Chatarra espacial…

En el preciso instante en que un grupo de rollizas señoritas introducía una cápsula espacial en el gigantesco cañón del «Viaje a la Luna» de Méliès, se estaba produciendo la primera panspermia generacional inducida por el celuloide. La chatarra espacial se constituía desde entonces en la bandera que enarbolarían por siempre todos aquellos que no supieron crecer al ritmo de la gente de bien. Porque si has crecido con los pies en el suelo te has perdido algo tan grande como el primer beso, la primera vomitona de viernes noche o el primer desengaño amoroso que todos juramos en su día sería el último. Por el contrario, si volaste alguna vez en el Halcón Milenario sin abandonar tu butaca sabrás de lo que hablo. Las naves espaciales son (junto a los robots) las juntas, las tuercas y las carcasas que cohesionan los sueños de los eternos adolescentes. Esta afirmación no trata de ennoblecer el imaginario freak gratuitamente. No, hablo de amor sincero. El que nos  llevó a viajar en sus bodegas, siempre como polizones virtuales, hasta planetas prohibidos, mundos acuáticos y atmósferas de metal.

Sin ánimo de pontificar sobre qué nave es más emblemática que otra, dejo aquí una lista de las que, a mi juicio, son imprescindibles para perderse en el espacio sin plan de retorno.

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(2001, una odisea en el espacio. Stanley Kubrick. 1968)

2001

Siendo tan obseso del detalle no resulta extraño que Kubrick diseñase una nave espacial real una centuria por delante de la ciencia de su tiempo. Cada compartimento, cada dormitorio, cada cuarto de baño y sala común fueron planificadas por el director quien se ayudó de docenas de asesores científicos para resolver cada problema surgido. Fredrick Ordway, ingeniero estrella del todopoderoso Instituto Tecnológico de Massachussets ofició como mano diestra del director encabezando un nutrido grupo de científicos de la NASA, IBM, Bell Laboratories e incluso astrofísicos soviéticos contactados a través de la embajada de la URSS en el Reino Unido. Como consecuencia lograron solucionar problemas como el de la ingravidez y sus efectos sobre los humanos, la propulsión necesaria para transportar una nave a través del sistema solar (cuestión que saldaron con motores impulsados por agua vaporizada que la ciencia de aquel entonces consideraba una energía futura viable y económica), e incluso un sistema de intercomunicación que dio origen a las actuales tablets con cuarenta años de adelanto. El problema final consistió en lograr alienígenas convincentes, para lo cual se contactó con el astrónomo divulgador Carl Sagan. Ante la falta de ideas originales, alejadas del típico bicho tentacular galáctico, se optó por dar forma humana a los habitantes de otros mundos, solución que agradó a Sagan y que volvió a adoptar en su célebre novela «Contact».

Las medidas de la nave, los vehículos auxiliares, los sistemas de apoyo, todo fue diseñado de modo milimetrado para dar verosimilitud a la epopeya espacial más incomprensible, gafapasta y fascinante hasta ahora rodada. Como colofón se otorgó el control de la nave al superordenador HAL 9000. Un ente más humano que los humanos cuya lenta agonía continúa hiriendo hoy día.

NAVE DE CARGA

(Atmófera Cero. Peter Hyams, 1981)

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La sólida nave de carga empleado por la pérfida compañía minera que extrae titanio de Ia luna jupiteriana de Io, es un prodigio de ingeniería y solvencia. Lo suficientemente robusta y manejable como para moverse entre las hostiles condiciones del infernal planeta. Como nave de carga carecía de lujos más allá de sistemas hidráulicos innovadores, concepto que después fue utilizado por la industria del automóvil, y un sistema de propulsión a prueba de fallos. Al menos hasta que Sean Connery desenmascaró a los patrones crápulas capaces de dopar a sus obreros con drogas estimulantes para que produjesen sin pausa a riesgo de llevarles hasta la locura. Es entonces cuando contamos los minutos que faltaban para que el transbordador pusiera a salvo a Connery en un evidente homenaje al western de Fred Zinneman «Solo ante el peligro». Y no sé si se retrasó, pero se hizo de largo…

PATRULLERO

(Blade Runner. Ridley Scott, 1982)

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Ridley Scott, Syd Mead y Michael Kaplan diseñaron una ciudad de Los Angeles distópica con la intención de inducir al espectador hacia un hipnótico viaje sin otro destino que la desesperanza. Los vehículos utilizados por los Blade Runners combinan modestamente la practicidad con un halo melancólico de la nave aérea que nació sin capacidad estelar, compartiendo limitaciones y frustración con los Nexus-6 quienes carecían de esperanza de vida más allá de los cuatro años. Su equipamiento interno funcional y su ortopédico sistema de despegue, provoca cierta dentera (cosa de la precariedad de los tiempos en que fue filmada). Sin embargo el tiempo las ha convertido en parte del mito que arrastra consigo la película.

