Cumpleaños de Hojalata…

Durante muchos años mi madre me contó cómo mi bisabuelo, hombre humilde al que no llegué a conocer de escasa formación académica (nunca aprendió a leer ni a escribir) y gran imaginación, decidió hacer un regalo de cumpleaños a su nieta. El dinero no abundaba, de modo que tomó un pedazo de madera de castaño para tallar una muñeca. El problema es que era capaz de recitar miles de historias pero no de fabricar muñecas de madera. El resultado fue desastroso, pero mi madre conservó aquella muñeca que parecía cualquier otra cosa durante toda su infancia. De hecho, como Charles Foster Kane con su trineo, reservó un lugar de su memoria para recordar aquel pedazo de madera de forma indefinida durante toda su vida.

Y resulta que hoy es el cumpleaños de una Princesa de Hojalata, y que a mí me correspondería fabricar una muñeca de madera (u hojalata) para entregarsela. Pero, ya que carezco de tal habilidad, dejo aquí una muñeca fabricada con palabras y una canción.

Feliz, feliz cumpleaños…

La Cefalea del Sueño…

Fiel a sus obsesiones, Christopher Nolan continúa indagando en el sueño y la memoria en su nuevo trabajo: «Origen».  Arrasadora entre críticos, rompedora en la taquilla, lo importante parece ser la catarata de elogios recibidos que saludan a Nolan como un definitivo genio. Se hace constante referencia a los brillantes precedentes del director tras la cámara. Se insiste en que la mitología andamiada en torno a su obra apuntan hacia las inquietudes de alguien que saber ver. Sin embargo, las salas que proyecta su nuevo trabajo, siguen sin dispensar las aspirinas necesarias para soportar un nuevo salto hacia un nuevo nivel de sueño ignoto…

Para Nolan, mucho más interesante cuando no se preocupa del hale-hop final, el estruendo es fundamental para dar énfasis a una trama que mezcla el espionaje industrial de ínfulas mafiosas y la nebulosa de las vidas que nunca existieron (o tal vez sí) vividas con los ojos cerrados. Dom (Leo DiCaprio) es un «extractor» especializado en hurgar en los sueños ajenos para conseguir información. Tras una fracasada misión, es reclutado por Saito (Ken Watanabe) para realizar un trabajo poco menos que suicida a cambio de recuperar a sus hijos, a los que no ve desde hace años. En todo ésto se mezcla una aprendiza de bruja (Ellen Page), una esposa muerta muy viva (Marion Cotillard) y un empresario que terminará siendo «concienciado» gracias a la habilidad de los ladrones de sueños.

Hasta entonces todo bien. Hacia el final, tras dos horas y media que trascurren con los adecuados sobresaltos y sin que asome la fatiga, casi mejor. Cierto que dudo que haya un espectador en el mundo que no se haya perdido por entonces en su laberíntica trama. Cierto, también, que el interés (que no la fascinación) crece a medida que la película avanza. Pero el olor a plástico persiste. Algo falla, y no son la lagunas de un guión enfocado hacia un previsible final en forma de bucle. Falla el ánimo que mediada la película renuncia a cualquier intención transgresora. Se pierde la curiosidad del espectador por encontrar una salida al embrollo. Y brota esa curiosa cualidad de Nolan por aburrir a su audiencia durante media hora para después sacarle del sopor sacudiéndole con un nuevo golpe de efecto.

Es posible que todo esto no sea más que un juego de manos más del director inglés. Tal vez la gran cualidad de «Origen» sea su capacidad de evocación. El modo de crear la expectativa, mientras se espera a que la proyección comience, de que se está a punto de presenciar algo único. La razón del prestidigitador. Por esa razón «El Prestigio» deslumbra y «Origen», dando razones al capricho goyesco, genera un sueño que produce monstruos.

Los Márgenes…

A lo largo de su carrera Rodrigo García ha demostrado que la escritura en los márgenes, aquello que no se ve, es más densa y gruesa que la que ocupa la parte estelar de los cuadernos. Los renglones torcidos suelen contener información más valiosa que los impecablemente rubricados.

Uno de esos renglones torcidos es Karen (Annette Bening), madre soltera a los catorce años que ya en la cincuentena mantiene intacta la angustia de haber dado en adopción a su hija. Ésta es Elizabeth (Naomi Watts), una dura abogada que traslada a su vida privada los valores de su profesión. Fría y desligada a cualquier lugar, persona o emoción, no busca culpables bajo la campana de cristal que la separa de la vida. En otro lugar y plano se encuentra Lucy (Kerry Washington), joven obsesionada con la idea de ser madre capaz de romper su matrimonio si supone un obstaculo para lograr su meta.

