Dedicatorias (II)…

El diez por ciento de este libro está dedicado a Harry Altshuler, que
hizo el noventa por ciento del trabajo.

PsicosisRobert Bloch

Para mi esposa Anne, sin cuyo silencio este libro nunca se hubiera escrito.
El Hombre en el CastilloPhilip K. Dick


Comming Home…

El doctor Carter (Noah Wyle) regresa a Chicago de madrugada tras estar a punto de perder la vida en África. Nadie le recibe. Siente que ahora es otra persona, prefiere que sea así. Se sienta en una silla del salón, abre una cerveza y mira el reloj. Son las tres y media de la madrugada. Marca un número en el teléfono…

Abby (entre adormilada y confusa): ¿Sí?

Carter: Hola, Abby…

Abby: ¿John? ¿Eres tú? Hace meses que no sé de ti. (empieza a llorar) ¿Por qué no llamaste? ¿Creía que habías muerto?

Carter: Abby, sólo quería decirte que he pensado en ti cada día…

Abby: No puedes hacerme esto. Ahora no. Me ha costado mucho aceptar que…  Joder, ni siquiera te despediste de mí cuando te marchaste.

Carter: Te quiero, Abby…

Abby cuelga el teléfono sin dejar de sollozar. Abandona la cama para mirar por una ventana. Fuera, las calles están nevadas. John hace lo mismo en otra parte de la ciudad.

Fran, que posa su cabeza en mi almohada…

Para ella

Supongo que ésto es lo que planeó el azar durante tanto tiempo…

Diez de la noche. Me hago un hueco en el sofá justo cuando comienza a sonar la música que parece colgada de la ventana encendida del apartamento de Baxter. Al transcurrir sus minutos, los lugares conocidos se confunden con personas y hechos que ahora son sombras. En algunas escenas escucho a Baxter con otra voz. Viste una bata blanca y tiene acento madrileño. En la escena siguiente es Fran quien parece haber adoptado otra apariencia. Ha dejado la baraja de cartas sobre la mesa para posar su cabeza en mi hombro.

1999

Fran: Nadie merece un ascenso más que usted. Es el único que se quita el sombrero en el ascensor.

Baxter: ¿De verdad?

Fran: Te encuentras a cada uno. Algo les debe suceder a los hombres en los ascensores. Debe de ser el cambio de altitud, la sangre les sube a la cabeza o algo así. Bueno, si yo le contara.

Baxter: Me encantaría que lo hiciera. Quizás podríamos comer juntos en la cafetería algún día… o alguna tarde después del trabajo.

Fran: Piso veintisiete. Espero que todo vaya bien.

Baxter: Yo también. Tenían que llamarme en un día como hoy, con mi resfriado y todo eso. ¿Qué tal estoy?

Fran: Estupendo. ¡¡Espere!!

Fran se quita el clavel de la solape y se lo coloca a Baxter en el ojal de su chaqueta.

Baxter: Gracias. Eso fue lo primero que me llamó la atención de usted, siempre lleva una flor en la solapa.

2009

Fran: ¿Qué hace una raqueta de tenis en la cocina?

Baxter: ¿Una raqueta de tenis? Oh, sí, me estaba preparando un plato italiano. Lo uso para escurrir los espaguetis.

Fran: (pensativa) ¿Y por qué no?…

Baxter: En realidad soy bastante buen cocinero, pero un pésimo amo de casa.

Fran: Sí, ya lo veo. ¿Sabe lo que he encontrado cuando arreglaba el sofá? Seis horquillas, un lápiz de labios, un par de pestañas postizas y una varilla de cóctel del Stork Club.

Baxter: Es que soy una de esas personas que no saben decir que no. No me refiero a las chicas sino a…

Fran: A las personas como el señor Sheldrake.

Baxter: Supongo que sí.

Fran: Usted es una víctima.

Baxter: ¿Una qué?

Fran: Hay personas que abusan y personas de las que se abusa y saben que se está abusando de ellas, pero no saben qué hacer para evitarlo.

2008

Fran (acercando a Baxter su espejo de mano): Tome, arreglese el sombrero.

Baxter: Después de todo, ésta es una empresa conservadora. No quiero que los demás me tomen por un payaso.

Baxter enmudece al reconocer el espejo de Fran como el que encontró en su casa.

Baxter: Está… el espejo está roto.

Fran: Lo sé, me gusta así. Me veo tal y como me siento.

2011

Baxter: Sabe, antes vivía como Robinson Crusoe, como un náufrago entre ocho millones de personas. Hasta que un día vi huellas en la arena y la encontré a usted. Es maravilloso, cena para dos…

[…]

Baxter: La quiero, señorita Kubelik.

Fran: Siete, reina…

Baxter: ¿Ha oído lo que le he dicho, señorita Kubelik? Estoy loco por usted…

Fran: Calle y reparta las cartas…

The End, se acabó. Su cabeza intercambió mi hombro por una almohada hace pocos minutos. Aún conservo su calor. Su olor tardará horas en desvanecerse. Cambio de canal.


Te Odio. Te Amo…

Werner Herzog intentó por todos los medios que Klaus Kinski trabajase junto a él una vez más tras el rodaje de “Cobra Verde”. Herzog sentía que había vendido parte de su alma al comprometerse para rodar “Grito de Piedra”, la odisea de dos montañeros por alcanzar la cumbre del Cerro Torre antes que el otro. El proyecto le gustaba, pero el hecho de que se tratase de un proyecto ajeno (basado en una historia del alpinista Reinhold Meister) le hizo volcarse en la búsqueda de Kinski, quizás pensando en que la presencia de su alter ego desquiciado, su vieja némesis, su compañero de desvaríos serviría de excusa para ajusticiar su mala conciencia. Pero Kinski se negó siquiera a hablar con él, y pocos meses más tarde moriría de un ataque cardiaco, lo que desembocó en la definitiva incorporación de un nuevo psicótico en la troupe del director alemán, el actor norteamericano Brad Dourif.