RIDER CYLON

(Battlestar Galactica, Serie de televisión 1978-1980 y 2003-2009)

El primer rider cylon diseñado para la serie pionera, claramente inspirado por la estética de la época, poseía una maniobrabilidad asombrosa apoyado por una carga aerodinámica brillantemente distribuida. No tardó en convertirse en el paradigma de la nave espacial evolucionada desde el círculo del platillo volante clásico hasta un óvalo irregular que le proporcionaba mayor estabilidad de vuelo. Su estética causó furor en su momento llegando a ser literalmente plagiado por varias «series b» de la época carentes de imaginación y sobradas de geta. Un icono pop inmortal.

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Rider 1978

Décadas más tarde fue lanzado un piloto que regeneraba la serie. Obtuvo una buena acogida de la audiencia, lo que dio lugar a una de las series de ciencia-ficción más celebradas de la historia televisiva hasta el punto de que opacó casi por completo a su popular referente. Los productores mantuvieron la esencia de la historia y los personajes, pero se afanaron en actualizar las naves tratando de respetar los difícilmente superables originales. Si bien los vipers coloniales no sufrieron grandes modificaciones estructurales, los riders cylon apenas son reconocibles física y conceptualmente. En primer lugar se respectó el contorno circular al que se añadió un enorme hueco central que daba apariencia a la nave de poseer amenazadoras garras. En segundo lugar se sustituyó a los pilotos cylon por una materia orgánica integrada en la nave que la convertía en un ente con vida propia. Sin entrar en disquisiciones aeronáuticas que con seguridad erosionarían el segundo modelo con respecto al primero, lo cierto es que estéticamente se logró el objetivo de transmitir desasosiego con la sola aparición de los riders en pantalla.

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NAVE ESPACIAL DEL DOCTOR ZARKOV

(Flash Gordon. Cómic, 1934)

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Posiblemente la más popular de los diversos diseños con los que se ha ilustrado al cohete del doctor Zarkov sea la que, en cierto modo, inspiró los primeros cohetes fabricados por Wernher Von Braun en la alemania nazi. La obra maestra kitsch que es «Flash Gordon» puede presumir de haber brillado en el auge de la cultura pop, de haber contribuido a la la teoría del steampunk y de haber llenado de pájaros la cabeza de varias generaciones entregadas a las maldades del emperador Ming (otra reminiscencia coyuntural que el terror amarillo produjo en los años 30 del pasado siglo). Hoy día resulta enternecedor un artefacto que incumple con casi toda norma aeronáutica a excepción de su forma fálica. Precisamente fue esta circunstancia la que convirtió a la nave de Zarkov en un icono erótico festivo en la desmitificadora década de los setenta. No sé si pasa su pesar o su solaz.

NAVE ESPACIAL DEL DOCTOR ZARKOV

(Las Aventuras de Flesh Gordon. Michael Benveniste y Howard Ziehm, 1974)

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El cine pornográfico comenzaba a asomar la cabeza tímidamente aprovechando las rendijas que el paso del tiempo provocaba en los códigos morales. Mientras tanto fueron las comedias picantonas (el célebre género clasificado «S») las que gozaban de taquillas generosa abarrotando salas de espectadores ávidos de carne. «Las Aventuras de Flesh Gordon» no tuvo reparo en emponzoñar la imagen de un héroe americano intocable y sus compañeros de viñeta. Para empezar se cambiaron los nombres; así Flash se convirtió en Flesh, el doctor Zarkov se rebautizó con el libidinoso nombre de Flexi Jerkoff (de innecesaria traducción) y el Emperador Ming se convirtió en Wang «el pervertido». La película es irresistiblemente divertida si se acompaña su visionado de una conveniente provisión de cervezas. Aunque lo mejor de la función es la nave espacial del doctor Jerkoff surcando enhiesta el espacio.

