Diablogo: Aquella en la que Prince y Michael Jackson se llamaron por teléfono…

No es algo misterioso ni oculto, pero no muchos saben que  Prince y Michael Jackson estuvieron a punto de grabar «Bad» a dúo. El plan original ideado por el genio de Gary (Indiana) presentaba una lucha de egos de las dos grandes estrellas del funk del momento. Pero, con todo listo para grabar, Prince se apeó del proyecto. Las especulaciones desde entonces fueron numerosas: miedo a medirse con Jackson, advertencias de su discográfica de que estaba a punto de cometer el error de su vida, una sonora bronca entre las estrellas pocos días antes. Lo cierto es que «Bad» terminó siendo una de las canciones emblemáticas de finales del siglo XX, y que el papel de Prince le fue otorgado a Wesley Snipes en el célebre vídeo dirigido por Martin Scorsese.

Hace pocos años, Prince (o The Symbol) habló al fin sobre sus motivos para echarse atrás en el programa de Chris Rock. Su poco creíble excusa fue que la letra de la canción incluía una estrofa que rezaba: «tu culo es mío» en boca de Jackson mientras miraba fíjamente al pequeño príncipe de Minneapolis. Según sus palabras: «Ni yo te voy a decir eso, ni tú me lo vas a decir a mí». Pudorosa reacción difícilmente creíble en alguien que siempre jugó con la ambigüedad sexual tanto en su música como en su imagen.

Puestos a elucubrar, recupero la sección de Diablogos que un día robé a Mycroft, para imaginar cómo fue aquella llamada telefónica:

Jackson: Sí.

Prince: Hola, Michael. ¿Sabes quién soy?

Jackson: Claro que sé quién eres. El tipo que mañana cantará conmigo la mejor canción pop de la historia. Vamos ha reescribir la historia de la música, tío.

Prince: La verdad es que no sé cómo decirte esto… ¿Recuerdas la historia que me contaste la última vez que nos vimos. Cuando tu padre te quitó a tu perrito como castigo tras una mala actuación de los Jackson Five y cómo aquello significó una gran decepción en tu vida?

Jackson: Desde entonces no he podido mirar a un perro. Es demasiado doloroso.

Prince: Pues imagina que pierdo el avión a Los Angeles de esta tarde y no puedo grabar «Bad». Es más, imagina que no lo tomo porque no quiero hacerlo. Espero no decepcionarte…

Jackson: ¿Pero qué estás diciendo? ¡Es una canción cojonuda! ¿Vas a perder la ocasión de cantarla conmigo?

Prince: Claro que es buena, pero no es mi estilo. No me va hacer duetos con otros tíos.

Jackson: ¡Vamos, todo el mundo sabe que no eres gay!

Prince: No es solo eso. La canción tampoco encaja conmigo. Mido un metro cincuenta y siete, joder. Vivo semirecluído en mi casa porque la gente me asusta. ¿Crees que puedo liderar una banda de chicos malos?

Jackson: Yo vivo en Wonderland con un orangután llamado Bubbles y lo voy a hacer. ¿Por qué tú no?

Prince: No es mi tipo de música. Ofrece la canción a alguien más acorde. A Rock Stewart o alguien así.

Jackson: ¿Rock Stewart? ¿Qué estás insinuando?

Prince: Joder, que tú grabaste «Say, say, say» con MacCartney. Sabes que esa canción es una mierda. Eres un genio, pero a veces el filtro te falla.

Jackson: «Say, say, say» era un divertimento. Paul y yo lo pasamos genial. No pretendíamos otra cosa.

Prince: ¿Y qué me dices de «Ebony and Ivory»? Es un puto himno de iglesia baptista.

Jackson: Es una canción que habla de la concordia. El tipo de música que nos hace mejores seres humanos.

Prince: Venga ya.

Jackson: ¿Sabes qué? Prefiero que no vengas.

Prince: No pensaba ir.

Jackson: Entonces no tenemos más que decirnos.

Prince: Vamos no te enfades. Siempre puedes ofrecer la canción a Madonna. Esa tía es más masculina que nosotros dos juntos.

Jackson: Se acabó, la cantaré yo solo y que te jodan.

Prince: Vale, vale. Solo una cosa más…

(Jackson cuelga el teléfono)

Prince: ¡Qué borde! Iba a decirle que tenga cuidado con el tipo que va a dirigir el vídeoclip. No me parece de fiar. En fin, a lo mío. ¡¡Vanity!! ¡¿Aún está caliente el jacuzzi?!

