Noche de brujas lejos de M. R. James…

Cuando llega la noche de brujas, desde adolescente, mantengo la tradición de leer un cuento de M. R. James (preferiblemente de fantasmas, aunque lo cierto es que casi no escribió de otra cosa) en cuanto la luz se marcha y el aire se cubre de sombras. Este año no será posible, pues estoy a 412 kilómetros de los libritos del escritor inglés, de modo que tendré que echar mano del plan b, que consiste en ver alguna película a tono con lo que se cuece ahí fuera. Aprovecho, de este modo, para recuperar mi olvidadísima sección Qué Será, Será. Y a ver qué ocurre, que la vida, doy fe de ello, da muchas e inverosímiles vueltas…

FRANKENSTEIN (1931)

Asociado a mi más tierna e ingenua infancia, la historia del científico loco que juega a ser Dios hoy día apenas inquieta. Pero en su día, buenos tiempos aquellos, el pavor inundó a millones de personas que se preguntaban quién demonios interpretaba al monstruo (en los créditos no aparece el nombre de Boris Karloff y en su lugar se incrusta un ? en su lugar). Eso sin contar las ganas de quemar molinos que te entran al verla…

Posibilidades de que caiga esta noche: Qué puedo decir, me encanta ver  a esos aldeanos armados con horcas y antorchas que pueblan la obra maestra de James Whale...

LA NOCHE DEL DEMONIO (1958)

La maravilla dirigida por Jacques Tourneau (maestro del fantástico) reúne todos los requisitos que una noche así exige. Atmósfera viciada, guión deslumbrante y una Peggy Cummings esplendorosa coronada para siempre como reina de la serie b.

Posibilidades de que caiga esta noche: Tiene, que la escena del tren me sigue poniendo los pelos como escarpias…

LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (1968)

Clásico entre clásicos y referencia obligada en toda noche de Halloween. La influencia de esta claustrofóbica película ha llegado al punto de que se ha instaurado el día mundial del zombie en honor de la película dirigida por George A. Romero y sus demacrados protagonistas.

Posibilidades de que caiga esta noche: Pocas. Demasiado recurrente y gastada. Mejor verla en verano, cuando pocos más lo hagan. Por llevar la contraria y eso…

UN HOMBRE LOBO AMERICANO EN LONDRES (1981)


Cachondona vuelta de tuerca al mito del licántropo sólo comprensible por la maleada mente de John Landis. Fruto de una época poblada de balas perdidas, su tono gamberro y las ganas de burlarse de todo habitan con un respetuoso aliento hacia el clásico, más marcado de lo que les habría gustado a sus hacedores.

Posibilidades de que caiga esta noche: Serias dudas. No tengo el cuerpo para transformaciones licantrópicas…

THE BRIDE OF THE MONSTER (1955)

Joya del trash a su pesar, la película dirigida por Ed Wood Jr. reune en su disparatado metraje a hombres Lobo, vampiros, alienigenas e incluso a nada creibles pulpos gigantes con tan nula movilidad como mala leche. Entrañable…

Posibilidades de que caiga esta noche: Cero. Es necesario crear un estado de ánimo especial para encajar un golpe bajo semejante. Mejor en navidad…

LA CASA DONDE VIVE EL DIABLO (1982)

La poco conocida cinta dirigida por Kevin Connor se adelantó a su tiempo al echar mano de fantasmas orientales veinte años antes de que el cine fantástico nipón fuese «lo más». Efectos especiales megacutres, escenas eróticas gratuitas e inquietantes fantasmas que consiguen, para sorpresa general, dar más de un susto.

Posibilidades de que caiga esta noche: Podría ser. El terror con musgo asiático tiene su cosa.

