Tal y como ocurre con el cine convencional, triunfar en los States es el gran anhelo de todo actor del cine azul. El conseguirlo garantiza mejores condiciones de trabajo, sueldos más abultados y una proyección a nivel internacional que las endebles industrias patrias no pueden garantizar más que a un puñado de afortunados. Sin embargo, cuajar en un mercado tan competitivo y en continua mutación como es el americano no resulta fácil siquiera para los que allí llegan avalados por el estrellato en sus respectivos países. De hecho, muchas de las veneradas estrellas europeas tan sólo recogieron indiferencia en su paso por el valle de San Fernando.
La escasa química transmitida por unas, caso de la bella francesa Laure Sainclair, a quien se trató de lanzar en el mercado estadounidense apoyada por una fuerte campaña de marketing que incluyó un rodaje junto a la gran estrella del momento, Jenna Jameson, o el de la fallecida superestrella italiana Moana Pozzi, quien no consiguió, pese al notable apoyo recibido (que incluyó rodajes con maestros del género como Gerard Damiano y Alex de Renzy), no consiguió despertar entre el americano medio el fervor logrado entre sus compatriotas. En otras ocasiones fueron los problemas de adaptación a otra cultura y medios de producción más exigentes los que provocaron que estrellas que sí gozaban del favor del onanísta anónimo yankee se decidieran a producir sus películas en sus países de origen. Caso de la totémica alemana Kelly Trump o de la poderosa inglesa Sarah Young.
Entre los numerosos nombres europeos que pueden presumir de haber triunfado en la cuna del porno destacan los de la holandesa Zara Whites, la avispada francesa Rebecca Lord y el gran mogul del porno Rocco Siffredi. Pero es la escasa legión española la que merece ser revisada por lo variado y atípico de los casos que la componen.

Por supuesto, es Nacho Vidal el gran referente cuando se trata de porno con acento español. Porque aunque hoy nadie lo recuerde, el tipo al que le resulta imposible introducir su miembro en estado de erección dentro de un vaso largo, el hombre que ha traspasado la excluyente barrera del porno para situar su nombre en programas televisivos del mundillo rosa, el barcelonés que fue legionario, matón de discoteca y mil trabajos basura más, comenzó su carrera azul de la mano del pionero del porno hispano José María Ponce. Fue él quien guió sus primeros e inseguros pasos en una serie de producciones de bajo presupuesto en los que siempre se repetían los mismos nombres y caras (en ocasiones, se rodaban simultaneamente hasta tres películas distintas para abaratar costes). En 1998, de la mano de Rocco Siffredi, Vidal llegó al valle de San Fernando con su novia Jazmine de una mano y grandes expectativas del otro. Un año más tarde ya era venerado por los aficionados del género como el nuevo mesías del hardcore.

No siempre se es tan afortunado, sin embargo. La catalana Eva Morales (Igualada, 1976), desembarcó en la ciudad de Los Angeles en 2001 tras una intensa carrera en el porno patrio. Considerada una de las primeras estrellas nacionales, el atractivo de la aventura americana le llevó a rodar una docena de películas durante los meses que su visado le permitió residir en los States. Los vídeos que filmó tuvieron escasa repercusión y su alabada técnica oral no consiguió que su racial físico latino opacase a las siliconadas rubias locales. Tras su breve periplo regresó a España sin que casi nadie supiese de las huellas dejadas en tierras californianas.

Otra catalana, María de Sánchez, fue más afortunada. Ella fue la primera estrella femenina del porno español. La primera en recibir campañas publicitarias destinadas a difundir su nombre e imagen. Tras participar en producciones del gigante sueco PRIVATE, rodar bajo las órdenes del gran pope del porno italiano, Mario Salieri, e intervenir en varias producciones de la potente industria alemana, María de Sánchez provó fortuna en los States a finales de los noventa junto a su novio, el francés Olivier Sánchez. Y si bien, al igual que Eva Morales, la barcelonesa logró escapar de las producciones en las que se encallisan a las actrices latinas pese a su tez morena y rasgos mediterraneos, no consiguió arraigar entre los productores americanos. Regresaría poco más tarde, con una treintena de películas que sumar a su filmografía, para retirarse del negocio al poco tiempo.

Suerte dispar corrió la sección andaluza compuesta por la gaditana Carmen Vera y la sevillana Alba del Monte. La primera, amparada en papeles habitualmente secundarios, logró un sólido reconocimiento a nivel local que se vio refrendado en su intermitente carrera americana. Durante cinco años viajó puntualmente al país del tío Sam para rodar una media de 130 películas durante la vigencia del famoso visado trimestal. La segunda, bellísima sevillana a la que se trató de lanzar como nueva estrella local, nunca pareció tener clara su vocación dentro de el mundillo X. Su corta carrera californiana no pasó de lo anécdotico.

