Durante años corrió un chiste entre los profesionales de Tinseltown en el que se cuestionaba retóricamente cuál era la comedia menos graciosa jamás filmada. La respuesta era: “¿Teléfono Rojo?: Volamos hacia Moscú” . Y lo cierto es que la broma tenía fundamento: por mal que le sentase al pirado neoyorkino, el sentido del humor de Kubrick (entre lo grotesco y lo hermético) resultaba desagradable en las raras ocasiones en las que asomaba.
Durante el rodaje de la película protagonizada por el belicoso Dr. Strangelove, Kubrick volvió a jugar una mala pasada (como era su costumbre) a uno de sus colaboradores. En esta ocasión el damnificado fue el guionista Terry Southern, quien colaboró en el guión de manera decisiva, dando vida al envarado original firmado por Kubrick y Peter George (autor de la novela que inspiró la película). En realidad Kubrick le pagó, pero lo hizo a su manera, relegándole en los créditos a una simple mención. Despreciando públicamente la aportación de Southern al otorgar más mérito a la improvisación de los actores (especialmente al imprevisible Peter Sellers que por entonces vivía un idilio artístico con el director) que a sus aportaciones. Según el pirado, cuando Southern llegó al proyecto el guión ya estaba cerrado.
Según contó Diane Johnson, Kubrick resumió la aportación de Southern del siguiente modo: Terry llegaba en taxi y sacaba unas páginas. Después se largaba. Ante la pregunta obligada de por qué le había sacado en los créditos por una contribución tan pequeña, contestó: Supongo que fui generoso…. Pero no, la generosidad no era precisamente una de las virtudes que adornaban al director y como prueba sirva la burlona réplica de Southern: Stan puede ser muy “generoso” ja, ja, ja… pero me temo que carezca de sentido del humor (por no hablar de la memoria). Y lo que olvidó decir acerca de su “guión terminado” es bastante sencillo: ¡no era divertido! Y tenía razón, el guión era cualquier cosa menos divertido. El primero en darse cuenta de ello fue Sellers, quien sugirió notables cambios en los diálogos para darle fluidez a la cinta. Pero no fue hasta que llegó Southern que el proyecto comenzó a tomar forma de comedia. El guionista fue mucho más importante de lo que pretendió el director, de hecho llegó a convivir con Kubrick en su mansión londinense, además de ser un habitual en el set de rodaje, en ocasiones como blanco de los desahogos de Kubrick cuando éste estallaba contra la Columbia, contra Sellers o contra cualquier otra cosa.
Stanley Kubrick era un joputa profesional que carecía del don de generar risas. En raras ocasiones se le recuerda como animador de conversaciones. Nunca contaba chistes, ni gastaba bromas y sus anécdotas tendían hacia lo macabro por encima de lo comunmente considerado divertido. Gil Taylor, director de fotografía de “Dr. Strangelove”, dijo haberse sentido sumamente incómodo durante la filmación de la película: Me gusta trabajar con gente con sentido del humor, pero si él veía a alguien riéndose, el productor asociado se acercaba y decía: “A Stanley no le gusta que la gente ande riéndose alrededor de él”, así que trabajábamos con cierto mal rollo. Hubo quien defendió el sentido del humor seco e irónico de Kubrick (caso de Gavin Lambert), pero fueron pocos los que se sintieron cómodos a su lado. George C. Scott le calificó como Un hombre increíble pero depresivamente serio y paranoico, con un sentido del humor desagradablemente salvaje. Brian Aldiss, que trabajó con Kubrick en la fracasada primera intentona de llevar a la pantalla “A.I.” en los años ochenta, confirmó la sentencia final de Scott al añadir que en realidad le parecía un hombre divertido, pero sus burlas racistas eran tan ácidas que no podía repetirlas.
“Doctor Strangelove” fue la primera y última comedia que filmó Stanley Kubrick. El tiempo jugó en su favor y convirtió el cínico humor de la película en un clásico imperecedero elegida por los usuarios de la macropágina IMDb (de tan dudoso gusto) como la mejor comedia de la historia del cine, por encima de obras dirigidas por maestros del género como Lubitsch, Wilder o Edwards. Y es que, como ocurrió con El Cid, el pirado continúa ganando batallas hasta después de muerto.