Hay algo en los trabajos de Jiro Taniguchi que emana paz y nos lleva a lugares ya conocidos. Poco importa que alcancemos a los personajes en un momento crucial de sus vidas que les obliga a reflexionar sobre los pasos dados porque sabemos el motivo que causó cada una de sus cicatrices, las que se ven y las que no. El autor japonés tiene la facultad de crear dibujos de carne y hueso que transmiten la sensación de ser viejos conocidos a los que una vez perdimos la pista. Como si hubiesemos recorrido gran parte del camino a su lado hasta que una bifurcación del sendero nos separase.
«El almanaque de mi padre» es un compendio de todas sus virtudes, enriquecidas por una avalancha de sentimientos de los que hieren. La muerte del padre del protagonista del relato, le lleva a reconstruir su figura, la misma que había difuminado conscientemente durante veinte años de rencor sordo. El viaje de retorno a su ciudad, la misma a la que juró (sin saberlo) que jamás volvería a pisar, se convierte en una serena catársis plagada de villanos y héroes domésticos. Cada paso por la ciudad de Tottori supone que un recuerdo le asalte, pero será el encuentro con su hermana y su tío materno lo que provocará el tsunami interior.
A lo largo de 270 páginas, el puzzle emocional que supone el pasado de Youichi se reconfigurará. El divorcio de sus padres, esa losa que no consiguió esquivar siendo niño, se convertirá en una consecuencia inevitable que lo construyó como hombre. Las pequeñas anécdotas y grandes revelaciones sobre su padre que Youichi recibe le reconciliarán con su tierra, con su pasado y consigo mismo. Aún más, se dará cuenta de que su mayor temor es una realidad: su padre vive dentro de él. Del arduo trabajo de revertir ese temor se encargará el tiempo frente al cadáver del hombre al que tanto despreció en vida y el arrepentimiento por todo el tiempo perdido.
«El almanaque de mi padre» es una obra maestra que transmite crispación a través de la serenidad zen. No esperen grandes concesiones al melodrama. Aquí el dolor no se ve, solo se siente.