¿Cómo describir la semana de San Fermín a alguien que nunca la ha experimentado? Imaginen la mayor bacanal que sus más turbios deseos puedan concebir. A continuación introduzcan a un millón de personas ebrias en una ciudad en la que no caben más de doscientas mil. Después anulen todas las leyes, reglas y normas de urbanidad. Contemplen con horror cómo las botellas vuelan sobre las cabezas de la multitud impactando siempre en quien menos lo espera. Asombrense con los cientos de guiris que se lanzan en plancha desde la fuente de la Navarrería, quedando, no pocos de ellos, heridos y el algunos casos parapléjicos. Intenten, vanamente, caminar por las calles, esquivando los cubos de agua que alguien te arroja agua desde un balcón, a otro que golpea su hombro contra el tuyo y te reta a una estupida pelea aunque apenas pueda mantenerse en pie y a los hambrientos que ofrecen su vida mientras trepan canalones de agua tratando de alcanzar a la chica que enseñan las tetas desde una terraza. Imaginen a Hemingway observando complacido cómo se desarrolla el caos desde una ventana. Imaginen a Baco persiguiendo a Afrodita por la cuesta de Santo Domingo…
Desde hace un par de semanas, los tablones que marcan parte del recorrido del encierro adornan los costados de la cuesta que conduce hasta el ayuntamiento. En ellos han quedado grabados, a través de los años, la euforia, el éxtasis, los anhelos, las fobias y los rencores que acompañan a los vapores etílicos. Efímeras declaraciones de amor que comparten espacio con alucinaciones en forma de delfínes. Reflexiones pseudopoéticas escritas bajo exaltaciones de amistad de un solo día.
He tratado de evitar las numerosas reivindicaciones políticas, el colmo del absurdo en una fiesta que no tiene nociones de frontera alguna. Que no posee otra bandera que el don de la ebriedad.
Me sumerguiré en la marabunta cuando cuando las agujas del reloj apunten hacia arriba el días seis de julio. Que Dios, si está, mire hacia otro lado mientras tanto.
Voy a mirar billetes , ahora mismo.
No creas que te recomiendo que vengas. Al menos no que lo hagas más de uno o dos días, que son los que yo tengo pensado estar aquí antes de escapar. Esto se convierte en un manicomio, Mary Kate. Es algo inenarrable…
Como siempre el romanticismo bordea la locura, quizás un botellazo te vuelva a la realidad o acaso un encuentro fortuito de los que te cambian la vida te vuelva más loco todavía. En cualquier caso, arriba la fiesta sana y disfruta con lo disfrutable Alex. Me encanta la pintada del banco «Todos los planes cumplidos». Qué tierno, qué fuerte..
Un beso, genial descripción por cierto, he estado ahí por un momento, esquivando, agachándome, sonriendo, escuchando, hasta me sonó un cuerno en la distancia y otro que le contestaba, todavía más lejos.
En este caso se sumerge por completo en la demancia, Angéline. Para mí, el pasado año (mi primer año sanferminero) el shock fue antológico hasta el punto de que respiré aliviado cuando pude salir de aquí unos días más tarde. El romanticismo, que lo hay en abundancia, queda completamente solapado con el paso de las horas hasta convertirse todo en un delirio colectivo imposible de calificar.
Mi pintada favorita también es esa: «Todos los planes cumplidos». Hermosa poesía real en bruto. La que más se siente.