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Que los ángeles del cielo te guíen. Que os guíen a los dos. Gran parte de mi adolescencia transcurrió con vuestra música sonando de fondo. Esa deuda es impagable…

 

La alfombra es un manto de cesped si tú estás allí…

Laura y Jim vuelven a encontrarse inesperadamente. La última vez que se vieron fue extraña. Laura confesó haber llevado una vida estéril y plagada de miedos. Jim, que asustado se marchó, se encuentra ahora junto a ella en su habitación.

Laura: No pensé que volvería a verle más.

Jim: ¿Por qué?

Laura: Porque le decepcioné.

Jim: Mucha gente me ha decepcionado a lo largo de mi vida, pero no usted.

Laura: Ahora sabe quién soy.

Jim: Sé que colecciona figuritas de cristal y que no frecuenta las escuelas de secretariado.

Laura y Jim sonríen.

Jim: ¿Sabe qué veo cuando la miro? A una mujer frágil que ha sabido mantenerse lejos de la inmundicia de ahí fuera. En cierto modo ha logrado un éxito al que aspiramos muchos.

Laura: No sea tonto, usted ha vivido. Yo no.

Jim: No quisiera haber vivido la mayor parte de las veces ¿Estuve en la guerra, sabe? Tenía diecisiete años entonces.

Laura: Lo sé. Estaba en un lado de la calle cuando su regimiendo desfiló. Iba muy elegante con su uniforme.

Jim: Aquel uniforme no duró mucho.

Laura: Ha estado en Europa. Ha visto mundo.

Jim: Y ahora estoy aquí, en su cuarto. Haciendo un picnic en su alfombra rodeado de animales de cristal. ¿Tiene elefantes?

Laura: Sí, aquel de allí. ¿Le ve?

Jim: Me gustan los elefantes. Me gusta su habitación. Es como si el mundo no tuviese influencia tras sus paredes.

Laura: Muchas veces las he derribado mentalmente.

Jim: ¿Y cómo se sintió?

Laura: Deseé haber estudiado albañilería para volver a edificarlas.

EL ZOO DE CRISTAL

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Diablogo Púrpura…

Ha terminado la proyección de «Sombrero de Copa», película que ha sustituido, tras diversos vericuetos, a «La Rosa Púrpura del Cairo» en el cine Jewel al que Cecilia acude compulsivamente para sortear la triste vida que la espera ahí fuera. Cecilia es la última en abandonar su butaca, como cada noche. Eso cree ella, pero en realidad en esta ocasión un hombre moreno, de unos treinta años, que se sentaba tres filas tras ella aguarda sentado que Cecilia se levante. Alcanzan al tiempo la puerta de salida. Él la sujeta cediéndola el paso.

ALEX:¡ Es asombroso! Llevo viéndola sentada en la misma butaca cinco días consecutivos. Realmente debe gustarle esta película.

CECILIA: Oh no, otra vez no…

ALEX: ¿Le ocurre algo?

CECILIA: ¿Es usted pariente de Tom Baxter?

ALEX: ¿Quién es Tom Baxter?

CECILIA: ¿Amigo quizás?

ALEX: ¡¡No, claro que no!! Ni siquiera sé de quién me habla.

CECILIA: ¿Entonces quién es usted?

ALEX: Alguien que ha visto esta película cinco días consecutivos.

CECILIA: ¿Porque le gusta Fred Astaire?

ALEX: Porque me gusta usted…

Diablogo…

Tom: Puedo ver a mi padre sentado en su silla de mimbres deshilachados. Vencido prematuramente por la vida, como si al echar a andar partiese con desventaja. Incluso las historias que me contaba de niño nunca terminaban bien. Siempre incluían niebla, sombras y tristeza. Una vez le dije: ¿Conoces alguna historia con final feliz? Me contestó que no. Si tú sabes alguna, cuéntamela…

Waterland (1992)

Nine years ago…

Tracy (señalando una arruga que surca verticalmente el ceño de Isaac): ¿Qué es esto?

Isaac: La prueba de que he vivido.

Tracy (recorriendo la marca con los dedos): Me gusta. Ahora mismo estoy recorriendo tu adolescencia.

Isaac: Pues si encuentras a la señorita Rosenthal dile que se equivocó: no he acabado en la cárcel…

Tracy ríe. Se hace un breve silencio.

Isaac: Te habría esperado, Tracy. Me habría bastado con llamadas telefónicas, cartas y pasajes de avión bimensuales…

Tracy: Sabes que no habría sido así. En una exposición, en un café o haciendo footing por Central Park habrías conocido a alguien, y dos semanas después me hubieses escrito una carta con treinta puntos que confirmarían que lo nuestro era imposible.