NAVE DE TRANSPORTE DE TROPAS y NAVE RECOLECTORA

(Dune. David Lynch, 1979)

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Tras la caída en desgracia del «Dune» que debía dirigir Alejandro Jodorowsky, el productor Dino de Laurentiis contrató a David Lynch, un joven director aparentemente menos tronado (o eso creía él), para dar forma a la monumental novela de Frank Herbert. El injusto batacazo de taquilla sufrido, comprensible en parte a causa de lo alambicado de una trama no destinada al consumo masivo, ofreció grandes tesoros de diseño como la orgánica nave recolectora y el mayestático crucero de transporte de tropas diseñados por Chris Foos quien tuvo que cargar con la pesada sombra de los diseños de H. R. Giger (diseñador de la versión Jodorowsky) que alguien interesadamente sacó a la luz coincidiendo con el estreno. La monumentalidad y fidelidad a las normas físicas de Foss chocó frontalmente con la inabarcable imaginación de Giger de quien dejo uno de sus imposibles y fabulosos diseños que para siempre, para desgracia de los habitantes de las fantasías encarnadas, quedarán confinados en una carpeta de dibujo.

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COHETE LUNAR

(La Mujer en la Luna. Fritz Lang, 1929)

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Podría decirse que el diseño del cohete lunar es convencional de no ser porque aún faltaban décadas para la puesta en marcha de los programas espaciales. Si bien Lang y su mujer, la guionista Thea Von Harbou, tampoco se esforzaron demasiado en dar un equipamiento convincente a la nave, dotándolo de cuatro palancas, varios botones y muchas lucecitas luminosas que daban un aspecto penoso al cuadro de control. Se apoyaron en las teorías balísticas de los ingenieros alemanes de la época para crear una nave en el que incluyeron algunos de los hallazgos estéticos utilizados en «Metrópolis», la anterior película del tándem Lang-Von Harbou, combinando la austero, la práctico y la visualmente llamativo, pero olvidado la coherencia. Una trama engañosamente insulsa que anticipa la voracidad de las empresas privadas a la hora de esquilmar los recursos naturales, termina obviada ante el extraordinario poder visual de las imágenes del genio vienés, a lo que debemos sumar la despreocupación científica un libreto que permite a los personajes corretear por el satélite sin casco ni traje espacial, inmunes a la ausencia de gravedad, oxígeno y a la abrasiva radiación solar. Como detalle curioso cabe destacar la estética art decó del módulo de aterrizaje. Un ejemplo de coyunturalismo que viene a decir algo así como «vayas donde vayas, hazlo con estilo».

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USS ENTERPRICE NCC-1701

(Saga Star Trek. Televisión y Cine, desde 1966)

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Pocas naves han sido tan reverenciadas como el crucero de batalla USS Enterprice. Un prodigio de diseño que surca el espacio desde hace décadas en busca de desfacer entuertos cual Don Quijote sideral. Poco importa que no haya trekkie desde Irán hasta la Tierra del Fuego que no tenga en su poder una maqueta pues el auténtico problema de la franquicia continúa siendo su incapacidad para derribar las barreras del gueto que la mantiene diez pasos detrás de otras epopeyas espaciales que han sabido fraguar su leyenda con mayor talento y más atinadas técnicas de marketing. Con seguridad es la Enterprise el mayor éxito de Star Trek. Una referencia cultural y estética que identifica a los que han optado por hacer del frikismo una forma de vida.

FURGONETA ESPACIAL

(La Loca Historia de las Galaxias. Mel Brooks, 1987)

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Mel Brooks dedicó su vida personal a una mujer extraordinaria como fue Anne Bancroft y su vida artística a desvelar la cara b de los grandes mitos cinematográficos. Cuando miró hacia el espacio fue la saga «Star Wars» la que recibió sus burlas. Por si el diseccionar una mitología amada por su fans con fervor religioso fuese poco, cometió el anatema supremo de reconvertir el Halcón Milenario en una desastrada furgoneta de reparto espacial a los mandos de un patético sosias de Han Solo. Las características de la nave eran similares a las de su matriz con el añadido de toneladas de caspa y de una envidiable capacidad para el frenado en seco en ausencia de gravedad. Sencillamente memorable.

FIREFLY

(Serenity. Joss Whedon, 2005)

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Sin duda el paradigma de la chatarra espacial es la Firefly. De hecho fue rescatada de una chatarrería por Malcolm Reynolds, ese perdedor entrañable que dedica su vida a esquivar el meteorito que lleva escrito su nombre. Una nave tan obsoleta solo podía tener un capitán como él. Sorprendente en prestaciones y bellísima en su línea desastrada, bien podría haber sido imaginada por la turbia mente de Alejandro Jodorowsky y haber sido dibujada por Moebius. Hasta la última tuerca de la nave rechina cada vez que abandona la atmósfera para alejarse por el espacio en busca de otra luna. De no ser así faltaría el elemento romántico, el que impide visualizar futuro alguno más allá de sus agrietadas paredes de acero.