LA HUMANIDAD EN PELIGRO (1954)

El disfrute del cine palomitero de media tarde de domingo pocas veces alcanzó tan altas cotas como con la peli dirigida por Gordon Douglas. Pruebas nucleares en el desierto que tienen como resultado hormigas gigantes de extraordinaria mala baba y la raza humana, una vez más, en peligro. Venga, leña a los humanos.  Qué gozada…

Posibilidades de que caiga esta noche: Es que verla de noche no me parece adecuado. Para disfrutarla por completo es necesario que la luz te roce las mejillas y que un bol de humeantes palomitas, acompañado de una coca-cola, repose en tus manos…

DRÁCULA CONTRA FRANKENSTEIN (1971)

El cine del tío Jess (Franco) nació para elevar el ánimo (o hundirlo, según). En esta ocasión se inventó un subidón de adrenalina que toma como premisa una guerra entre el hombre lobo y su ¿colega? Frankenstein contra Drácula y su ejército de vampiros que aspiran a dominar el mundo a base de mordiscos en cuellos. Patochada monumental de la que dice la leyenda que su guión apenas alcanzaba los dos folios. Y demasiado me parece…

Posibilidades de verla esta noche: No desentona con el tono paródico-festivo de esta noche, aunque pienso que esta monumental coña merece ser disfrutada, como poco, en carnaval.

RABIA (1977)

David Cronenberg en su época más transgresora filmaba con pocos medios que compensaba con una mayor densidad. «Rabia» es un buen ejemplo. Estética underground, una estrella del porno como protagonista y resonancias filosóficas para dar empaque a la historia.

Posibilidades de verla esta noche: Escasas. Es maravillosa, pero tan densa…

LA CASA ENCANTADA (1963)

El cine de fantasmas nunca caduca y la extraordinaria película de Robert Wise es un buen ejemplo de ello. Desasosegante gracias a una puesta en escena minimalista, lejos de las recargadas atmósferas que se asociaban desde siempre al cine de terror, Wise construyó una historia de casas encantadas fusionando modernidad narrativa con los escalofríos más clásicos.

Posibilidad de que caiga esta noche: Hailas, todo es cuestión de timing…

EL HORROR DE DUNWICH (1970)

La referencia a Lovecraft es obligada esta noche. Si es posible leer alguna de sus insanas historias mucho mejor. Pero si se prefiere otro soporte, «El Horror de Dunwich» es una más que digna representante de la maldad expositiva de su autor. Incluso hay algunos momentos en los que logra reproducir la angustia contenida en la obra original. Qué más se puede pedir…

Posibilidades de que caiga esta noche: Es posible. La negrura del norte combina con ella a la perfección.

SANGRE PARA DRÁCULA (1974)

Desde las simas más profundas del cine contracultural de los sesenta, llegó Paul Morrissey con la intención de reescribir los mitos intocables del cine de terror desde una óptica diferente. Y pese a estar apadrinado por el mismísimo Andy Warhol, la cosa terminó siendo más pachanguera que gafapasta. Primero le tocó el turno a Frankenstein. Después a un Drácula pusilánime en estéril busca de vírgenes en un mundo cada vez más descocado. Y claro, le tocó pasar hambre.

Posibilidades de que caiga esta noche: No demasiadas. Reservo el mejor champagne para ocasiones especiales...

LA CAÍDA DE LA CASA USHER (1960)

En el apogeo del cine de terror gótico, Roger Corman versionó a Poe mejor de lo que la propia alambicada mente del escritor habría podido soñar. Horror en colorines con cortinas de ventanas siempre abiertas que se mueven al compás de la brisa.

Posibilidades de que caiga esta noche: Ya me gustaría. Como si de una fábula vampírica se tratase, el tiempo no hace mella en su celuloide…

EL HOMBRE LOBO (1941)

Confortable riada de sustitos al resguardo de bosques ingleses siempre iluminados. El hijo de Lon Chaney hace méritos ante la memoria de su camaleónico padre mientras corre de un lado para otro esquivando balas de plata. Como familiar, vamos.

Posibilidades de que caiga esta noche: No muchas. Sospecho que tres visionados es su tope.