Dispuesto el mantel, el festín ofrecido por García es generoso con el espectador pese a la innumerable cantidad de trampas, lugares comunes y encaje forzado de piezas que contiene la cinta. De previsible final casi desde el principio, el director prefiere ofrendar un frenesí calculado, siempre con el freno de mano echado, a la catarata de emociones al que semejante melodramón parecía abocado. Su palabra no suena falsa, pero el eco que se nos devuelve apenas se oye. Tal vez sea ése el mayor defecto atribuible a la película, la autocomplacencia en la que se regodea con matemática frecuencia.

Al final quedan unas interpretaciones entregadas a un material peligrosamente cercano a lo lacrimógeno y una sensación de déjà vu excusable si nos atenemos al estilo de su autor. Un contador de historias notable al que deberíamos regalar una gafas de más amplio espectro. Dejando, eso siempre, los márgenes lejos de la mirada general. Por no viciarlos, digo.

El Otro Lado…

Gregory Crewdson cuenta historias abiertas en cada una de sus fotografías. Todas ellas comparten detalles y miradas perdidas en algún lugar no muy cercano. Lo lánguido pocas veces fue tan bello como en sus películas inanimadas de un solo fotograma. Acusado de efectista por muchos, adulado por otros tantos, puede presumir de vender sus libros de fotografía como pocos lo hacen y aún así seguir siendo respetado por los puristas ajenos a la mercadotecnia.

Brazos caidos, actitudes rendidas y fachadas que se vienen abajo cuando nadie mira. Un hermoso juego de espejos, sombras y colores a medio camino entre Edward Hopper y los maestros de la pintura flamenca. Una referencia del oficio que se puede permitir realizar montajes cuasi cinematográficos (estrellas hollywoodienses incluidas) en cada uno de sus trabajos. El tipo que supo extraer la esencia de «Six Feet Under» en un instante congelado. En resumen, un maestro…

Pequeños Bastardos…

Con un mes de retraso llego a la cita acordada con Troyana. La propuesta consistía en elaborar una lista con los niños más malosos jamás vistos en la pantalla grande. Niños, sí, pues la maldad nunca se expresó de modo tan puro como a través de ellos. Ya dijo Ray Bradbury que Peter Pan, en su afán por no crecer jamás, era un hijo de puta. No por el legitimo deseo de no ser adulto, sino por la ausencia de valores morales y éticos que ello conlleva. Pocas cosas dan tanto miedo como un niño malvado y a las pruebas me remito…

THIS IS ENGLAND


Torrente definiría a Shaun (Thomas Turgoose) como un chaval cabroncete, pero es mucho más. Cierto que sus coqueteos con el movimiento skin (que no tiene porqué ser violento ni de extrema derecha) comenzaron siendo guiados por el hastío y la soledad, pero es que acabó convertido en un cabrón con todas las letras pese a que  su actitud no fuese más que fachada. La inercia de la (puta) vida.

THE CHILDREN

En un alarde de cinismo, el director Tom Shankland reune a un grupo de padres junto a sus hijos con el trasfondo de una nevada Navidad. Olvidense de Papás Noeles y buenos sentimientos y no den la espalda a los enanos si  notan que desde que cayeron los primeros copos su comportamiento se tornó extraño. Aterradora y poco conocida cinta que esconde la esencia más pura del mal.

EL BUEN HIJO

El mayor logro de esta eficaz película dirigida por Joseph Ruben se basó en malear la angelical presencia de Macauly Culkin. Y para sorpresa de casi todos, resultó que el pequeño actor escondía en su malévola mirada mucho más de lo que dejó entrever en la saga «Solo en Casa». Al final, porque la moral tira mucho, resultó que el buenazo de su primo Mark (Elijah Wood) le desenmascaró para disgusto de los que acudieron al cine en busca de sangre. Luego la carrera de Culkin se convirtió en un carrusel de fogonazos arrítmicos. Lástima…

¿QUIÉN PUEDE MATAR A UN NIÑO?

Desde los años ochenta, un acuerdo tácito entre productoras, distribuidoras y organizaciones gubernamentales yankees, impide que sean mostradas imágenes en las que se ejerza violencia física contra un niño en las películas. Esta sugerencia (que no prohibición) alcanza también los títulos. No resulta difícil imaginar que la prodigiosa cinta dirigida en 1976 por Chicho Ibañez Serrador no habría pasado tal criba hoy día, y eso por no hablar de los primeros y terribles minutos de la cinta, que aconsejo a las almas más sensibles pasen en fast review.

La historia de una pareja de turistas británicos perdidos en un extraño pueblo que parece ser únicamente habitado por niños da paso a la paradoja desplegada por el director en la que el débil se convierte en verdugo. Una joya del fantástico a redescubrir.