La relación entre Herzog y Kinski se extendió hasta el final desde que coincidieran por vez primera durante su niñez. Ya entonces Herzog arrastró la sensación de que Kinski se trataba de una persona situada perennemente en el límite de la sinrazón.

En 1972, Werner Herzog pensó en él para dar vida al “gran traidor”, Lope de Aguirre, en la que sería una de las obras de referencia del renacido cine alemán. “Aguirre, la cólera de Dios” se rodó en la selva amazónica con medios y presupuesto más que precarios. Un rodaje que sirvió para referirse a los posteriores afrontados por Herzog, todos ellos basados en la improvisación y en la locura como únicas premisas.

La relación de odio-necesidad-desprecio-amor entre Herzog y Kinski tuvo multitud de capítulos escritos durante los tormentosos rodajes en los que coincidieron. En “Aguirre, la cólera de Dios” las iniciales discusiones no tardaron en convertirse en agresiones y amenazas. Los momentos álgidos incluyeron armas de fuego, como el fusil que solicitó Kinski antes de adentrarse en la jungla. Según dijo en un primer momento, lo pidió para protegerse de las alimañas. No tardó en confesar que deseaba matar a Herzog. Hacia el final del rodaje las tornas parecieron cambiar. Kinski, que se levantó un día displicente, lanzando retos a un equipo que a esas alturas no le soportaba, se negó a rodar una escena a lo que Herzog respondió con calma y silencio. Al cabo de unos minutos que consumió con poses pensativas, abandonó el set de rodaje para regresar amenazando con matar al actor. El diálogo que sigue reproduce aquel momento en boca (fantasiosa en grado nada desdeñable) de Klaus Kinski…

-¡Yo me largo! ¡Aunque tenga que remar hasta el océano Atlántico!

-Si te largas, acabo contigo- dice ese calzonazos de Herzog, con cara de susto debido al riesgo que está corriendo.

-¿Cómo vas a acabar conmigo, bocazas?- le pregunto, con la esperanza de que me ataque y así pueda matarlo en defensa propia.

-Te voy a disparar- balbucea como un paralítico con el cerebro reblandecido-. Ocho balas para ti, y la última para mí.

¿Quién ha oído hablar jamás de un fusil o una pistola con nueve cartuchos? ¡Eso no existe! Además, no tiene armas. Me consta. No tiene un fusil ni una pistola, ni siquiera un machete. Ni tan sólo una navaja. Ni un sacacorchos. Soy el único que tiene un fusil. Un Winchester. Tengo un permiso especial del gobierno peruano. Para comprar cartuchos, me he tirado días enteros de aquí para allá, de una comisaría a otra, para que me firmasen y sellasen papeles, y toda esa mierda.

-Te espero, insecto- le digo, alegrándome de lo lindo de que por fin hayamos llegado a esos extremos-. Me voy a mi balsa y allí te espero. Si vienes, te mato a tiros.

Luego me abro paso hasta nuestra balsa, donde Minhoi ya se ha dormido en su hamaca. Cargo mi Winchester y me pongo a esperar.

A eso de las cuatro de la mañana, Herzog se acerca en canoa a nuestra balsa y me pide perdón.

Aquel día se gestó un matrimonio mal avenido que coincidió en cuatro ocasiones más. Cada rodaje fue un suplicio que los dos juraron no repetir. En “Woyzek”, Kinski acusó a Herzog de tratar de envenenarle; en “Nosferatu, Fantasma de la Noche”, a Herzog de faltó poco para enloquecer… Pero nada de lo anterior se puede comparar a “Fitzcarraldo”.

El delirio comenzó ya en casa de Francis Ford Coppola. Allí estaba Herzog, trabajando contrarreloj en un guión sin pies ni cabeza. Por entonces su vida transitaba por la senda más oscura del delirio, algo que a Coppola dejó de parecerle divertido al observar el errático comportamiento del alemán los días previos a su marcha. “Fitzcarraldo” debía ser su obra magna, y sólo Kinski podía interpretar al personaje protagonista, un visionario obsesionado con la idea de construir un palacio de la ópera en plena selva amazónica. Una vez en Perú, lugar en el que se rodó la película, Herzog y Kinski se mostraron una afabilidad decreciente. Tres días bastaron para que confesaran planes mutuos para asesinarse. La actitud de Kinski resultó ser tan irritante que los propios indígenas que participaron en el rodaje, jíbaros con escasa paciencia, se ofrecieron a Herzog para eliminarle, cuestión que el director rechazó, según confesó más adelante, de mala gana. Kinski discutió con el director de fotografía, amenazó al guionista y llegó a enfrentarse físicamente con Herzog durante la primera semana de rodaje. Tan desquiciado llegó a ser el ambiente que dos miembros del equipo abandonaron el rodaje para convertirse en buscadores de oro en el Amazonas, algo que enfureció a Kinski, ávido siempre por ser el centro de atención. Consiguió su objetivo el día que una serpiente venenosa le mordió en un pie. Kinski, sin pensárselo demasiado, cogió un hacha y se amputó parte del pie ante los anonadados supervivientes de aquel rodaje de pesadilla. Presenciando la escena se encontraba Herzog, quien, con toda tranquilidad, dio por finalizado el rodaje por ese día.