Isaac: Tienes razón. De hecho conocí a una chica en una exposición de Hopper, a otra en un café de Little Italy y a otra mientras hacía footing en Central Park. Tienes un don, de veras. Deberías dedicarte a la adivinación o algo así.

Tracy (riendo): Eres un libro abierto para mí…

Isaac: De todos modos, que sea un inmaduro no justifica que te hayas liado con un estudiante de solfeo diez años mayor que tú.

Tracy: Tú eres diecisiete años mayor que yo.

Isaac: Razón de más. A mí ya me tenías. Te habrías ahorrado un montón de horas de esfuerzo tratando de resultarle interesante a alguien.

Tracy: Isaac…

Isaac y Tracy guardan silencio durante unos segundos. El gesto de ambos muestra desconcierto.

Tracy: No es estudiante de solfeo. Ya lo sabes. Es trompetista de jazz y estudia para ser rabino.

Isaac: ¡¡Genial!! ¡¡Un rabino trompetista!! Se me ocurren una docena de chistes y ni siquiera estoy vestido.

Tracy: Dentro de dos horas nos despediremos y probablemente no volveremos a vernos. ¿Quieres pasar el tiempo que nos queda juntos haciendo chistes?

Isaac hace una mueca de desencanto. Se quita las gafas y las deja sobre la mesita situada al lado de la cama. Apaga la luz de la lámpara y recuesta su cabeza sobre el pecho de Tracy.

Isaac (musitando en voz muy baja): Esto no ha terminado, Tracy. No sé cómo ni cuando, pero sé que volveremos a vernos.

Tracy: ¿Qué ocurre ahí abajo?

Isaac: Inaudito, un rabino trompetista…

Manhattan -epílogo improbable-  (1979)

Falling…

Squirrell: ¿Cuéntame por qué las mujeres se enamoran de unos hombres en lugar de otros?

Sue Ann: Apuesto a que has tenido a montones de chicas.

Squirell: Sí, claro…

Sue Ann: Estoy segura de que montones de chicas escarbaron para ver al chico especial que habita dentro de ti.

Squirell: Te equivocas. Nunca le interesé a demasiada gente. Las chicas creen que los chicos no saben nada sobre ellas y que lo saben todo sobre nosotros. Pero no funciona así. Conocí a algunas chicas que me dijeron que era un tipo agradable y que después acabaron con otros tipos agradables más fáciles de domesticar. En realidad todo se reduce a eso: las chicas buscan fieras salvajes a las que domar para que encajen en su mundo. Mientras tanto se lamentan todo el tiempo de lo que habría sido su vida si hubiesen podido capturar a ésta o a aquella fiera, más hermosa o más sensible que la que consiguieron. Y tú languideces sin que se den cuenta…

Dancer, Texas Población 81 (1998)

Diablogo Empírico…

Maggie: A ver, define el amor…

Sam: ¿Por qué?

Maggie: Porque de cada dos palabras que salen de tu boca una es amor y quisiera saber qué es ese ideal mágico que tienes. Defínelo…

Sam: No quiero hacerlo. Sería infantil.

Maggie: No tienes ni idea de lo que es el amor, ¿es eso?

Sam: Claro que sé lo que es el amor. Es como… como si toda tu vida fueras por ahí con una sensación de vacío en tu estómago, te sientes completamente hueco. Y si estás enamorado te sientes… no-hueco. Es como si antes de ella no hubiese habido nada. Un vacío cavernoso. Olvídalo, no se puede definir…

Maggie: ¿Eso es todo? ¿Un vacío cavernoso? ¿Haces todo esto para evitar un vacío cavernoso?

Sam: Lo hago porque tengo que hacer algo. Sigo enamorado de ella, igual que tú de él.

Maggie: No, no, no, no… yo no sigo enamorada de él. Quiero verle retorcerse de dolor. Quiero que implore mi perdón.

Sam: Puedes llamarlo como quieras, eso es amor.

ADICTOS AL AMOR (1997)

Comming Home…

El doctor Carter (Noah Wyle) regresa a Chicago de madrugada tras estar a punto de perder la vida en África. Nadie le recibe. Siente que ahora es otra persona, prefiere que sea así. Se sienta en una silla del salón, abre una cerveza y mira el reloj. Son las tres y media de la madrugada. Marca un número en el teléfono…

Abby (entre adormilada y confusa): ¿Sí?

Carter: Hola, Abby…

Abby: ¿John? ¿Eres tú? Hace meses que no sé de ti. (empieza a llorar) ¿Por qué no llamaste? ¿Creía que habías muerto?