CRUCERO DE LOS PLANETAS UNIDOS C-57D

(Planeta Prohibido. Fred McLeod Wilcox, 1956)

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La simplicidad y limpieza de su diseño cincuentero es lo que otorga galones al C-57D. Inspirado abiertamente en los platillos volantes (cuya fiebre de avistamientos se hallaba en su máximo esplendor), estaba equipado para realizar viajes siderales de años luz siempre en misión de paz. Así, con la rama de olivo, es como llegó a Altair IV donde fueron recibidos por el icono de los iconos robóticos Robby el robot. La imaginación de los guionistas se centró en el poderoso argumento de la película dejando en segundo plano las prestaciones de una nave de líneas tan hermosas como ignotas posibilidades.

ACORAZADO ESPACIAL YAMATO

(Saga Crucero Espacial Yamato. TV y Cine, desde 1978)

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La metafísica y el anime se emparentan en su afán por comprender la estructura de los elementos y tratar de sublimarlos. Es entonces cuando el arte de origen japonés toma ventaja gracias a su capacidad para hacer creíble la quimera mezclando cultura pop  y tradición. Así nació el crucero espacial Yamato, tomando como punto de partida al mítico acorazado Yamato, orgullo de la flota imperial japonesa hundido cerca de Okinawa cuando la II Guerra Mundial tocaba a su fin. La epopeya del acorazado que el imaginario local suponía «insumergible», sumado al horror nuclear que pisa los talones de la memoria japonesa, sirvió para escenificar otra epopeya, esta vez espacial, en la que la humanidad trata de sobrevivir a un ataque nuclear de otro mundo. La estructura de la nave espacial es idéntica a la de su referente marino con el añadido de un sistema de propulsión que le permite viajar a velocidad luz sin importar que la aerodinámica no sea la más adecuada. Y qué más da, en el mundo del anime todo está permitido menos bajar los brazos.

SONDA DE EXPLORACIÓN PLANETARIA

(Ultimatum a la Tierra. Robert Wise, 1951)

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La ciencia-ficción alcanzó carta de naturaleza (que no su madurez) durante los años cincuenta azuzada por la guerra fría y los continuos avistamientos de OVNIS que comenzaron a hacerse frecuentes tras el «contacto» relatado por el piloto Kenneth Arnold en 1947. El terror al enemigo rojo se encubría tras vistosos diseños de naves espaciales tan similares en la forma como singulares en su concepto. En este caso la nave se trata de una simple sonda de exploración espacial equipada con un cutre sistema hidráulico de plataformas. Lo aséptico de su línea sintonizaba con la iconografía comunista del mismo modo que sus lacónicos tripulantes podrían pasar por habitantes de la estepa sedientos de sangre tras su cordial apariencia. Tan poca cosa logró infundir terror en los espectadores de la época pese a su candoroso mensaje pacifista, que el enemigo siempre será el enemigo.

TIE FIGHTER

(Saga Star Wars. Cine y Televisión desde 1975)

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Años atrás, Michiu Kaku, divulgador científico y unos de los padres de la teoría de las cuerdas, elaboró una lista con los artefactos aparecidos en novelas y películas de ciencia-ficción que serían viables en el presente o en un futuro cercano. El Twin Ion Engine Fighter figuraba en la lista como un ejemplo de cómo la ciencia ficción puede elaborar máquinas viables partiendo de la fantasía. Dotado de un motor gemelo propulsado por iones que podía recargarse gracias a las placas solares adosadas en sus alas verticales, era su maniobrabilidad su punto fuerte mientras que su carencia de escudos defensivos lo que convertía en poco menos que una ratonera si el combate se complicaba. Su única arma ofensiva se componía de dos cañones láser de discreto poder, dos minas difícilmente utilizables con garantía de éxito y una lanzadera de misiles de seis torpedos de protones que pocas veces se llegaba a utilizar debido a su poca fiabilidad, lo que unido a que pequeño cubículo el monoplaza impedía la fluidez de movimientos del piloto en caso avería, convertía a la nave en una modesta arma de guerra. Sin embargo es su línea, su carismática apariencia, además del inconfundible sonido provocado por sus motores de iones, lo que ha sobrevivido en la imaginación de fan hasta convertirla en uno de los iconos identificativos de la saga.