Pero no fue hasta “Cobra Verde” cuando Kinski alcanza la cima de las montañas de la locura. Se cuenta que durante el rodaje Kinski no dejaba de proclamar su genialidad incomprendida a todo el que quisiera escuchar. Las discusiones violentas con Herzog no tardaron en llegar, enfrentamientos físicos incluidos. La última refriega entre ambos ocurrió durante el rodaje de una escena en la que Kinski desenvainó el sable que portaba para amenazar con cortar el cuello de Herzog, a lo que éste respondió ofrenciéndoselo mansamente. Son muchos los que cuestionan que aquello realmente llegase a suceder. La famosa fotografía que reproduce el momento no es más que simple márketing orquestado por el vanidoso Herzog, tratando de potenciar la leyenda de su relación con Kinski. Sin embargo, de las intenciones del actor cuando se ofreció a interpretar la pantomima no se sabe nada, más cuando los que intervinieron en el rodaje insisten en que Kinski llegó a perder por completo la razón. Días más tarde, Kinski abandonó el rodaje sin dar explicaciones.

Y así llegamos a 1992. Herzog se encuentra rodando “Grito de Piedra” en la Patagonia a su estilo. En otras palabras, un caos que incluye la pérdida de parte del metraje durante el descenso del Cerro Torre tras un día de rodaje. Por las noches habla sin parar de Klaus Kinski, “ese hijo de perra, chiflado y psicópata”. Antes de empezar una toma habla con Brad Dourif sobre el modo de encarar su papel. “Hazlo como lo haría Kinski”, le dice. Después añade, “ese bastardo cabrón”.

El Evangelio Según Woody…

I

Es cierto que no me gusta ir a fiestas, pero no soy un recluso. Voy al Madison Square Garden a ver los partidos de los Knicks. Ceno todas las noches fuera. Voy a menudo a la ópera y al teatro. Las personas no me agradan demasiado, es cierto. No soy un tipo antisocial, prefiero considerarme una persona selectiva.

II

Me veo dejando de hacer películas porque es un trabajo duro y lo que realmente me gustaría es escribir libros… Sería divertido. La gente siempre dice: «No puedes luchar contra el tiempo». No se dan cuenta de que mi fantasía consiste en no tener que levantarme por la mañana para ser recogido por una furgoneta camino de un rodaje para tener que lidiar con toda esa gente. Sería divertido hacer el gandul por la casa, ensayar con el clarinete y escribir.

III

Nunca me gustarán los Oscar. Por nada del mundo. No es por una razón importante ni algo parecido. Simplemente no me interesa, no es un plato de mi gusto, no es un territorio donde me sienta a gusto. Posiblemente piensen que me estoy pasando, pero mis intenciones no van por ahí. Si vuelven a llamarme es probable que esté tocando jazz esa noche, ya que me lo tomo muy en serio. Apenas he faltado una noche en quince años. Es uno de los placeres de mi vida.  Iré a una ceremonia de los Oscar cuando el mundo se acabe.

(Declaraciones para la revista Esquire de abril de 1987. El mundo se acabó en 2002…)

IV

No eres sincero contigo mismo. Hablas de escribir…, quieres escribir un libro, pero… pero al final te inventas cualquier excusa para visitar a un amigo o hacer un recado que podrías hacer cualquier otro día o quedarte sentado sin hacer nada. No hay nada más terrorifico que sentarse ante un folio en blanco.

V

En mis fantasías nocturas yo aspiraba a las películas de Kurosawa, Buñuel y Bergman. Ésas son obras maestras puestas en película, y nada me agradaría más que en algún momento de mi vida yo pudiera conseguir rodar una película de esa envergadura. A cambio, he ofrecido al público «Manhattan» y «Annie Hall». Películas que les hacen reír y alaban, pero que son entendidas como comedias con todo lo peyorativo que contiene la palabra. Siempre he sido el tipo gracioso encargado de hacerles reír. En cierto modo he conseguido mi objetivo: ocultar mi desazón.

VI

La mejor película que hice fue «Recuerdos». Fue la película menos popular. Puede que eso signifique automáticamente que era mi mejor obra.

VII

Dicho de manera muy simple, el objeto de «La Rosa Púrpura de El Cairo» era demostrar que todos tenemos que elegir entre la realidad y la fantasía y, por supuesto, nos vemos obligados a elegir la realidad, porque en el otro lado está la locura. Y cuando elegimos la realidad, nos hacemos daño, porque la realidad siempre hace daño. Cecilia (protagonista de la película) opta por un lugar intermedio. Una especie de limbo reservado para los que ni saben ni quieren vivir.

VIII

No me interesan esos temas que les gusta dirigir a otros. Acción. Películas de gángsters. No me dicen nada. Lo mío son las relaciones humanas. Y mi interés principal es lo que hace vibrar a las mujeres… psicológicamente también.

IX

No hace falta ser judío para estar traumatizado, aunque serlo ayuda.

X

En realidad la muerte no me asusta. Lo hacía cuando tenía treinta o cuarenta años, pero ahora no. El día que se baje el telón echaré de menos a las mujeres, la música de jazz, mi clarinete y los paseos por la calle 35. Dejar de escribir será en cierto modo una liberación. Me iré contento. Al menos habré conseguido no poner los pies en  Alabama.





