga esta noche: No demasiadas. Reservo el mejor champagne para ocasiones especiales...

LA CAÍDA DE LA CASA USHER (1960)

En el apogeo del cine de terror gótico, Roger Corman versionó a Poe mejor de lo que la propia alambicada mente del escritor habría podido soñar. Horror en colorines con cortinas de ventanas siempre abiertas que se mueven al compás de la brisa.

Posibilidades de que caiga esta noche: Ya me gustaría. Como si de una fábula vampírica se tratase, el tiempo no hace mella en su celuloide…

EL HOMBRE LOBO (1941)

Confortable riada de sustitos al resguardo de bosques ingleses siempre iluminados. El hijo de Lon Chaney hace méritos ante la memoria de su camaleónico padre mientras corre de un lado para otro esquivando balas de plata. Como familiar, vamos.

Posibilidades de que caiga esta noche: No muchas. Sospecho que tres visionados es su tope.

SUSPENSE (1961)

La obra maestra de Jack Clayton, que cuenta el viaje de una institutriz al corazón del horror, es la película de obligatoria visión en cualquier época y más en una noche bautizada con bastoncillos de caramelo. El miedo, además de frío, puede transmitir desazón.

Posibilidades de que caiga esta noche: Altas. Escalofríos siento solo de pensar en esos fantasmas silenciosos que atormentan a Deborah Kerr…

Y fin…


Ya está aquí…

Sí, ya llegó. La época más feliz del año para los menores de doce años, la más etílica para una gran mayoría, la más triste para los que no tienen apenas aliento y la más mágica para los que aún son capaces de soñar.

Buena ocasión para desempolvar la olvidada sección: Qué será, será… Con una elocuente y ya formulada pregunta (el pasado año): ¿Cómo será mi Nochebuena?

Con el pretexto, como siempre, del cine, trataré de dar forma al puzzle de esta noche por una vez blanca.

Opción Moe Szyslak: Aprovechar la inevitable depresión navideña para encontrar un buen método de suicidio.

Mira que lo ha intentado veces (una por cada temporada de «Los Simpson», y ya van veinte) y nada, que no hay manera: Ahorcamiento, un bidón de gasolina a lo bonzo, lanzarse al vacío desde un puente… Moe es un tipo rugoso y sin suerte hasta en la hora de quitarse de en medio. Por cierto, esta noche es Nochebuena. Más vale que le vigilen.

Nivel de Probabilidad: Hombre, no…

Opción Dr. Joseph Prang: Pasarse la noche zumbando.

Debe ser jodido arruinarse tras unos poco claros movimientos en la bolsa la misma noche que te enteras de que tu mujer te engaña con otro. Y si encima todo ocurre en Nochebuena es comprensible que el doctor Prang decidiese volarse la cabeza. Pero como los duendes navideños parecían estar revoltosos y en el guión de una comedia disparatada como «Los Locos del Bisturí» no cabían mayores dramas que el del enfermero camello, decidió cambiar de idea cuando la casquivana Jill Omato llamó a su puerta.

Nivel de probabilidad: Qué más quisiera yo…

Opción El Grinch: Robar la Navidad

Todos tenemos un lado canalla por explotar y se me ocurren peores ideas que dedicar la noche mágica a mangar todo regalo a la vista. El Grinch así lo entendió, que fastidiar sus horas de sueño tenía un precio. Pero como todo era un cuento infantil no fue a más. ¡¡Qué pena!!

Nivel de Probabilidad: Joder, es que pasarse la noche fuera con el frío que hace…

Opción Jack: Repartir regalos macabros a todos los niños. Pero de buen rollo, eh…

Qué tipo más majo es Jack. Vale, es feo y puede que sea un muerto viviente, pero a espíritu navideño no le gana nadie aunque no haya captado que la esencia de un regalo navideño va más allá de los esqueletos y las cabezas cortadas. «Pesadilla Antes de Navidad» es un clásico. Y Jack un icono.

Nivel de Probabilidad: Aunque me encanta hacer regalos, Jack solo hay uno. De modo que muy improbable…

Opción Paul Bratter: Congelarse en un parque aferrado a una botella de bourbon o, en su defecto, pasarse la noche vigilando tu abrigo en un garito de mala muerte. Cargado de copas, of course…

Cuando eres un buen tipo eres un buen tipo, por mucho que Paul presuma de haber pegado a una vieja la nochebuena pasada. Intenta ser malo pero es que no le sale. Así que, cuando su mujer (Jane Fonda cuando estaba de buen ver) se enfade con él al considerarle un muermo, Paul le demostrará que se equivoca. Y si hay que pasear descalzo por el parque en pleno invierno y hostiarse al tratar de saltar bancos completamente borracho, pues se hace.

Nivel de Probabilidad: Aisss…

Heat Wave…

Nueva entrega de mi sección «Qué será será» en la que trato de averiguar mi futuro, cual pitonisa, a través de las películas. Hoy, y dada la ola de calor terrible que me impide dormir, se lo dedicaré al sudor que empaña todo mi cuerpo.

