El siete de junio de 2009 estabas allí, bajo la sombra de un oso. Todos los chicos de Madrid vestían camisas rojas aquella tarde. Pero solo cogiste de la mano a uno de ellos.
Es tanto lo vivido que más que siete años parecen setenta los que llevamos juntos. Tantos vaivenes, tropezones, éxitos y fracasos. Tantos besos, caricias y palabras susurradas al oído. Tantas tardes acariciando tu pelo mientras la luz cedia a las sombras. Tantos gritos, decepciones y lágrimas que aprendimos a reubicar. Tantas asombrosas coincidencias, aunque nunca creí en ellas. Mi credo es el azar y sus caprichos. Mi frustración es no saber intrepretar tantas señales que indican que lo complementario no es una quimera.
Tantos momentos como olas en tantos mares.
Seguimos subiendo laderas escarpadas. Al estilo alemán, el nuestro. Siempre eligiendo el camino difícil. Porque sí. Por ellos. Por nosotros. Porque aún queda mar…