TARDIS

(Dr. Who. TV y Cine, desde 1963)

TARDIS

La Time And Relative Dimension In Space es la nave espacial, adaptada para realizar viajes en el tiempo, utilizada por el Dr. Who en su eterno vagar en busca de injusticias cósmicas contra las que luchar. No se dejen engañar por su forma ya que en su interior podrían celebrarse partidos de polo cómodamente gracias al dominio dimensional de la civilización a la que pertenece el extraño Dr. Who. Su aspecto de cabina policiaca londinense se explica por la avería del circuito camaleónico de la TARDIS durante una de las paradas londinenses del doctor. Incapaz de arreglarlo, y por qué no decirlo, encantado de que su excentricidad encontrase reflejo en su medio de transporte, lo dejó tal cual. Otra de sus peculiaridades es que se trata de un sistema orgánico (al modo de las naves cylon de nueva generación) conectado simbióticamente al buen doctor. Pese al cúmulo de prestaciones que posee, entre los que se encuentra la citada capacidad para mimetizarse en cualquier cosa y el circuito traductor que permite al doctor entender cualquier lengua del universo, la TARDIS está en realidad desfasada. Pero a ver quién le dice a Who que cambie de montura.

U.S.C.S.S. NOSTROMO

(Alien. Ridley Scott, 1979)

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Ron Cobb y Chris Foss recibieron el encargo de diseñar una nave estéticamente poderosa que al tiempo resultase creíble alejándose de los estándares fantasiosos de la ciencia ficción. Tras un arduo trabajo de documentación en la que se versaron sobre mecánica, ingeniería y diseño parieron a la Nostromo, nave de carga de la clase Juggernaut de 245 metros de eslora con capacidad para transportar una refinería de más de 1.500 metros de longitud. Cobb, cabeza del equipo de diseño, aportó al género algo que desde la Discovery One de Kubrick se había perdido: credibilidad. Para ello se olvidó de tecnologías hiperespaciales, de armamentos todopoderosos y de capacidades de maniobra más cercanas al universo de los toons porque la Nostromo es endiabladamente difícil de manejar, razón por la que está automatizada hasta el más mínimo detalle. La más llamativa concesión a la fantasía futurista consistió en dotar a la nave de un sistema de hibernación perfectamente compatible con la historia de avaricia y destrucción que narra.

NAVE DE REPARTO DE PLANET EXPRESS

(Futurama. 1999-2013)

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De la agusanada mente (a causa de la perfidia) de Matt Groening nació la serie de animación más canalla de la historia de la televisión. Irónica, grotesca, despiadada y sin embargo poseedora de una vena lírica de intensa belleza que nunca consiguió erosionar la carcasa del icono más bribón imaginable, el robot alcohólico Bender Rodríguez. Por supuesto, la nave propiedad de la empresa de paquetería en la que transcurre la trama no podía ser otra cosa que un aparente montón de chatarra que en realidad ocultaba una poderosa capacidad para desplazarse moviendo al universo (como lo oyen), además de alcanzar el 99% de la velocidad de la luz. Su hacedor, el brillante y cascarrabias doctor Fansworth, utilizó la nave como cobaya de sus múltiples inventos, los cuales siempre funcionaba aunque pocas veces del modo previsto. De tal modo vimos a la nave hacerse migas, desintegrarse, quemarse e incluso cobrar vida (en un mítico episodio que homenajeaba a «2001, Una Odisea en el Espacio») con el fin de comandar misiones extremadamente largas o complejas. Entre medias tuvo tiempo de experimentar el amor robótico, más tarde los inevitables celos, para terminar inmolándose en un brillante y cínico juego que demuestra que el mal, especialmente si viene de la mano de Bender, siempre vence.

BP-1729 NIMBUS

(Futurama. 1999-2013)

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Poco sabemos de la Nimbus más allá de su poderosa presencia y frágil empaque causada (en gran medida sino en toda) al ser comandada por el incompetente general Zapp Brannigan y su lugarteniente (y felpudo) Kif Kroker. Participó en centenares de batallas y apenas ganó alguna, siempre a costa de civilizaciones que rendían culto a los palos y a las piedras como arma defensiva, si bien siempre consiguió regresar a la tierra para pavonearse en ostentosos desfiles que la definían como el orgullo de la flota terrícola. A pesar de haber sido fabricada a imagen y semejanza de Brannigan, en otras palabras mucha fachada y escaso contenido, estaba dotada de toda la gama de avances técnicos imaginables, entre ellas un láser táctico especialmente temible cuando era utilizado en el modo Hipermuerte. Se le habría podido pedir cualquier cosa de haber estado en manos más hábiles. Pero con Brannigan al mando bastante hacía con mantenerse flotando en el éter.

