Gloria (Fuertes) se acercó a Carlos (Edmundo de Ory) al interesarse por la corriente poética inventada, entre otros, por él. El postismo, corriente ya desgastada, postulaba las bases del disparate para entonarlo de modo realmente absurdo y de esa forma hacerlo creible. Gloria, que siempre se supo poco femenina y nada agraciada, se fascinó por él de inmediato antes de conocerle en persona. Le dedicó un poema seis años antes de publicar su primer libro. Lo hizo con letras entregadas y obtuvo respuesta en forma de dedicatoria:
Para Gloria, tú como una sombra. Loca por mis ojos de nieve
Por entonces ya habia caído enamorada por completo del poeta, quien, sin embargo, devolvió su amor recorvertido en besos de humo mientras escribía para otra, la que realmente le atraía…
Melancólica era mi novia melancólica y se iba a llorar en un rincón del mundo
Cuando él se alejó, ella lo consideró lógico dada su circunstancia. Un corazón de naturaleza débil no necesita mucho esfuerzo para romperse. Entonces se refugió en sus libros, en un puñado de amigos y en los niños. Aquellos que antes de la llegada de Internet y la televisión, alargaban su infancia por encima de los 12 años. Con ellos, solo con ellos, se sentía aceptada.
Dejó de tratar de resultar atractiva a los hombres. Vestía chalecos y pantalones de felpa. Ganó peso de modo desmesurado. Ella, con su peinado a lo garçon. La misma que, ya en la vejez, servía de mofa a los humoristas porque no entendían el qué la gata fuese chungarata. Aquellos que consideraban su obra como infantil, cuando no una burla al buen gusto.
Poco después de su muerte le llegaron los reconocimientos. Siempre tarde, porque así son las cosas. Ángel González dijo de ella que fue una magnifica poeta sin suerte. Cela la definió como ése ángel puteado que lo tiene todo y no tiene nada.
Cuando de Ory, su efímero gran amor, dejó de contestar sus cartas, Gloria se despidió con un poema. Nunca supo hacerlo de otro modo.
No me importa saber que no me quieres
tu frío ya me ha vuelto enajenada
Yo tenía un poeta ¡tú, Carlos!
Ya no lo tengo