Creo en la falda mojada de Susan Sarandon…

Annie: Entonces, ¿tú en qué crees?

Crash: Pues yo creo en el alma. Creo en la vagina, en el pene, en la espalda de una mujer, en las bolas con efecto, comida de régimen, un buen whisky, que las novelas de Susan Sontag son una basura autoindulgente y sobrevalorada. Creo que Lee Harvey Oswald actuó en solitario. Creo que debería haber una enmienda constitucional prohibiendo los campos de hierba artificial. Creo en el bateador suplente, en el porno suave, en abrir los regalos el día de navidad en lugar de en nochebuena y creo en besos largos, lentos, profundos, suaves y húmedos que duran tres días…

Los Búfalos de Durham (1988)


El Modelo a Seguir…

Charlie es un fullero, un mentiroso, un ventajista, un cobarde, un yonki… Charlie es seguramente el más humano de los tipos que pueblan la extraña isla de «Lost». Se enamoró (perdidamente) por primera vez en su vida pasados los treinta, y tuvo que ser en un lugar maldito y de una veinteañera embarazada. Por ella renunció a la heroína… o tal vez no lo hizo. El polvo blanco tiene poder. Es el clásico tipo al que nunca darías la espalda pues sufre un tormento contínuo e interior que convierte sus actos en imprevisibles. Su hermano mayor y compañero de éxito en un grupo musical, tal vez la persona más importante de su vida (al menos hasta que apareció Claire), le falló repetidamente y aquello terminó por convertirle en un tipo asocial que desconfía de todos. Un superviviente que decidió merecía la pena sacrificarse por ella, al fin y al cabo no tenía demasiado que perder. El día antes de embarcarse en aquella misión suicida que se llevó su vida escribió una lista con las cosas de las que se sentía orgulloso para que Claire supiera algo más de él.

A mí tampoco me gusta hablar de mi pasado. Es aburrido, no hay mucho que contar. Sí contaré que el doce de febrero de 2008, en una sala de espera e imbuido por el espíritu de Charlie, escribí en una libreta las diez cosas de las que me siento orgulloso y las diez que me avergüenzan. Una mujer vestida de negro tosía sin pausa frente a mí, lo recuerdo. La segunda parte de la lista la rellené en apenas cinco minutos. Y puede que sean pequeñas cosas, anécdotas sin trascendencia, pero me avergüenzo tanto de ellas. La primera parte, los actos recordables, apenas alcazaron la quinta casilla. Y al contrario que la primera parte, al menos tres de ellas pueden ser a ojos ajenos muy importantes, pero de veras que son intrascendentes para mí. Al menos, ahora lo son. Tenía previsto tirar la lista en la papelera, a la salida de aquel lugar horrible, pero olvidé hacerlo. Luego pasaron cosas inesperadas hasta que me reencontré con aquella libreta a finales de abril. El cinco de mayo rellené la sexta casilla de las cosas de las que me siento orgulloso. Quedaban cuatro por cubrir cuando arranqué la hoja y la quemé en un lavabo.

Charlie es un modelo a seguir, lo comparta o no la mayoría. Y «Lost», en su delirio absoluto, es la hostia…

Ennis del Mar…

«Ella es mi alma gemela. No podríamos adorarnos más de lo que ya hacemos. Somos como dos guisantes en una vaina»

Heath Ledger sobre su relación con Michelle Williams

Rompieron pocos meses después de pronunciar esta frase. La fuerte depresión que le siguió y llevó a múltiples excesos con el alcohol y los tranquilizantes fue el detonante de su muerte, accidental o no. Pero sería injusto olvidar que siempre fue un chico triste.

Naomi Watts, su pareja por aquella época, le animó a aceptar el papel de Ennis del Mar en «Brokeback Mountain». Su compañero de reparto, Jake Gyllenhaal, aseguró no haber visto jamás alguien tan parecido a su personaje. De hecho, la escritora Annie Proulx, en cuya historia se basa la película, le envió una copia de la narración original con la dedicatoria: Para Ennis.

Ang Lee, director de «Brokeback Mountain», dijo que sin él la película habría perdido la melancolía que precisaba.

 

Poco después del nacimiento de su hija, le pidió a Ben Harper (amigo íntimo) que compusiera una nana para su pequeña. Así nació Happy Everafter in Your Eyes.

The morning sunrise spread her wings
While the moon hung in the sky
Held the sea in your hands
And happy everafter in your eyes

Couldn’t leave you to go to heaven
I carry you in my smile
For the first time my true reflection i see
Happy everafter in your eyes

Every star in the night
Promises the dawn
I will be there if you fall
To ever so heavily rest upon

All that i can give you
Is forever yours to keep
Wake up every day with a dream
And happyever after in your eyes

Happy everafter is in your eyes

Más estrellas que en el cielo…

Me preguntó…

¿Por qué hemos venido aquí?

Es el único cine que pone «Elegy»

Habíamos cogido el metro y después nos perdimos (cómo no, me perdería en una bañera) después de cruzar un puente. Y aunque no recuerdo nada de la película, porque no pude dejar de besarla y tocarla todo el rato, sí recuerdo el motivo real por el que la llevé allí: Quería que viese las estrellas falsas que cuelgan de su techo.

La madrugada del sábado al domingo volví allí casi un año después. Tomé el metro y a la salida un tipo con acento ruso me preguntó si aquello era Getafe (la ciudad azul). Estás muy lejos, le contesté, y asintió y se marchó tan feliz en la dirección opuesta que le había indicado. Al terminar la película, fotografié el techo de aquel lugar, repleto de galaxias y estrellas fugaces. La misma bóveda que ella atravesó a mi lado. Dos chicas se sorprendieron de mi gesto y me dijeron que no eran de verdad. Tomé el último tren de regreso a Cucumberland, sobre la una y media. Había dos personas conmigo en el vagón. Una de ellas leía un libro sobre estrellas…


Ni chicha ni limoná…

«El Extraño Caso de Benjamin Button» supone la confirmación definitiva de que David Fincher carece de mundo propio. Es un artesano, a veces bueno, que sabe moldearse en función de los guiones que dirige. Sin embargo, es incapaz de dotarles de su propio aliento.

Tal es el caso de su última película, una amalgama de lugares comunes ya explorados. En ocasiones emula con poco éxito a Tim Burton. En otras a Jean-Pierre Jeunet. La cuestión es conseguir un producto sólido que opte a elogios y premios y que engañe al hastiado espectador haciéndole creer que ha sido testigo del prodigio. Su solidez es más que cuestionable debido a las profundas lagunas que inundan la cinta. Alejado por completo de las intenciones críticas contenidas en el cuento de Scott Fitzgerald, se entrega a la ensoñación, cuestión que precisa de alma, algo de lo que el cine de Fincher no puede presumir poseer. Todo es correcto (horrible palabro): Brad Pitt está correcto, pese a lo mucho de abusa de los ojos caídos y de la pose cansina. Cate Blanchett está correcta en su papel de enamorada sufridora. Tilda Swinton está correcta como lo está Taraji P. Henson. Todo correcto, todo aséptico.

Sin que nos llegue a importar un pepino lo que le ocurra a Benjamin, transcurre su vida sin que su abrumadora duración justifique semejante despilfarro de tiempo. No hay magia, no hay alma, no nos hace caminar sobre el cielo, ni no hace olvidar que ocupamos una incómoda butaca.  Es la nada «artística» una vez más. Es eso o se le parece mucho.