La mayoría de las cosas importantes ocurren en verano.
«¿Qué harás cuando yo no esté?»
Lo peor no fue escuchar seis palabras más hirientes que una bala de cañón. Lo peor fue la pose que compuso cuando pronunció esas palabras.
«No lo sé»
Hace diez años de aquello y sigo sin saberlo porque sigue estando aquí. Sueño con ella dos de cada tres noches. Con lo que ocurrió -la más terrible de las pesadillas-, con ratos felices vividos y con otros que nunca sucedieron. Mi memoria trata de reconstruirla cada día y con frecuencia se equivoca. Le cambia los rasgos de la cara, la voz, el modo de expresarse. Lo primero que olvidamos -lo más injusto- cuando alguien desaparece de nuestras vidas es su voz y su cara.
Muchos años antes de aquella noche, también durante una noche de verano, me tumbé en la cama a oscuras y dejé que la aguja del tocadiscos hiera brotar la voz de Joni Mitchell. Cuando sonó «Both side now» me quedé sobrecogido. A pesar a los más de treinta grados que abrasaban los arcos de las ventanas, mi cuerpo se congeló. No entendí una palabra de lo que pretendía contar y sin embargo aquellas letras hablaban de mí. Esta noche la vuelto a escuchar por azar, mientras veía esa entrañable, muy mejorable y tramposa película titulada «Love Actually». Es otra versión de la que escuché cuando era adolescente. Más grave, más solemne, menos emotiva. La cuestión es que me he dado cuenta de que ya entiendo lo que pretende contar. Lo he vivido a través de éxitos y fracasos. Cada estrofa es un año de mi vida y cada estribillo el momento en que me detuve para repasar el considerable equipaje que viaja adosado a mi espalda. Sí, he observado la vida desde ambos lados y sigo sin saber apenas nada de lo que es la vida y aún menos de lo que es el amor. Sé que estos ocho años sin ti han sido largos, muchas veces duros y otras muchas felices. Sé que deberías estar aquí ahora, conmigo y con tus nietos mientras la lluvia del norte reblandece las ventanas.