SUSPENSE (1961)

La obra maestra de Jack Clayton, que cuenta el viaje de una institutriz al corazón del horror, es la película de obligatoria visión en cualquier época y más en una noche bautizada con bastoncillos de caramelo. El miedo, además de frío, puede transmitir desazón.

Posibilidades de que caiga esta noche: Altas. Escalofríos siento solo de pensar en esos fantasmas silenciosos que atormentan a Deborah Kerr…

Y fin…


De tan mala, tan mala, buena (o peor)…

A estas alturas no me cabe duda alguna de que «Felipe y Letizia», la pomposa apuesta de Telecinco para borrar del mapa televisivo a la presuntuosa y carente de contenido «Hispania», es el acontecimiento televisivo del año.

En un ejercicio de paroxismo que la equipara con Paul Verhoeven y su intencionadamente espantosa «Showgirls» (sin lugar a dudas la mejor peor película de la historia), Joaquim Oristrell, su director y guionista, parodia lo cada vez menos intocable mediante un juego de espejos que refleja, en una segunda y, en ocasiones, tercera mirada, lo que pretende contar envolviendo su casposa superficie con el más cursi papel de celofán a medio camino entre el telefilm rosa más vomitivo (de esos que protagoniza John Stamos) y un celebrities perpetrado por los tipos de Muchachada Nui. Todo ello redactado mediante hilarantes interpretaciones, un guión risible y orgulloso que se reafirma en su mediocridad y que no se avergüenza de echar mano de todo lugar común imaginable, y de diálogos aparentemente inocuos que no solo no ocultan las segundas lecturas, sino que abiertamente las señalan.

Oristrell puede tener un talento cuestionable, pero sabe desenvolverse en los terrenos de la comedia como pocos. Conoce cada resorte y mecanismo que hace avanzar una comedia y lo utiliza para asestar una monumental peineta a los directivos de Telecinco, entregándoles lo que deseaban al tiempo que relata lo que le viene en gana. Así, resta gravedad al material exagerando las imágenes públicas de sus protagonistas. El rey Juan Carlos (Juajo Puigcorbé) es ilustrado como un tipo campechano que muestra, merced a  diálogos propios de Paco Martínez Soria, una faceta mujeriega y una potente vocación de calzonazos siempre a la sombra de una distante reina Sofía (Marisa Paredes), que abusa de las miradas cortantes y un dramatismo inocuo (memorable el diálogo en el que asume que el riesgo de morir va con el cargo de rey/reina). Por su parte, el príncipe Felipe (Fernando Gil), carente de matices, relega cualquier protagonismo en dócil actitud hacia Letizia (Amaia Salamanca), auténtica protagonista del esperpento que es interpretada como una periodista intrepida, brillante e independiente (esa escena enviando un crónica desde Bagdad me pierde) que deja entrever un resabido carácter mandón y unas prometedoras reminiscencias trepas.

El resto de los personajes funcionan a juego con un artefacto cómico ¿a su pesar? Porque sería necesario cerrar muy fuerte los ojos y taparse los oídos con cera para no darse cuenta de que todo, desde la puesta en escena alucinantemente edulcorada, hasta una banda sonora más propia de una caja de música, no es más que una ópera bufa que no duda en subrayar lo anacrónico de la historia que cuenta. La comedia del año que sólo puede disfrutarse de un modo posible: armado de palomitas, cerveza y considerables dosis de humor. Y para muestra, una de las fotos promocionales de este glorioso engendro. Ni los Monty Python…

Lo Afilado del Camino…

Hay un párrafo de «El Principito» que serviría para ilustrar el camino de Bernie…

– ¿Dónde están los hombres? -prosiguió al fin el Principito-. Se está un poco solo en el desierto.

– Con los hombres también se está solo -dijo la serpiente.