En el caso de los chicos, destaca con firmeza el catalán Toni Ribas. Habitual escudero de Nacho Vidal, Ribas fue introducido por éste en el mercado americano en el que se afianzó sin apenas hacer ruido. Hoy día mantiene, con aceptable éxito, su propia línea de películas dirigidas y protagonizadas por él mismo, intercalando apariciones entre Europa y América.
Pero al hablar de la otra división azul española, hay dos nombres que por sus particulares circunstancias merecen una consideración especial: Bella-Maria Wolf y Avy Lee Roth.

De Bella-Maria Wolf apenas nada se sabe. Se discute incluso su origen; algunos situan su lugar de nacimiento en Barcelona. Otros lo hacen en Ibiza, lugar en el que, en cualquier caso, se sabe creció. Lo cierto es que esta bellísima morena de cuerpo infartante apareció en el mapa azul en 2002. Tenía entonces 21 años, si bien su edad también es objeto de disputa. Sin alcanzar nunca el estátus de estrella del género, la ibicenca se convirtió en un rostro conocido por los consumidores habituales de porno gracias a la voraz “actitud” (eso tan valorado por cualquier pornófago) desplegada en cada una de sus “performances”. Sin hacerle ascos a ninguna variante del sexo más duro, con el tiempo trató de encarrilar su carrera hacia producciones menos asperas, pero el papel de contract girl no estaba reservado para ella. Transcurridos tres años desde su ingreso en la industria, siempre evitando las cuestiones personales o cualquier dato que proporcionase pistas sobre su vida privada, se marchó como llegó: sin dejar rastro… Todo lo contrario que la mayor estrella nacida en Iberia que ha rodado porno en los States: Avy Lee Roth.

A Purificación Navas siempre le quedó pequeño el pueblo extremeño de Almendralejo en el que creció. Aficionada a la literatura, el heavy metal y el esoterismo, la imagen de Jim Morrison adornó la cabecera de su cama durante su adolescencia. Pronto decidió partir del pueblo rumbo a Madrid, su ciudad de nacimiento. Ya en la capital, su caracter abierto y afable le proporcionó un primer empleo como go-go y poco más tarde como relaciones públicas en una conocida discoteca frecuentada por lo más granado del showbiz músical local, entre ellos, Mario Vaquerizo. La inmediata simpatía que el cantante y manager sintió por aquella menuda chica morena de mareantes curvas que se hacía llamar Candy Love, le llevó a proponerle ser bailarina de Fangoria. Poco más tarde nacía Calmate Candy, experiencia musical creada expresamente para ella que teloneó exitosamente al grupo de Alaska durante algún tiempo. Pero las inquietudes de Puri/Candy iban más allá. En 2003, tras ver una obra representada por la escuela de teatro Recabarren, Candy Love anunciaba a sus conocidos que se marchaba a Los Angeles para probar suerte en la meca del cine (para convertirse en groupie de sus bandas de metal favoritas, según algunos). No se supo más de ella.
Un año más tarde, un pequeño terremoto sacudió la castigada ciudad de Los Angeles: una tal Avy Lee Roth reclamaba ser hija putativa del cantante David Lee Roth. Una pequeña chica morena de aspecto inequivocamente latino apareció en varios programas de televisión y radio locales asegurando que su existencia era fruto del fugaz encuentro entre el cantante de Van Halen y una mujer española. La repercusión fue mínima dada la poca credibilidad del relato de la supuesta hija. Pero el objetivo, probablemente planificado por su agente, estaba cumplido: había logrado sus cinco minutos de fama que le permitirían introducirse en el mundillo azul con un cierto caché además de hacerlo acompañada de una pequeña legión de morbosos fans ávidos por comprobar las habilidades sexuales de aquella falsa hija de rockero famoso.
Cuatro años de aventura americana le han deparado en torno a 130 películas, un número similar de apariciones en páginas web de contenido pornográfico, un matrimonio fracasado con un rockero (bravo por ella, consiguió su objetivo), varios affaires con pequeñas celebridades televisivas (caso de Dizzle, del reality “Inked”), severos problemas con las drogas, una nominación para los AVN Awards (algo así como los Oscar del porno) y una larga ristra de rendidos fans que asistieron impotentes a su anuncio de retirada en el año 2005. Afortunadamente para ellos, hoy, dos años después, Avy continúa rodando e insiste en proclamarse hija putativa de David Lee Roth, causa para la que le surgen inesperadas aliadas como Brenna Lee Roth, hija (parece que real) del rockero, que en una entrevista concedida al cronista del mundo azul Luke Ford, se refirió a ella como “mi hermana”, seguramente buscando azuzar las brasas de una historia muerta en beneficio propio. De hecho, no se queda ahí su afinidad con la extremeña: Brenna luce en su hombro un tatuaje identico al de Avy.

Esta es su historia. La curiosa historia de la que ha sido mayor estrella femenina española instalada en la meca azul. Al menos hasta que una menuda donostiarra llamada Rebecca Linares apareció en escena arrasando con todo a su paso. Pero esa es otra historia…
Posteo publicado originalmente en Tierras de Cinefágia en 2007. Las letras son mías. El diseño de las fotografías es mérito brillante y único de su gestor: el Señor Yume.