Y tras la maleza, nada…

Agasajada con la representación de la cinematografía española en la próxima edición de los Oscar, «También la Lluvia» oculta tras su brillante empaque visual que retrotrae al suculento subgénero del cine en zona de conflicto, una nada disimulada posición ideológica que una vez rumiada resulta tan tendenciosa como penosamente aleccionadora.  Como si en un arabesco trazado sobre la nada se pretendiera enmendar el castizo «ser más papista que el Papa» para reconvertirlo en «nadie es más progresista que yo».  En ese sentido, y paradójicamente, los esfuerzos de Icíar Bollaín por distanciarse de las etiquetas y justificar su discurso, terminan por resultar grotescos al concienciar a los personajes más díscolos en un inverosimil viraje de apenas tres escenas, como si la directora pretendiera estar en todos los focos sin estar realmente en ninguno.

Todo empieza con un equipo de rodaje español que aterriza en Bolivia con objeto de ahorrar costes en el rodaje de una revisionista puesta al día de la conquista de América en la que Cristobal Colón es tildado como el déspota sin corazón que seguramente fue, al tiempo que se le califica de fascista. Sin tiempo de entrar en juicios de valor sobre lo atinada de tan anacrónica definición, se nos presenta a los religiosos Bartolomé de las Casas y  Antonio de Montesinos como precursores de todo humanismo imaginable en razón de su defensa de los indios, tomando como referencia a los apasionados actores que interpretan los papeles. La lección de historia toma entonces visos de puro aleccionamiento, recordando a menudo al cine de Ken Loach en el que no faltan las asambleas populares rodadas con titubeante cámara en mano.

El error de la película no nace de su posicionamiento, por supuesto. La muy nazi «El Triunfo de la Voluntad» y la muy comunista «El Acorazado Potemkin» son la prueba de que lo que precisa el cine es emoción y «También la Lluvia» carece por completo de ella. Ni siquiera las brillantes escenas finales de la revuelta social transmiten otra cosa que asombro por la capacidad de producción. Los múltiples intentos de dotar de alma a la cinta se estrellan una y otra vez en un frío muro de preguntas sin respuesta en el que nadie entiende por qué se rueda una historia tan localizable en un lugar remoto de Bolivia, ni las caprichosas mutaciones de los personajes, ni el porqué la dignidad que le fue arrebatada a los indigenas americanos no sólo no es responsabilidad de la directora el devolversela, sino que resbala por el tobogán de la indiferencia del espectador que únicamente logra sentir empatía por el personaje interpretado brillantemente por un emotivo Karra Elejalde en un papel escrito para caer bien.

Tras una escena en el que se gasta la última bala para lograr conectar con el mundo de la emoción, se alcanza el deseado final sin haber alcanzado el nirvana emocional ni el exhausto aura del que ha experimentado un profundo cambio interior. Muy al contrario, Bollaín insiste al cargar las tintas sobre lo evidente sin dejar en momento alguno de martillear con su mortificante moralina social para decorar la nada.

Poco importa que reciba o no la nominación a los Oscar. Lo preocupante es que el cine español siga dando un paso adelante y dos hacia atrás.

Extenuante Camino…

Posiblemente sea la bondad y la lealtad, su hermana bastarda, las mayores obsesiones de Peter Weir. Aparecen abiertamente en cada una de sus películas, junto a los mundos yuxtapuestos y la fabulación como metáfora. Por esa razón no es de extrañar que la primera frase que se graba en el subconsciente del espectador de «Camino a la Libertad» haga referencia directa a la bondad y a la debilidad que le supone a quien la padece. Todo un caramelo para Weir, habilidoso como pocos intercambiando roles y mutando personajes en virtud de la fe.

«Camino a la Libertad» carga de entrada con la pesada losa de un guión apresurado, a menudo tendencioso y rebosante de  un sentimentalismo converso pese a la dureza, nunca extrema, que marca a los personajes. Es en este punto en dónde se produce la negación de la evidencia que proclama que se puede hacer una mala película de un buen guión, pero jamás se da el caso inverso. Weir, curtido artesano, obra el prodigio de conseguir que el cansancio que exuda la pantalla no alcance al espectador mediante un ritmo prodigioso y un sobrado domino de cada tuerca destinada a ensamblar el artificio hasta convertirlo en una respetable obra que deberá cargar con la pesada cruz de una promoción alineada con su guión en la que se ensalzan los límites del «espíritu humano».

Bobadas a un lado, la belleza aparece con cuentagotas en los momentos más inesperados, siendo el más memorable cuando Irena (Saoirse Ronan) recupera durante unos instantes su feminidad a orillas del lago Baikal,  en uno de esos instantes en los que la media luz daña los ojos. Es entonces cuando Weir se muestra para brindar unos minutos antológicos en los que los personajes arrojan sus caretas al sentir que el camino será largo y seguramente nunca tendrá final. El resto del metraje se ve con el agrado con el que se consume un producto bien manufacturado al que se le ha restado el ingrediente que necesita para conservar mayor sabor y una textura más mullida.

La segunda ocasión en la que se hace referencia a la bondad, Weir lleva tiempo desaparecido. Supongo que acampó junto a Irena a orillas del Baikal.

Zombiología…

Para María Tatenen, que inspiró este tonto posteo…

Dentro del cine de terror, el subgénero zombie tomó carta de naturaleza gracias a George A. Romero, si bien, hacía décadas que los muertos vivientes alborotaban las salas de cine con sus andares torpes y su insaciable apetito por la carne humana (viva, se entiende). Escanear en profundidad un fenómeno que saca a cientos de miles de personas a las calles el día mundial del zombie es sumamente complejo. Tal vez todo sea más sencillo de lo que parece y las películas sobre zombies no busquen otro fin que el de alimentar a unos acólitos fieles mientras el surtido de maquillaje abunde y el corazón siga latiendo de modo sincopado.