¿Sucumbiré a los rigores del estío? El sudor es la clave y esta chorrada tratará de dilucidar el modo en que ocurrirá.

Opción «Fuego en el Cuerpo»: Pasarse la noche follando como un poseso para terminar siendo engañado como un gañán.

Hombre, si hay que morir de algún modo que sea así. Ya lo decía Paul Verhoeven en «El Cuarto Hombre». Aunque el final es terrible. Pobre Hurt. Y es que resultó que en aquella ciudad de Florida «la gente se mataba más con el calor» y que las piernas de Kathleen Turner eran demasiado tentadoras como para no enmendar el clásico que filmó Billy Wilder cuarenta años antes. Lo bueno es que el remake le salió tan bien a Larry Kasdan que superó al original, y todos comprendimos aquella frase de un jadeante William Hurt tras hacer el amor con la Turner: «Necesito tiempo para recuperarme… ¡¡Ya!!.»

Nivel de probabilidad: ¿Quién sabe? El verano se presta a los excesos.

Opción «El Club de la Lucha»: Darte de hostias en plan macho hasta que los sesos sean visibles.

En la novela de culto de Palahniuk se hacen multitud de reverencias a lo antitodo: antisocial, anticultural, antivital. De hecho, la novela es la mayor alabanza al vacío que he leído. No es ya la muerte física sino la otra, la que más duele, la que tanto atrae al escritor. La película, lejos de la novela, hace hincapié en lo que no es hasta convertirlo en algo físico. Y el sudor hace acto de presencia en las grotescas peleas subterraneas del Club de la Lucha. De hecho, sin el sudor no existiría el Club de la Lucha.

Nivel de Probabilidad: No descartable, pero bajo. Odio la violencia, mucho más la gratuita. Y aunque ya digo que el verano se presta a excesos, diría que no…

Opción «Aterriza como Puedas»: Disolverse ante una situación de tensión.

El bueno de Robert Hays sudó lo que no está escrito al verse sometido a la presión de poner en tierra un avión comercial. Claro que él tenía que luchar contra sus demonios (que no eran pocos). Al final, y contra todo pronostico, lo consiguió. Los milagros existen y si los dirigen los ZAZ hasta te duele la tripa al final de tantas risas.

Nivel de Probabilidad: Nada descartable. Las situaciones de tensión (aunque debería estar acostumbrado a estas alturas) me ponen frenético.

Opción «Noche de Verano en la Ciudad»: Confidencias y sexo a tutiplén.

En el original francés, los protagonistas (Marie Trintignant, añorada siempre) se olvidan de comer porque todo su tiempo está ocupado por la carne del otro y el ensueño. Al final, terminarán por conocerse como nunca habían conocido a nadie. Y es que el único modo de conocer a alguien de veras es bajo las sábanas.

Nivel de Probabilidad: Puede ser. El sexo y las confidencias a media luz no tienen otro rival que el sudor. Y a veces, éste se convierte en aliado.

Opción «La Leyenda del Indomable»: Cocerme bajo el sol con la promesa de un futuro incierto por llegar.

En ninguna película se ha sudado tanto como en «La Leyenda del Indomable». Ni un millón de botijos podría sofocar la sed que produce verla. Y luego está Newman, caradura y comedor de huevos cocidos, y está George Kennedy, que pone cada de asombro porque nunca supo poner otra. Y está el sudor…

Nivel de Probabilidad: No descartable del todo. Ver a una chica guapa calentar al personal mientras lava un coche con la ropa mínima y aquellas fotos de Newman fugado con dos chicas bajo sus brazos, son motivo suficiente para desear que el sol te clave al suelo y pedirle al «jefe» y a sus gafas de espejo que te deje beber agua.

Y fin…

¡¡¡Catacrocker!!!…

Sin duda estallaré pronto. Pasará y tendrán que recoger mis restos con espátula desde Sububia hasta la China. Necesito unas vacaciones de mí mismo. Y ya que es improbable que ocurra algo así, se trata tan sólo de averiguar cómo llegará el catacroker. Tratar de adivinarlo es una buena excusa para un nuevo Qué será, será, que esto va (o iba) de cine. Todo sea por tratar de engañar al insomnio por unos minutos…

Opción «Escuela de Genios»: Perder la pinza y empezar a gritar como un poseso.

Un tipo asiatico estaba estudiando en una biblioteca y de repente todo le superó. Gritaba bien, de un modo estridente y agudo. Demasiado bien para esta comedieta teenager que apunta más alto de lo que llegó.

Nivel de Probabilidad: No lo descarto, aunque no sé gritar. Odio los gritos.

Opción «El Sentido de la Vida»: Literalmente, estallar.

Aquel cliente gordo que comía sin parar (posiblemente se comería a sí mismo de no tener bocado a mano) se desparramó de pura gula por todo el restaurante. El poder de una chocolatina es ilimitado.

