Laura y Jim vuelven a encontrarse inesperadamente. La última vez que se vieron fue extraña. Laura confesó haber llevado una vida estéril y plagada de miedos. Jim, que asustado se marchó, se encuentra ahora junto a ella en su habitación.
Laura: No pensé que volvería a verle más.
Jim: ¿Por qué?
Laura: Porque le decepcioné.
Jim: Mucha gente me ha decepcionado a lo largo de mi vida, pero no usted.
Laura: Ahora sabe quién soy.
Jim: Sé que colecciona figuritas de cristal y que no frecuenta las escuelas de secretariado.
Laura y Jim sonríen.
Jim: ¿Sabe qué veo cuando la miro? A una mujer frágil que ha sabido mantenerse lejos de la inmundicia de ahí fuera. En cierto modo ha logrado un éxito al que aspiramos muchos.
Laura: No sea tonto, usted ha vivido. Yo no.
Jim: No quisiera haber vivido la mayor parte de las veces ¿Estuve en la guerra, sabe? Tenía diecisiete años entonces.
Laura: Lo sé. Estaba en un lado de la calle cuando su regimiendo desfiló. Iba muy elegante con su uniforme.
Jim: Aquel uniforme no duró mucho.
Laura: Ha estado en Europa. Ha visto mundo.
Jim: Y ahora estoy aquí, en su cuarto. Haciendo un picnic en su alfombra rodeado de animales de cristal. ¿Tiene elefantes?
Laura: Sí, aquel de allí. ¿Le ve?
Jim: Me gustan los elefantes. Me gusta su habitación. Es como si el mundo no tuviese influencia tras sus paredes.
Laura: Muchas veces las he derribado mentalmente.
Jim: ¿Y cómo se sintió?
Laura: Deseé haber estudiado albañilería para volver a edificarlas.
EL ZOO DE CRISTAL