De momento, ahí queda mi antología zombie de películas, para bien o para mal, imprescindibles y cosplays probables.

APOCALIPSIS CANÍBAL (1980)

Memorable incursión italiana en los más profundos adentros de la simbogía zombie que toma como punto de partida la misión secreta de cuatro comandos que investigan una fuga química en Papúa Nueva Guinea. Por supuesto, la fuga no sólo se ha producido, sino que ha degenerado en una orgía de muertos vivientes en busca de carne fresca con preferencia por la de los inconscientes comandos. Imprescindible cinta para días sin huella.

Caracterización zombie: Mediocre. A medio camino entre una performance de Gila y los restos de serie de una casquería.

LA NOCHE DEL TERROR CIEGO (1971)

Generosa muestra del agroterror más cañí de la mano del inclasificable Amando de Ossorio. Dos amigas, acompañadas del maromo de turno, se dejan caer en una parador rural para pasar unos días. Los vericuetos del inverosimil guión terminan llevando a una de las chicas a un pueblo abandonado en el que será martirizada por un grupo de aburridos zombies templarios. Verles montando a caballo sigue despertando mis sonrisas más tiernas. Pese a ello, en días tontos hasta puede inquietar.

Caracterización zombie: Económica. Amando de Ossorio tomó prestados los esqueletos de alguna facultad de medicina y se marcó una película con tan escueta materia prima. De haber existido las tiendas de chinos en los años sesenta, habría rodado «Titanic».

LA SERPIENTE Y EL ARCOIRIS (1988)

Wes Craven trató de sacudirse la fama de director de insustanciales películas de terror para adolescentes llevando al cine la espeluznante historia autobiográfica del antropólogo Wade Davis. Secuestrado, torturado y finalmente zombificado durante una odisea sin fin en Haití, la novela que escribió sigue siendo una de las más fieles y crudas descripciones que todo aspirante a no muerto debe leer.

Caracterización zombie: Gradual. Aunque tiende hacia el repelús más gratuito, el esfuerzo por acojonar de modo realista es palpable.

LA NOCHE DEL COMETA (1984)

A su paso por la Tierra, el cometa Halley pulveriza a casi la totalidad de la población mundial conviertiendo en zombies a los supervivientes. De la hecatombe sólo se salvan dos amigas adolescentes y el inevitable tío bueno,  que pese a ser más tonto que pellizcar cristales está dotado de unos abdominales XXL que le otorgan voz y voto. Sin presupuesto para mucho más que para el esperpéntico maquillaje de los zombies, la mayor parte de la película fantasea con las posibilidades de un mundo moderno a disposición de unos adolescentes sin reglas que cumplir. Como en la casa de George Clooney, vamos.

Caracterización zombie: Pura guasa, las máscaras caseras de Halloween tienen más rigor. La quinta ocasión en la que le bailan los ojos tras la máscara a un supuesto zombie conserva la gracia. A la novena las ganas de matar al susodicho aumentan.

MUERTOS Y ENTERRADOS (1981)

Excelente y olvidada película que cuenta cómo todo forastero que pisa el pueblo de Potters Bluff acaba convertido en papilla ante la pasividad local. Dotada de un atmósfera desasosegante y una puesta en escena que rehuye los lugares comunes, el único punto discordante es su desajustado casting y sus pretensiones excesivamente a la baja. Actitud le sobra.

Caracterización zombie: Refrescante. Lejos del barroquismo, posiblemente forzados por su escueto presupuesto, se empeña en hacer aparecer a los zombies con escasos estragos y cierta lozanía de epidermis y movimientos.

LA NIEBLA (1980)

Jamie Lee Curtis, scream queen oficial de las películas de John Carpenter, se cansa de poner caras de susto mientras el director se afana en su cruzada contra la ñoñez haciendo imágenes una leyenda de zombies sanguinarios que brotan cuando aparece la niebla en un pueblo pesquero. Hasta aquí bien, el problema es que la película no da para más que para una historia de Halloween contada con una linterna bajo la mandíbula.

Caracterización zombie: Aparatosa, muy del estilo del director.  Alguno de los zombies incluso pierde un ojo o la nariz durante el exterminio. Bendito seas, Johnnie.

ZOMBIES PALETOS (1987)

En plena desmitificación del mito zombie, la Troma metió sus zarpas en los restos del cadáver dando a luz una inclasificable patochada en la que unos palurdos se beben un bidón con residuos tóxicos convirtiéndose en zombies a la caza del excursionista urbanita. La cosa, como todo lo que factura la Troma, tiene su gracia (más si se cuenta con la ayuda de alguna sustancia no del todo legal), pero eso de verla más de una vez, ni hablar…

Caracterización zombie: Cacofónico. Obra, con seguridad, del mismo equipo de maquillaje que dio vida al Toxie de «El Vengador Tóxico».

RE-ANIMATOR (1985)

Más cerca de Frankenstein que del mito zombie, Stuart Gordon resucitó la ironía y al tono festivo para el género con esta orgía de sangre y visceras. Como colofón, escenificó una escena de sexo entre una rubia de buen ver y una cabeza amputada, sujeta por su propio cuerpo decapitado, en un alarde de buen gusto gore. Las inevitables secuelas fueron decepcionantes. Lástima, con lo bien que empezó la fiesta.

