Tratando de encontrar unos artículos publicados en viejas revistas que (mal)guardo por ahí, me he podido divertir leyendo las opiniones que generaba Clint Eastwood entre la mayoría de los críticos y otros snobs de los ochenta. Cuando no salía a relucir la palabra “fascistoide” (cosa rara) en las reseñas de sus películas, era porque el tono condescendiente utilizado por el crítico de turno se consideraba más que suficiente para denigrar su figura y sus películas. Uno de ellos le calificó de “pistolero de pacotilla” (en referencia a la costumbre, mantenida por Eastwood durante su mandato como alcalde de Carmel, de pasear por el pueblo con un revólver en su cintura). Insulto gilipollas, por otra parte, equiparable a los famosos diálogos tipo “jolín, me han pegado un tiro” característicos de las películas bélicas más bobas de los años 40 y 50. El resto de la reseña dedicada a Clint por este tipo está escrita en un tono paternalista que hace más daño al que escribe que al propio actor y director.
Aquel linchamiento ideológico sufrido por Eastwood en su día tiene continuación hoy en otra piel y gracias a este cuestionable gesto…

Imagen interesadamente popularizada gracias al documental “Bowling for Columbine” de Michael Moore hasta el punto de convertirse en un símbolo de todo lo retrógrado.
Entre las muchas gracias que le dedicaron (y le siguen dedicando a Charlton Heston pese a su muerte) al legendario actor y protagonista del “suceso” resulta imposible olvidar la más recurrente: “Ese tío es un nazi”. De hecho fue una conocida “opinadora” (habitual en tertulias telecinqueras) quien le describió concisamente con un: “Mal actor, impostor y fascista”.
Bien… (tomo un respiro y trato de no sulfurarme) pues este tipo tan mal actor (cuestión de gustos, personalmente a mí siempre me pareció un actor sólido) fue quien se encargó de recaudar fondos para la construcción de escuelas en barrios marginales (negro en su inmensa mayoría) allá por los sesenta. Fue él una de las razones por las que “El Planeta de los Simios”, metafórica obra maestra perteneciente más al género social que al de ciencia-ficción, ya que se inspiraba en los disturbios raciales sucedidos en L.A. pocos años antes de su filmación, se llevase a cabo pese a las terribles presiones de grupos conservadores que debió soportar. También fue este tipo tan intolerante quien desfiló al lado del doctor King en la marcha sobre Washington en pos de los derechos civiles, cosa que hizo cuando la mayor parte de sus colegas de profesión agachaba la cabeza para no perjudicar su preciosa imagen. Fue él quien visitó a Rosa Parks y quien tomó un autobús junto a ella, jugándose no sólo la reputación sino el pellejo, en Montgomery (Alabama). Charlton Heston, amigo de Bobby Kennedy (otro conocido fascista) decidió apoyar públicamente al partido Republicano durante la década de los 80. Ignoro las razones y tampoco me importan. Cada cual es muy dueño de elegir el veneno que desea ingerir.
La mentalidad europea en torno al asunto de las armas se podría resumir con la visita realizada por Oscar Wilde a los States. Una vez en el país norteamericano, Wilde se sorprendió de que todo el mundo llevase armas. Como a él, también a mí me sorprende. Ignoro la mentalidad de los norteamericanos, pero imagino que un país cuyos cimientos se sostienen en la violencia más pura no puede entender la libertad individual de otro modo que no sea garantizado su seguridad por sí mismos a sangre y fuego. Lo cierto es que según la mentalidad europea Heston es un fascista y lo es por su apoyo a la segunda enmienda de la constitución de los Estados Unidos que da derecho a todo ciudadano a portar armas. Y aunque a mí esa circunstancia me parece deplorable, no olvido todo lo que Heston hizo. No olvido quien fue más allá de la pantalla.
Ahora los que le insultan y se burlan de él a diario, sin importar que ya no esté aquí para encajar los golpes, pueden seguir haciéndolo.