En realidad estas líneas podrían definirnos a cada uno de nosotros. Y no es que la vida de Barney, relatada en la maravillosa «Barney’s Version»,  sea un camino de espinas permanente. En realidad, su peripecia está jalonada por más alegrías que tristezas. Y en dicha cuestión supera a gran parte de la humanidad por más de una cabeza.

«Barney’s Version» funciona en varios planos de conciencia. Por un lado está la versión de Barney (mayestático Paul Giamatti). Un hombre sometido por su entorno. A saber: un abrumador padre (al fin un buen papel para Dustin Hoffman), secundado por un ramillete de amigos que no dudan en ningunearle a la menor ocasión y un puñado no demasiado extenso de amantes  (pese a su facilidad para deslizar anillos en dedos ajenos) castradoras que piensan que un minuto de su atención es todo lo que Barney precisa para ser feliz. Pero no lo es, y tal vez por esa razón no duda en utilizar ingentes cantidades de alcohol y partidos de hockey para confundir a la desazón que crece dentro de él.

Por otro lado está la versión de los otros. La más influyente, la que se cree con la facultad de hacer juicios de valor aunque estén destinados al olvido…

El lugar de encuentro común de toda víctima, reconocida o no, es el amor. Allí donde creen podrán encontrar un lugar en el que reposar. Y Barney, ya digo, es un tipo con suerte, aunque sea una suerte mutilada que encuentra cofres de tesoros en lugares donde no hay palas para horadar la tierra. Pero sí hay taxis para alcanzar trenes que se marchan y hay teléfonos que prolongan lo que para los demás nació muerto.

Hermosa, hilarante, excesiva. También demasiado deudora de la novela de Mordecai Richler que le da coartada. Demasiado atemperada cuando debería soltar riendas. Demasiado encorsetada por tramas residuales que lastran lo que de verdad importa. Y lo que realmente importa es ella (Rosamund Pike)…

«Barney’s Version» es la conjugación imperfecta del cine romántico ochentero con el imperante esperpento del nuevo siglo y el academicismo sin frenos que en ocasiones se nos regala. Es la joya que reclamaba este año asimétrico para ajustar las cuentas con el espectador.

Cautivos del Engaño…

Fácil es suponer que la más certera crítica siempre viene de dentro. Lejos del corporativismo interesado y del resentimiento del fracasado, es Banksy, un exitoso artista callejero, el que se aleja de su propio mito para observar el arte moderno a través de la figura de Mr. Brainwash, un curioso personaje superviviente de mil guerras que nunca se dieron, que sirve de coartada para la exposición del gran fraude. «Exit Through the Gift Shop» pasa entonces de ser una presumible hagiología del mito a convertirse en un artefacto explosivo cargado de ironía y nada disumulada mofa hacia los adoradores de los artistas mediáticos y en una reflexión menos superficial de lo que pretende sobre los caminos que conducen hacia el arte.

Aguda sin ser pedante; divertida, mas siempre alejada de lo chabacano; rítmica bordeando los peligrosos caminos de lo sincopado, la película dirigida por Banksy es una sorpresa que aumenta por minutos hasta adquirir la consistencia de una obra capital. Siempre sustentándose en lo banal como espejo social de triste calado en su fondo. Rehuyendo lo perverso en busca de la ternura que transmite Thierry Guetta y su afanosa e inocente búsqueda del éxito instantáneo. Para Banksy (para cualquiera), amar el arte no es suficiente para ser un artista, sin embargo, tan noble meta está al alcance de cualquiera que lo desee lo suficiente en tiempos tan turbulentos en los que cualquier luz, por opaca que sea, oficia como faro.

La conclusión final es tan desoladora como amable. El arte ha perdido la fluctuante identidad que arrastraba desde hacía siglos. Es tiempo de reformular las viejas tesis. Y que esta hermosa joya sirva como pistoletazo de salida…

Palomitas y Visceras…

«Machete» se ideó como una broma integrada en el conjunto de «Grindhouse», aquella maravilla exploitation que en Europa se distribuyó en dos partes. «Machete» era uno de los cinco fake trailers que le daban sentido. El único que pudo verse por aquí, ya que los otros cuatro fueron podados del conjunto final por razones comerciales o demenciales. Ya por entonces Robert Rodríguez había ideado la película que nació de aquella migajas.