Caracterización zombie: Sanguinolienta. El regusto por la carne putrefacta le otorga puntos.

CEMENTERIO VIVIENTE (1989)

Enésima adaptación de un relato de Stephen King que narra lo vitaminado de un cementario de mascotas con la facultad de devolver la vida a quien allí sea sepultado. La mala hostia con la que vuelve a la vida el hijo del protagonista es pura lógica. ¿Qué esperaba, tras enterrar a su hijo al lado de un gato llamado Fred? Por lo demás, todo tan previsible como ajustado. Sin sustos de más ni sobresaltos de menos.

Caracterización zombie: Hiperrealista. Sin apenas hedor ni descomposición visible, pero con olor a sangre.

LA LEGIÓN DE LOS HOMBRES SIN ALMA (1932)

La primera experiencia zombie en la gran pantalla llegó de la mano (cómo no) de Bela Lugosi. En esta ocasión interpreta a un maléfico hechicero vudú que atrae hacia sí a una pareja de recién casados en luna de miel por Haití con objeto de zombificar a la chica. Entrañable cine de monstruos gesticulantes cargados con menos maquillaje del que utiliza cualquier invitado en «Salvame».

Caracterización zombie: Austera. Lejos del punto loco del zombie moderno.

LOS NIÑOS NO DEBERÍAN JUGAR CON COSAS MUERTAS (1972)

Aparentemente filmada con los pies, marca de la casa del gran Bob Clark, este icono del terror juvenil funciona con dos marchas y aún le sobra una. Cuenta la historia de un grupo de adolescentes, miembros de una secta de chichinabo, que participan del ritual para despertar a los muertos de su alucinado líder. Al final, por casualidad y por obra de manos con más sabiduría, los muertos abandonan sus tumbas para unirse en una partouze de casquería no exenta de saludable humor necrofílico. Le falta tomarse más en serio a sí misma para alcanzar un mayor grado de enjundia, pero de haberlo hecho no sería lo mismo. Alucinación freaky en grado cinco.

Caracterización zombie: Supongo que agotaron el suministro de vendas y latex de algún pueblucho de Rhode Island para filmarla. Divertido incluso cuando las lentillas de pega se descuadran de los ojos.

POSESIÓN INFERNAL (1981)

Además de situar a Sam Raimi en el mapa de cinéfilos pecadores e impepinables, «Posesión Infernal» supuso un espectacular salto cualitativo en el género, llegando al punto de que docenas de sesudos críticos gafapastas la calificasen de clásico moderno. Desde entonces, la historia de los incautos excursionistas captados por un mal con reminiscencias lovecraftianas pasó a ser carne excusiva de cineclub. ¡¡Rescatémosla!!

Caracterización zombie: Genuina. Pongamos una pizca del rictus de la Bruja Avería, sumemos unos toques gore y nos queda la expresión de un orgasmo de Michael Ironside.

ZOMBI (1978)

George A. Romero, el artífice de todo esto, ya había tocado techo con «La Noche de los Muertos Vivientes» cuando redundó en el tema con «Dawn of the Dead» (penosamente rebautizada en España como «Zombie»). Poco importa que para los auténticos gourmets esta nueva visión sea sobradamente superior a su mítica primera incursión zombie. Lo realmente importante fue el cinismo y la dosis amoral que imprimió en esta joya que mantiene sus propiedades abrasivas hoy día.

Caracterización zombie: Insistente con un plus. Conserva la misma mala leche de sus antecesores y a ello suman una movilidad motriz superior sin perder sus referentes robóticos.

LA TIERRA DE LOS MUERTOS VIVIENTES (2005)


El esperado retorno de George A. Romero al mito zombie se hizo esperar, pero al fin encontró su sitio tras el renacimiento mainstream del fenómeno zombie al rebufo de obras como «28 Días Después». Inteligente fábula sobre una sociedad aislada y sometida al acoso de un mundo exterior poblado por zombies sin escrupulos. Unos santos, en cualquier caso, comparados con los líderes de esta sociedad sin futuro infectada por la avaricia. La sutileza nunca fue una virtud de Romero y en esta ocasión está ausente como nunca en favor del pesimismo más explícito.

Caracterización zombie: Austera y efectiva. El miedo, casi siempre, no precisa de la carne putrefacta ni de la hemoglobina fácil para aparecer, aunque éstas ayuden…

PLANET TERROR (2007)

Un extraño virus se extiende por una garrula región de los States al tiempo que unos militares de gesto chungo (como corresponde a toda serie B que se precie, aunque sea impostada) hacen lo imposible para hacerse con un antídoto a contrarreloj. Lo mejor, las poses macarras y unos zombies más estúpidos de lo habitual. Los vestidos ultrasexies de ellas también, of course.

Caracterización zombie: Puro cachondeo. Robert Rodríguez jalea la mejor cutrez de las series B de pase doble con un maquillaje destinado a provocar arcadas. Demasiado elaborado para lo que requería el caso, tal vez…

PÁNICO EN EL TRANSIBERIANO (1973)

Sucedió que en pleno delirio de mi infancia se cruzó esta obra magna del absurdo en el que el cuerpo de un extraño ser encontrado en la estepa china es enviado a bordo del transiberiano hasta Londres para ser analizado. Por supuesto, el bicho cobra vida y cubre de muerte (y zombies) unos vagones ya de por sí lo suficientemente mortecinos. Rodada de modo alucinado, esta coproducción hispano-británica podría formar parte de cualquier revival zombie por derecho propio. Y eso que el monstruo suda como un mortal tras su careta de plástico. ¡¡Un must!!