Carter: Abby, sólo quería decirte que he pensado en ti cada día…

Abby: No puedes hacerme esto. Ahora no. Me ha costado mucho aceptar que…  Joder, ni siquiera te despediste de mí cuando te marchaste.

Carter: Te quiero, Abby…

Abby cuelga el teléfono sin dejar de sollozar. Abandona la cama para mirar por una ventana. Fuera, las calles están nevadas. John hace lo mismo en otra parte de la ciudad.

Blake Edwards visto por ellos…

HOLLY GOLIGHTLY (Desayuno con Diamantes)

«Me hacía madrugar demasiado, aunque reconozco que organizaba buenas fiestas»

El Gran LESLIE y el Profesor FATE (La Carrera del Siglo)

El gran Leslie

«Me caía bien, aunque no supiera vestir. Una vez incluso le invité a mi caravana. ¡¡Qué mocasines tan horribles!!»

Profesor Fate

«Nunca tuve más trato con él salvo a la hora de rodar. La faltaba mala hostia, pensaba, hasta que al rodar la última escena me hizo perder. Nunca se lo perdoné»

JOE CLAY (Días de Vino y Rosas)

«Vació una botella de whisky delante de mí. Me habría dado igual de no haber sido un Talisker de 15 años. Maldito bastardo»

INSPECTOR CLOUSEAU (La Pantera Rosa)

«Tolero que me ridiculizase a mí, el mejor detective del mundo, pero a un francés… ¡¡jamás!!»

DAVID BEDFORD (Cita a Ciegas)


«A mi perro Rambo nunca le cayó bien. A mí tampoco»

DAVID FOWLER (Mis Problemas con las Mujeres)

«Un tipo genial. Me encerró en un set de rodaje con cien mujeres.  El único inconveniente es que estaba muerto. Pero qué importaba… ¡¡un centenar de mujeres para mí solo!!!»

HRUNDI V. BAKSHI (El Guateque)

«Me vendió un reloj inglés por 400 dólares. Dijo que me haría sentir más elegante y así fue hasta que me lo quitó para rodar una escena. Nunca me lo devolvió, aunque tampoco yo se lo pedí. Me daba apuro, sabe…»

TENIENTE CRISTIAN (¿Qué hiciste en la guerra, papi?)

«No parecía interesado por las mujeres, ni bebía, ni fumaba, ni siquiera era militar. Aún así me caía bien. La última vez que le vi le regalé una botella de Chianti. Pensé que me la devolvería, con esa intención se la regalé, pero no lo hizo. Maldito bribón…»

COMODORO MATT. T. SHERMAN (Operación Pacífico)

«Pensé que bromeaba cuando me dijo que se proponía pintar mi submarino de rosa. Él también debió pensar que yo bromeaba cuando le disparé por el conducto de los torpedos»

VICTOR (Victor o Victoria)

«Gay, seguro»

VICTORIA (Victor o Victoria)

«¿Por qué me pediría el teléfono de Victor?»

GEORGE WEBBER («Diez, la Mujer Perfecta»)

«Necesitaba un alter ego para que se tirase por un barranco, se empastase ocho muelas en un día, se metiese en líos con la policía, se largarse borracho a México y espiase las orgías de un vecino crápula a través de un telescopio. Luego me hizo abandonar a la mujer que quería en busca de una fantasía que resultó ser un fiasco. Y  para colmo me hizo escuchar el jodido Bolero de Ravel 47 veces. A pesar de todo eso le echaré tanto de menos. Por cierto, ¿dónde estoy?»

Hasta siempre, maestro

La Carta del Hijo…

Ayer viajé con Mario hasta Ancona. Sé que está lejos, pero queríamos ver el mar. Mario había recibido una carta de su chica, y aunque no me dijo nada, por su expresión supe que no le traía buenas noticias.  No sé por qué fue, pero nos cansamos de tanta arena y buscamos un río para tendernos en la orilla. Tendrías que haberlo visto, la hierba era tan mullida como la cama que tenía de niño en casa de la abuela, cuando pasaba el verano con ella.

No lo entenderás, lo sé. Ni siquiera creo entenderlo yo. Si todo fuese como aquella tarde tumbado a orillas del río… Pero no es así. Me lo has dado todo y aun así no tengo demasiado. Ponte cerca de mamá para evitar que dé contra el suelo al caer. Tiende a ello aunque sea más fuerte que tú.

Estaré aquí, a orillas del río. Búscame…

Andrea

La Habitación del Hijo (2001)