Tríptico…

El día cinco de enero de este año regresé a casa sobre las nueve de la noche y me senté en el sofá durante horas observando el tintinear de las luces del árbol de navidad que había colocado tres días antes. Como era habitual desde hacía tiempo, fue un día de mierda sin mayor objetivo que alcanzar el día siguiente para entregar los regalos baratos que había comprado para mis hermanos y mi sobrino. Sin embargo, sucedió un hecho inusual. Mientras estaba sentado en un banco observando con desgana el lento caminar de la cabalgata de reyes, una niña de apenas cinco años se acercó a mí y me dio un caramelo de piña. Este tipo de cosas me suceden con frecuencia, como si llevase la diferencia marcada a fuego en mi frente.

Al día siguiente, me levanté temprano, recogí los regalos del regazo del árbol y me dirigí a dos casas distintas en las que vaciar mi saco-mochila. Mi sobrino me abrazó fuerte y quiso corresponder el tronco con botellas abatibles que le había regalado con un caramelo de fresa, sus favoritos.

Ya sin luz, me dirigí a otro lugar en dos ocasiones (la primera vez olvidé los regalos en casa). Mi casa está lejos, de modo que al regresar por segunda vez, mi taza de chocolate se había enfriado y los churros desaparecido en otros estómagos. No me importó. Hice lo que debía hacer y como premio de consolación, ya que no encontré regalos con mi nombre garabateado, mi cuñada me ofreció un caramelo de naranja.

Paint your wall…

Haciendo honor a las profundas raíces metaleras de Suburbia, hace pocos años se decidió bautizar una calle de Cucumberland con el nombre del grupo heavy que fuese más votado en una consulta popular. Los elegidos fueron AC/DC, y así se hizo. Los australianos asistieron incluso al estreno. Dada la “delicada” zona en la que se emplazó la calle, el ayuntamiento temía que la placa fuese robada por algún fan de grupo, así que decidió encargar cuatro copias metálicas laboriosamente serigrafiadas. La primera fue robada tres noches más tarde. Se repuso al día siguiente y de nuevo el que le siguió. La última fue colgada a 5 metros de altura, tratando de evitar un nuevo robo. La iniciativa no funcionó y la calle AC/DC fue ilocalizable durante un par de semanas. Finalmente, el ayuntamiento creyó dar con la solución aplicando teorías inflacionarias: anunció que vendería, a un precio asequible, facsímiles de la enseña original. Acto seguido, los ufanos políticos municipales restituyeron una nueva creyendo haber acabado para siempre con el pillaje con el resultado que imaginan… Un mes y una docena de robos más tarde, se produjo un nuevo anuncio advirtiendo que la nueva placa sería imposible de mangar. La inauguración de tan novedoso sistema se realizaría el lunes siguiente. Ése lunes, todos los metaleros de Suburbia y extraradio se dieron cita armados con escaleras, martillos, destornilladores e incluso radiales… pero al día siguiente la placa continuaba allí. ¿Adivinan en qué consistió la solución?… La pintaron sobre la pared. La imaginación al poder, que dirían los utópicos del 68.

Dejo una foto de la placa actual (finalmente se decidió regresar al sistema clásico), sacada por mí esta misma tarde.

Publicado originalmente el 6 de julio de 2007

Estar…

Jenny: ¿Tuviste miedo en Vietnam?

Forrest: Sí. Bueno, no lo sé. A veces dejaba de llover el tiempo suficiente para ver las estrellas… y entonces todo estaba bien. Fue como aquella vez justo antes de que el sol se fuese a la cama en el Bayou. Había un millón de chispas de luz sobre el agua… como aquel lago de montaña. Sus aguas eran tan cristalinas, Jenny, que parecía que había dos cielos, uno sobre el otro. Y aquella vez en el desierto, cuando el sol salió, fue como si el cielo se detuviese y la tierra comenzase. Fue tan hermoso.

Jenny: Ojalá hubiese estado allí contigo.

Forrest: Estabas.

Forrest Gump (1994)

Lo que hay que tener…

Washington (Ted Danson) es un profesor de instituto entusiasta que trata, con poco éxito, de empapar de magia la infancia de su hijo. Éste (Ryan Todd), es un niño descreído acostumbrado a las peleas en el patio del colegio cada vez que se burlan de la cojera de su padre (veterano de Vietnam). Y está Katherine (Mary Steenburgen), esposa y madre que sufre de agorafobia pese a los intentos diarios de su marido por llevarla hacia el mundo real mediante pequeños pasos dirigidos hacia su jardín.

Él dedica su tiempo libre a inventar artefactos inútiles y a tratar de sacar de su aislamiento a su mujer e hijo. Son una familia peculiar. Tal vez por esa razón, a nadie le extrañó que el día 16 de julio de 1969 decidiese emprender un viaje hacia el valle de la luna, situado en Idaho, inspirado por los astronáutas de la misión Apolo XI. De modo que cargó algo de ropa en el destartalado Pontiac familiar y durante cuatro días viajó hasta allí junto a su hijo. Katherine se quedó en casa, incapaz de traspasar las puertas que la mantenían reclusa.

Y Neil Armstrong tenía razón cuando dijo aquello del pequeño gran paso, porque al regresar a casa, Katherine les esperó en el jardín.

«Pontiac Moon», peliculita que casi nadie ha visto, es mi particular homenaje al 40 aniversario de la conquista lunar. Los tres pasajeros del Eagle terminaron entregados al misticismo religioso, la botella y las drogas alucinógenas. No puede ser casualidad que todos los hombres que pisaron la luna se divorciaran y prácticamente la totalidad de los que les precedieron siguieran el mismo camino. La anomalía, el no computable, fue John Glenn, el austronáuta milagro que sobrevivió a una reentrada manual en la atmósfera…

«La vorágine de periodistas era tal que John (Glenn), apenas podía maniobrar. Todos querían hablar con él. Pero todos tuvieron que esperar. El gobernador, el delegado de la NASA, incluso el presidente Kennedy tuvo que hacerlo… Fue Annie, su mujer, la primera persona con la que habló.»


Y hay afortunados que cumplen años dos veces en un mes…

Mi madre nació un diez de septiembre, pero su nacimiento no fue registrado hasta el día siguiente. Solía bromear con ello: «Como tengo dos cumpleaños merezco dos regalos».

Hoy, 21 de julio, cumple años Selma. Y resulta que es la persona más importante en el mundo para mi persona más importante del mundo.

¡Felicidades! Y felicidades de parte de Michael Jackson, que se «equivocó» de personaje de Los Simpson cuando le deseó un segundo cumpleaños feliz.