Caracterización zombie: De traca. Aunque pretenda dar miedo y a cambio dispense pena, el monstruo formará para siempre parte de las sesiones dobles dominicales de mi infancia. Especialmente cuando la careta del monstruo cede ante la ley de la gravedad, algo que sucede en más de una ocasión. El que los niños le aplaudiésemos cuando aparecia, suena hoy enternecedor.

EL CARNAVAL DE LAS ALMAS (1962)

Esta ignota obra maestra del género de terror avanzó lo que otros contaron décadas más tarde. Plena de vigor narrativo y propietaria de una atmósfera enfermiza que aplasta al espectador al tiempo que a su protagonista, nos sume en un mundo en el que la realidad se difumina hasta confundirse con el ensueño de las peores pesadillas. Todo comienza con un accidente de coche y termina con uno de los climax más tormentosos jamás proyectados en una sala oscura. Ni siquiera las lágrimas proporcionan paz, mucho menos descanso.

Caracterización zombie: Angustiosa. En sintonía con los parámetros seguidos por su director, físicamente los zombies podrían ser los mismos que tienden sus manos para ayudarte. Sólo que comen cerebros.

ZOMBIES NAZIS (2009)

Curiosidad noruega situada en las antípodas de las parodias más macarras pese a su vocación transgresora. El guión es tan disparatado como se exige, pero carece de la maldad suficiente que las cruces gamadas otorgaban a sus portadores. Tras un vistazo rápido merece el olvido inmortal.

Caracterización zombie: Sin duda, lo mejor de la película. Si bien, los uniformes nazis acojonan más que los labios descarnados.

REC (2007)

Una reportera televisiva ambiciosa dispuesta a todo por una buena exclusiva; un edificio «contaminado» en pleno corazón de Barcelona; reminiscencias religiosas y zombies sanguinolientos atacando a degüello… Jaume Balagueró y Paco Plaza hallaron la piedra rosetta sin necesidad de escarbar demasiado, pues siempre estuvo ahí. Cocinar de modo impecable los ingredientes es mérito suyo. El engrandecer una película en verdad rayana en la mediocridad más absoluta fue mérito del público que la coronó. Así y todo, asusta en más de una ocasión. Cosa de los miedos atávicos bien gestionados.

Caracterización zombie: De manual. Sin arriesgar demasiado, pero sin dejar nada fuera del catálogo.

BIENVENIDOS A ZOMBIELAND (2009)

Chulería en la línea del «Vampiros» de John Carpenter que juguetea con la posibilidad de un mundo poblado por macarras, cobardes y zombies sin lugar para matices. Cuesta encontrarle la gracia si se acude a ella armado con prejuicios. Si se intercambian éstos por un rifle del calibre 22, la diversión está asegurada.

Caracterización zombie: Desprejuiciada. Liberense de juicios de valor y disfruten del espectáculo de ver strippers zombies corriendo con las tetas ensangrentadas tras un cliente fondón todavía con los billetes de dólar en sus manos. De lo más reconfortante que he visto en años.

ZOMBIES PARTY (2004)

No deja de resultar curioso que las mejores películas de los últimos años sobre el mito zombie hayan sido manufacturadas en el Reino Unido. La más memorable es sin duda alguna «Shaun of the Dead», que tan desafortunado título hispano debe arrastrar a cuestas. Una historia de amor… con zombies o una comedia negra… con zombies o una sátira social… con zombies. Como prefieran, lo cierto es que tan saludable reinvención del género mereció reverencias en todos los lugares por los que pasó. La insuperable escena de la matanza de zombies a ritmo de Queen figura en mi particular top ten de lugares en los que me habría gustado estar.

Caracterización zombie: Suprema. La parodia alcanza también a los auténticos protagonistas de este genial despropósito, los zombies. Caminares yuxtapuestos, miradas fuera de órbita y sangre a borbotones. ¿Quién da más?

AMANECER DE LOS MUERTOS (2004)

En su gran ópera prima, Zack Snyder no sólo se atrevió a enmendar al padre de todo esto (George A. Romero) con un remake de «Zombie» a la altura sino por encima del original, además dotó a la película de un descaro narrativo y una puesta en escena desacomplejada que asombró a una audiencia que creía haberlo visto todo sobre el tema zombie.

Caracterización zombie: Notable. Un guiño directo al gore tradicional sin olvidar un saludable tono autoparódico.

UNA DE ZOMBIES (2004)

Inclasificable chapuza digna de Pepe Gotera sustentada por una confesa adoración por la caspa más pertinaz. Su director, Miguel Ángel Lamata, pensó que una película de zombies y tetas era lo que el público necesitaba y razón no le faltó. Un par de cervezas, mucha tontería cómplice y ya tenemos una velada montada.

Caracterización zombie: A tono con el panorama general de la cinta: chapuza presuntamente adrede. En otras palabras, una porquería satisfecha de su propio ombligo.

NO PROFANAR EL SUEÑO DE LOS MUERTOS (1974)

Con mayor eficacia de la que le otorgan los no mitómanos, Jordi Grau entró de lleno en el universo zombi tomando cada uno de los tópicos que se suponía debía utilizar. Hay un experimento militar fallido, mucha viscera al aire y una supuesta denuncia social que no pasa de excusa barata para dar pistoletazo de salida a la juerga. A mí, que la vi de niño, miedo me sigue dando ver a José Lifante (que ya de por sí da batante miedito al natural) con el pecho seccionado y la cabeza embutida en vendas mal anudadas. Y esa campiña inglesa llena de zombies jadeando con acento burgalés…

Caracterización zombie: Naturalista. Siguiendo las normas imperantes en la época, se trató de dar verosimilitud a los zombies mediante un ultrarealismo que pretendía corregir a los originales romerianos sin dejar de serle fiel. Osease, que la diversión se achica al tiempo que aumenta la grima.

