Al contrario que la materia, Michel Gondry no se transforma. Continúa afirmando que el universo es singular, divisible y que sus movimientos se articulan a través del stop motion. Tampoco le tiembla la voz cuando proclama que el amor es una anomalía a erradicar en el sistema, siempre con la esperanza de que algún circuito se ensamble del revés para que las cosas cambien algún día. Si el amor no existe, al menos que sea perecedero. Una razón que aligere el equipaje, porque el dolor que acarreará su pérdida será eterno.
«La Espuma de los Días» supone la reafirmación definitiva de las teorías del director. En esta ocasión los elementos se radicalizan aún más mientras el discurso se repite y la conclusión lucha por cambiar su signo inalterable. Gondry a llegado al convencimiento de que el mundo necesita amor solo para pisotear la posibilidad misma del amor. A cada golpe de ilusión le suceden tres de realidad. Y la realidad, al menos en sus películas, es el enemigo que se aposta fuera mientras los universos interiores se desmoronan.
El director maneja con habilidad ingredientes conocidos para fraguar una historia diferente que resulta familiar. No faltan los mundos personales impolutos que se quiebran ni el hielo sobre el que patinar. Gondry tiene lugares comunes que son los nuestros y el principal es una historia de amor necesario, autoimpuesto, en el que la degradación se agrande y el color se evapore gradualmente hasta desaparecer por completo.
Tres parejas de enamorados protagonizan una historia de sentimientos desequilibrados. La primera pareja está formada por Nicolás (Omar Sy) e Isis (Charlotte Lebon). Simbolizan el amor carnal sin otro horizonte que el de una cama desecha al amanecer. La segunda la forman Chick (Gad Elmaleh) y Alise (Aïssa Maïga). Las peores cartas son las suyas. Se aman de modo asimétrico, y mientras Chick profesa devoción por un filósofo mediático, Isis envidia el intenso amor que se profesan Colin (Romain Duris) y Chloé (Audrey Tautou). Amor generoso, desinteresado, pleno. La clase de amor que atrae al dolor. Tras la exposición de los personajes, Gondry comienza a trazar las líneas de su plan maestro para indicar al espectador la triste realidad que le espera. Realidad embellecida con bellísimos hallazgos surrealistas que cuestionan por qué el ideario de escritor Boris Vian no se encontró antes con el del director.
Sin rehuir la crítica social, el anticlericalismo descarnado, y un humor negro que empapa los huesos de lo cotidiano, es el amor el rival al que se enfrenta una fatalidad acostumbrada a vencer. El combate será duro y no dejará heridos. Antes, nuestras almas, más o menos traqueteadas, ya se habrán rendido. Supongo que es lo que Gondry buscaba. Lo ha logrado una vez más. Maldito sea.
Ya sabes lo que pienso. Mi crítica se titularía «Love will tear us apart (ojalá)». Requiero un final más desnudo, más despiadado, más descarnado, más crudo, más real. Pero también más emocionante, más tierno, más conectado a toda la historia. Aunque Gondry era perfecto para este cuento de hadas para adultos. Y como me contradigo, diré que me encantó que Ayoade cambiará el final de la novela de Dunthorne a algo más positivo e ingenuo.
Valoro tu opinión, enriquece mi modo de acercarme a la película, pero veo a Gondry tan pleno que no puedo evitar disentir. La película suaviza los golpes posiblemente. Los subordina al mundo reconocible de Gondry en el que la felicidad se muestra en pistas de patinaje sobre hielo o las casas se degradan al tiempo que lo hacen sus moradores. Un todo en uno más poético, más sutil posiblemente que el libro. Libro que gracias a ti ha llegado a mis manos, y que leeré con enorme placer. Ya te contaré…
Alex,
parece que la película promete,diversas parejas,diferentes formas de encontrarse.La busco y te cuento…
Bsts
No lo veo tan coral. Esto es la historia de una pareja. El resto es un poco el fondo del cuadro, no una peli coral a lo Altman. En Vian, la parodia a los sartreanos de los 60 que es una de las parejas es casi un mal chiste privado y desde luego lo peor de la novela. Y los otros dos, irrelevantes.
Te encantará, Troyana. No te costará sintonizar con el universo de Gondry.
Besos.
La entiendo como una historia enfocada en una sola pareja con influencias corales muy marcadas. Cada suceso determinante está supeditado a una de las otras parejas de un modo emocional o material. Y me refiero a la película, aún no he leído la novela. La parodia satriana me parece genial supeditada a la coyuntural. No me cuesta imaginar la saturación de un filósofo tan mediático (puede que a su pesar) y de pensamiento tan expansivo en la década de los 60…
En los 60 tenía todo su sentido, aquí y ahora debiera ser sustituido: La filosofía y la política, en la era en que más falta hacen no despiertan ese fervor. Yo hubiera cambiado a Sartre por Avril Lavigne.