Como fake trailer, «Machete» es sublime. Una pieza que calza a la perfección con un conjunto impecable. Como película es una gozosa retaila de lugares comunes, topicazos y violencia siempre gratuita. Una joya destinada a toda una generación que creció deslumbrada por las series B y los programas dobles.

Lo que distancia el cine de Rodríguez del de su compadre Tarantino es su conciencia social. Tarantino es un amoral que se regodea de serlo. Rodríguez trata de justificarse a través de las circunstancias que rodean a sus personajes. Muestra el lado festivo del asunto. A cambio, azota con una moralina absurda que encajaría a la perfección en el abstracto conjunto de no ser porque se toma a sí mismo demasiado en serio.

Remoras al margen, «Machete» oferta a sus ávidos consumidores toda una gama de estampas reconocibles en busca del acodomo servido por un espectador palomitero que se enorgullece de serlo. Sexo lujurioso y gratuito; violencia festiva con sobredosis de sangre salpicando la pantalla; actitudes chulescas acompañadas de diálogos lapidarios. «Machete» es la acción descabezada que encuentra su razón de ser en imaginarios ajenos. Es el placer de disfrutar sin más obligación que la del placer mismo. Una sinfonía de golpes y machetazos que nunca busca autor, pues el cine de Rodríguez refusa las campanillas y busca la complicidad del espectador para alcanzar el orgasmo final.

El resultado es sencillamente esplendoroso. Pocas veces un refrito alcanzó el grado de alta cocina cinéfila que logra «Machete». Gozenla y dejen sus prejuicios en la entrada. Entonces, es seguro que lo pasarán bien…

El Largo y Tortuoso Camino…

Las crecientes tensiones entre los componentes de los Beatles encontraron su canalización final durante la tortuosa grabación de «The Long and Winding Road». Lennon tocó mal el bajo (adrede, según parece) en tantas ocasiones que se decidió trocear todas las grabaciones en busca de montar la versión buena. El proyecto pasó por manos de varios productores hasta caer en las de Phil Spector, que añadió una sección de cuerda extra y grabó coros logrando de ese modo que McCartney enfureciese y proclamase, tiempo más tarde, que el desastroso resultado final de la canción fue una de las razones que le llevaron a tomar la decisión de que los Beatles habían muerto.

Quince años más tarde, con los derechos sobre las canciones del grupo que le otorgaba su amistad por entonces con Michael Jackson (propietario de la mayoría de ellas), McCartney grabó su versión del asunto sin variaciones notables más que para él mismo. Y al menos, según parece, satisfecho quedó pese a lo ñoño del vídeo que ilustra a la canción…

La canción relata, en un tono insoportablemente triste, la historia de un amor no correspondido en la sufrida voz de su protagonista durante un viaje a lo largo de una sinuosa carretera (escocesa, por más señas). Aunque en realidad está dando constancia de la disolución de un grupo de amigos que habían dejado de serlo.

Después del asesinato de John Lennon, fue Ringo, el miembro del grupo que ofició de pegamento hasta que los egos se volvieron demasiado grandes, el que, tomando esta canción como pretexto, dijo haber sido testigo de uno de los mayores errores cometidos en la historia de la música.

«Durante la grabación de The Long and Winding Road el ambiente era tan tenso que habría jurado que nunca terminaríamos de grabar esa canción. John sabía que aquello era la forma de Paul de decirle, hasta aquí hemos llegado, y se negaba a aceptarlo aunque lo desease tanto como él. El último día de grabación fue tan malo como lo anteriores. Al terminar, John cogió a Yoko del brazo y se largó del estudio después de despedirse de mí y de George. A Paul ni le miró.»