EL ÚLTIMO HOMBRE… VIVO (1971)

Basada en la soberbia novela de Richard Matheson que tan buenos ratos me hizo pasar en mi adolescencia, «Omega Man» elucubra, con cierto paternalismo, sobre las consecuencias de una guerra bactereológica y sus consecuencias. Para empezar, la aniquilación de la vida en la Tierra, salvo el inevitable protagonista molón. Dos, el auge de una sociedad zombie con preferencia por la piel humana para cenar. No está mal, aunque la historia mereció mejor suerte y menos moralina.

Caracterización zombie: Psicodélica con aire postpunk. Algo así como Billy Idol de resaca.

SOY LEYENDA (2007)

Como escribió mi apreciado Javier Iglesias: «si tú eres leyenda, yo soy historia». Infumable engendro a mayor gloria de Will Smith (especialista en dejar cojo lo que nace sin piernas) basado en la inmortal novela de Matheson. De hecho, va más allá que «Omega Man» en sus pretensiones, logrando a cambio unos resultados ridículos incluso para los estándares más holgados del mainstream más inmoral. Sobrada de poses con tufo trascendental y falta de materia orgánica que llevarse a la boca, con seguridad, de haberlo sabido, los zombies que persiguen a Smith le habrían dejado en paz por falta de valor alimencio.

Caracterización zombie: Tremendista. En busca del sustito fácil y dando la espalda a los cánones clásicos.

28 DÍAS DESPUÉS (2002)

Danny Boyle, ecléctico como él solo, rueda una de terror reinventando el subgénero zombie sin dejar de beber en las fuentes clásicas. Hay un virus (otro más) de procedencia militar que ha diezmado a la población, hay (más) avenidas vacías y hay unos supervivientes desorientados que tratan de mantener sus hígados en su sitio. La novedad viene de parte de los zombies. ¡¡Pueden correr!! 

Caracterización zombie: Asombrosa. En realidad ya se habían visto zombies corredores antes, pero nunca con semejante capacidad atlética. Alguno de ellos, excesivamente fogoso, llega incluso a adelantar a los protagonistas en alguna ocasión. Si le dejan se cruza el canal de la Mancha a nado e infecta Francia entera él solito. Go, go, go!!!

RESIDENT EVIL (2002)

Al margen de su procedencia (la película está basada en un popular videojuego), pocas novedades ha aportado la saga al mundo zombie más allá del fibroso cuerpo de Milla Jovovich y la multitud de poses macarras de saldo. En su haber se puede sumar la fidelidad al espíritu del videojuego original y lo poco en serio que se toma a sí misma. En su contra, todo lo demás, bostezos ocasionales incluidos.

Caracterización zombie: Fiel al tremebundismo del juego, en la pantalla grande se echa en falta más carne putrefacta y menos pixel.

BRAINDEAD (1992)

Todos tenemos un límite. El mío (por pudor) consiste en no reproducir el título hispano de esta chorreante cinta dirigida por Peter Jackson en pleno delirio gore. Divertidísima en su fondo, su factura excesivamente underground (resultona en un principio) termina por resultar cansina. Luego Jackson salió de la crisálida para hacerse mayor, perdió treinta kilos y le dio por la cursilería más ruin ( la última media hora de «King Kong» es denunciable; «The Lovely Bones» directamente le convierte en asesinable). Más motivo para disfrutar de «Braindead». Por lo efímero, digo…

Caracterización zombie: Gore en grado sumo. Cualquier fotograma de la película podría servir como foto de carpeta de un album de Avenged Sevenfold. Peca por exceso y llega a saturar, pero se le perdona por esta vez.

LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (1968)

El génesis del mito zombie se gestó gracias a un presupuesto de 114.000 dólares, nueve cajas de jarabe de chocolate para simular la sangre y un equipo técnico y artístico sin experiencia alguna. Paradójicamente, la ausencia de posibilidades técnicas favoreció a la atmósfera generada por George A. Romero, consiguiendo un terror sordo basado en la insinuación más que en lo explícito. Sus carencias artísticas, más notorias, dejan un argumento pobremente desarrollado en manos de unos actores que lograron hacer de la necesidad una virtud mediante los claroscuros que la fotografía en blanco y negro permite. Un clásico del cine en general que mantiene su frescura cuarenta años después.

Caracterización zombie: Escalofriante. Al tenebroso casual look de los muertos vivientes se debe añadir su torpe capacidad motriz que generó toda una leyenda.

YO ANDUVE CON UN ZOMBIE (1943)

La obra capital del subgénero zombie fue dirigida por Jacques Tourneur como pieza fundamental en su cruzada en favor del cine fantástico, potenciada por entonces por la RKO y la Universal. Exuberante, frondosa, sobrecogedora ningún adjetivo serviría para calificar la riqueza de una puesta en escena pensada para inquietar más que para asustar. La magia negra y los zombies llegaron para quedarse…

Caracterización zombie: Suprema. Unas lentillas blancas y un leve maquillaje mortecino son armas suficientes para poner en marcha el engranaje de los temores más básicos.

Y fin…