IDENTIDAD

Bien interpretada y escrita, elegantemente dirigida, con suficientes guiños para superar los sustos fáciles a los que su director, James Mangold, recurre en exceso, las razones que explican el que «Identidad» pasase desapercibida en su día son inexplicables. Tan desasosegante como un viaje en una montaña rusa averiada a la par que tan estimulante como los vaivenes del azar sobre un grupo de personas sometidas a una presión extrema.

El malo podría ser el crío de apariencia autista que se pasea por la pantalla en inquietante silencio bajo la interminable tormenta que acosa a los protagonistas. O tal vez no… Mejor vean la película. Merece la pena.

EL SEÑOR DE LAS MOSCAS

William Golding, autor de la novela, regresó de la guerra traumatizado por lo que vio. Tal era su desánimo que perpetró está fábula malvada en la que son los niños los que toman el papel de adultos para generar nuevas civilizaciones en territorio hostil. La violencia, por supuesto, forma parte del pack. La maldad, cómo no, también.

EL OTRO

Antecedente de muchas de las películas con factor psicológico que vinieron después, «El Otro» toma a un niño como ejemplo del daño que el entorno puede producir en los pequeños. Robert Mulligan (su director) reinventa el género de terror adaptándolo a los tiempos. Ahora no son vampiros ni hombres lobo los que generan pesadillas, sino que es un niño el que toma el relevo para aterrar como pocas veces se vio en una pantalla grande. Guerras interiores y regusto por teorías psiquiátricas siempre en el límite entre la enfermedad y el mal más puro. Una joya imprescindible.

LA PROFECÍA

Cuenta la leyenda que Richard Donner, director de la peli, estaba desesperado porque no encontraba al niño adecuado para interpretar a Damien. En estas apareció en escena Harvey Stephens y su cara de plum cake. Tan inquietante presencia llamó la atención de Donner quien le pidió que leyese un texto. La respuesta del niño fue una soberbia patada en los testículos del director. Media hora más tarde, ya recuperado (supongo), pidió ver al niño de nuevo. Los padres de Harvey, temerosos de la respuesta de Donner, pidieron estar presentes en el encuentro y así fueron testigos de un momento singular. Donner abrazó al niño mientras le dedicaba un entregado «Te quiero».

Es difícil imaginar a un hijo del diablo mejor que Stephens del mismo modo que resulta difícil mejorar (aunque se intentó hace pocos años) esta excelente película. Como diría un hortera: ¡¡un must!!

EL PUEBLO DE LOS MALDITOS

Todos los habitantes de un pequeño pueblo inglés caen inconscientes al tiempo. Nueve meses más tarde, todas las mujeres del pueblo dan a luz, con la misma sincronía, una treintena de niños albinos. Pasados unos pocos años, rompen los lazos maternos y comienzan a desplazarse juntos a todas partes. Tan inquietante propuesta se plasmó en la pantalla en una película británica de 1960 que generó innumerables de referencias (magnifico remake incluído) a lo largo del tiempo. La uniformidad da miedo y el miedo aumenta cuando se da en mentes tan tiernas.

LA CALUMNIA

Una niña vengativa y caprichosa acusa a dos de sus profesoras de ser lesbianas, pecado mortal en la sociedad de los años sesenta del pasado siglo. Poco importa que atinase sin pretenderlo (el personaje interpretado por Shirley MacLaine lo es), lo realmente llamativo es la saña con que la niña ejerce su maldad sobre las profesoras. Un clásico de agradable visión dirigido con sobriedad por William Wyler.

Y fin…

Mi Rayo Verde…

En «El Rayo Verde», bellísima novela de Julio Verne, el inesperado final deja paso a la imaginación que proporciona la magia doméstica. Aquella que aparece desprovista de velos y confeti.

Hace dos días, totalmente solo en la inmensa playa de Chambre d’Amour, con su imponente faro a mi izquierda, me senté frente al océano esperando ver el rayo verde un día encapotado. Para los que nunca lo veremos, el rayo verde significa mucho más que un punto de luz que en forma de sable cruza el horizonte al morir el día. Es la constatación de que la quimera existe en alguna parte.

Cuando el día se apagó, miré hacia mi costado hasta cruzar mi vista con un haz de luz blanca que procedía de la linterna del faro que pocas horas antes tuve al alcance de mi mano. Y fue allí cuando comprendí, al fin, lo que Verne contó hace 120 años.

Y hoy es el día XIV ya. Y pese a lo afilado del camino en algunos tramos, seguimos en pie. Como el día que te conocí y soportarmos el peso de nuestros cuerpos las doce veces que estuvimos a punto de caernos. Aquel día llevabas el pelo revuelto…