Nivel de Probabilidad: Complicado. No como mucho, la verdad.

Opción «Largo Domingo de Noviazgo»: La guerra, que es así de jodida.

Manech lo tenía todo menos equilibrio: Atento, educado, apasionado, atractivo, valiente pero no demasiado y con cierto talento. Era sensible también, pero eso no debería tomarse como una cualidad porque nunca supo caminar por un alambre. Una bomba alemana se encargó de empujarle hasta el abismo, pero ya andaba trastabillado de antes.

Nivel de Probabilidad: Puede ser. Nunca se me dieron bien los alambres.

Opción «Tiempos Modernos»: Ceder al empuje de la rutina.

Un obrero de una fábrica más (u otro ladrillo del muro) pierde la cabeza tras apretar los mismos tornillos de la misma pieza mecánica por millonésima vez el mismo día. Eso sí, la coreografía que se monta dentro del gigantesco engranaje de la máquina es soberbia.

Nivel de Probabilidad: Medio-alto. Probable, sin duda. La rutina consume.

Opción «El Rey Pescador»: Perder a alguien querido e inventarse un mundo paralelo para seguir viviendo.

Parry era un profesor universitario feliz por tener a su lado a la chica más bonita del mundo. Al menos, así lo era para él. Un día, un pirado entró en el restaurante en el que cenaban y la mató junto a media docena de personas más. Y Parry hizo click.

Nivel de Probabilidad: Muy posible, aunque no tiene que estar nada mal eso bailar en bolas en pleno Central Park.

Y fin…

Foto cortesía de Mycroft

Qué será será…

Decidido ya que moriré atropellado, que el accidente será provocado por mi persistente insomnio y que mis navidades serán una mierda, recupero este delirio para tratar de averiguar dónde dormiré a partir de hoy. Y es que resulta que el miércoles dormí en una cama toda una noche por primera vez en muchos meses. Y fue genial, aunque la cama es estrecha. Por supuesto, las cosas buenas no se fabricaron para mí, así que he estado pensando en qué lugar ruinoso dormiré dentro de unas semanas o meses…

Opción «Million dollar baby»: Dormir en un minúsculo camastro metálico

Bueno, Morgan Freeman dormía en uno y eso no le restaba humanidad. Al contrario, pareció proporcionarle una visión periferica de la realidad. Pero es que es tan grande que no puedo imaginar cómo situaba su cuerpo en aquel roñoso lugar cuando emitían los combates de boxeo que él veía cada noche en su minúsculo televisor.

Nivel de Probabilidad: Nada descartable. De hecho, mi cama es más similar al camastro de Freeman de lo que yo desearía.

Opción «Sueño de una noche de verano»: Dormir en un lecho de hojas

A Puck no le iba mal durmiendo al raso. Su cabronería involuntaria siempre terminó bien, para su alivio, pues tenía buen corazón. Amaba, pero no era correspondido. Al fin y al cabo era un duende. Y su espalda parecía bien parada.

Nivel de Probabilidad: Dormí en bancos varias noches del verano de 2005, al más puro estilo del Watanabe de «Tokyo Blues». Cuestiones personales que no vienen a cuento me llevaron a ello. En aquellos escasos cinco días conocí a un tipo que llevaba años durmiendo en una tienda de campaña compuesta de plásticos y que, al anochecer,  siempre contaba la misma historia sobre un burdel holandés.

Nunca se sabe lo que puede ocurrir…

Opción «El estado de la unión»: Dormir en el suelo

Spencer Tracy decidió que la única manera de purgar su culpa era la de dormir en el suelo. Su mujer, Katie Hepburn, le rogó en muchas ocasiones que ocupase su lugar a su lado en la cama, pero él se negó. Utopía ética la suya.

Nivel de Probabilidad: Bueno, he dormido en el suelo también, como casi todo el mundo. Y duele el despertarse con la espalda como clavada. No diría que no vaya a ocurrir de nuevo (seguro que será), aunque espero que no. Duele en el ánimo más que en lo físico.

Opción «El Fantasma del paraíso»: Pedazo de cama de seis por seis metros

Swan, además de un cabrón con demasiada suerte, pasaba sus noches con tres o cuatro nínfulas diferentes en una cama gigantesca. Pero alguien le saboteaba en la sombra, cuestión que a él le resbalaba. Hasta que…

Nivel de Probabilidad: Nulo. Las camas gigantes no se hicieron para mí (desgracia).

Opción «Tierras de Penumbra»: Cama estrecha y fría

C. S. Lewis durmió casi toda su vida en una cama minúscula. No tenía a nadie con quien compartirla, así que pensó que era la medida más adecuada. Siempre lo adecuado, horrible concepto… Hasta que un día apareció Joy y tuvo que hacerle hueco.

Nivel de Probabilidad: No lo sé, sinceramente.

Y fin…