PROYECTIL LUNAR

(Viaje a la Luna. George Méliès, 1902)

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En el siglo XIX, cuando los primeros sueños de pisar nuestro satélite comenzaron a tomar visos de realidad gracias a los constante avances técnicos, se daba por hecho que el único sistema de propulsión capaz de atravesar la atmósfera terrestre debía ser un gigantesco cañón. El sentido común descartó rápidamente tal posibilidad, pero acabar con la fantasía siempre fue una misión imposible. Recién comenzado el siglo XX, Méliès tomó como referencia la novela de Jules Verne «De la Tierra a la Luna» para rodar la que se puede considerar primera fantasía de ciencia-ficción cinematográfica. El primer vehículo espacial no fue precisamente espectacular. En realidad se trató de un enorme proyectil de cañón hueco habilitado para una austera supervivencia en el espacio. Lo realmente reseñable fue lo que ocurrió cuando el proyectil alcanzó la superficie lunar. El arte barroco nunca fue más libre.

HALCÓN MILENARIO

(Primera trilogía de «La Guerra de la Galaxias». 1975-1983)

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El carguero corelliano YT-1300 «Halcón Milerario», capitaneado por el buscavidas Han Solo, forma parte de la historia del cine desde la primera vez que asomó su morro bífido en la gran pantalla. Pese a su origen como vehículo de carga, Solo lo tuneó con tal acierto que la convirtió en la nave más rápida del universo gracias a su capacidad para superar ampliamente la velocidad de la luz. Y no exageraba. La primera vez que Solo activó tal función y la pantalla de plata se cubrió de brillantes haces de luz, toda una generación cayó para siempre en un ensueño del que me temo jamás nos recuperaremos. Su armamento se puede considerar modesto en relación a su habilidad escapista. Pese a ello, no solo contribuyó a la destrucción de no una sino de dos estrellas de la muerte, además participó en media docena de batallas siempre con el signo del perdedor de su parte. Posee varios escudos protectores de alta gama robados al Imperio y adosados a la nave por Solo. También dispone de torretas láser, dos cañones láser ubicados en la zona frontal y un láser antipersona oculto en su panza. Ligera y con una asombrosa capacidad de maniobra, hasta el brutote de Chewaka es capaz de pilotarla con dignidad. Puede que no sea la mejor de las naves, pero sí la que ganó para siempre nuestros corazones en la platea de un cine de verano.

BS-75 GALACTICA

(Galactica. 1978-1980 y 2003-2009)

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Tecnológicamente puntera en la primera guerra cylon, desfasada en la segunda (cuestión que paradójicamente salvó a la humanidad de la extinción), orgullo de la flota colonial siempre. La Galactica es mucho más que un crucero espacial o el chispazo de un nuevo comienzo. Es el punto de colisión de millones de historias a lo largo del planeta que encontraron en su forzada mitología un nexo de unión que dio lugar a un acontecimiento televisivo que traspasó pantallas. La nave, elegante en su forma y con capacidad para encajar durísimos ataques nucleares gracias a potentes escudos protectores, estaba, sin embargo, lejos de ser invulnerable. Su armamento defensivo precisaba de los vipers (pequeños cazas de grandes prestaciones) para contener la furia de los cylones. Las veinticuatro torretas láser y multitud de pequeñas ametralladoras situadas en su chasis con las que contaba no servirían de mucho sin el soporte de los cazas. Disponía igualmente de armamento nuclear limitado lo que convertía a la nave en un hueso duro de roer pero con escasa capacidad de ataque. Sus mayores virtudes, al margen de su resistencia, residían en los saltos cuánticos que la permitían surcar enormes distancias en cuestión de nanosegundos, en su capacidad de carga y en la capacitada (si bien inflexible en exceso en ocasiones) tripulación que la mantenía con vida.

Y fin…

3 pensamientos en “Chatarra espacial…

  1. Vamos a ver: esto es un clásico impagable. Me hace sentir bien este grandes éxitos. Porque son grandes éxitos, no tengas duda. Y los compilas como dios sus nubes. Ahora, voy a leerlo. Primero escribo, luego lee. Al revés de como se debe. Mira tu privado de fb

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