La Poesía del Ermitaño…

Se equivocan, recurren al hermetismo fácil, los que acusan a Malick de ser excluyente en sus planteamientos fílmicos. Igualmente se equivocan los que defienden sus errores considerándolos excentricidades atribuibles a su genio. Se recurre al manido concepto de “poesía visual” para justificar lo que los cines de Estados Unidos han preferido definir como “narrativa no convencional”. Y cierto es que Malick es un poeta, una anomalía en el mundo del cine, que sentó las bases de su última película, “El Árbol de la Vida”, en sus dos propuestas precedentes, sin llegar a dar el paso definitivo de convertir su metraje en una constante evocación sentimental inducida por las imágenes, como ha ocurrido en esta ocasión.

Definir “El Árbol de la Vida” en palabras resulta del todo imposible, pues se trata de una metáfora visual que prescinde casi por completo de la palabra permitiendo a las sensaciones reinar del mismo modo que oficia la poesía en las páginas impresas. El dolor y el desarraigo, emociones reconocibles en el cine de Malick desde sus comienzos, aparecen de nuevo representadas gestualmente en busca de calar en lo más hondo del espectador que aún no se haya dado por vencido abandonando antes de tiempo la sala, otro concepto habitual en el cine de Malick. El naturalismo filmado, con unas interpretaciones escalofriantes y una fotografía que usa la luz natural en busca de transmitir cada sensación, dota a la simulación de suficiente verosimilitud, si bien todo termina resultando en vano. La cercanía, la empatía, la poesía llegan tarde, agotada ya la audiencia tras una larga hora de disléxica narrativa con evidentes reminiscencias más arty que conceptuales, en las que incluso tienen cabida el bing bang, los dinosaurios y los comienzos evolutivos que tuvieron como consecuencia al ser humano. Tal amalgama llega acompañada de un difícilmente soportable narcisismo que el director no trata en momento alguno de ocultar.

Consumidas la totalidad de las fuerzas ante un discurso tan abrumador como naïf, Malick comienza a desplegar su privado universo de sensaciones que ya apuntó en “La Delgada Línea Roja” y “El Nuevo Mundo”, obras maestras en las que el director prefirió la poesía en prosa. En esta ocasión es la pureza de su discurso lo que paradójicamente le impide repetir tan impecables resultados. En gran medida, también, porque los sumos esfuerzos empleados en reconciliar su discurso, tras la primera fatua y agotadora hora de metraje, quedan reducidos a la nada a causa de su falta de pudor al filmar un final tan reconocible y afectado que uno lamenta no haber salido en estampida junto al resto de desertores que decidieron abandonar este lustroso barco, proclive tanto al elogio fácil (recurriendo a la naturaleza etérea de su hacedor) como al bostezo más profundo.

 

9 pensamientos en “La Poesía del Ermitaño…

  1. Y la veré probablemente mañana, pero tengo la idea de que me va a abrumar.
    Abrumado, uno no razona. Llevo tiempo en territorios sencillos y las cosas de hondura me aturden cada vez más. Será que voy haciéndome viejo. Anoche vi una de acción con el Willis.

      • Vi El árbol. Dos veces. Seguidas casi. Es cierto que me abrumó. Insoportable, soportable, insoportable, soportable, insoportable, soportable. Así no hay manera. Abrazo de viernes.

  2. Alex, no la he visto todavía pero no parece un plato fácil de digerir ni a gusto de todos los paladares.Si me permites,me ha encantado la frase de astronauta: «abrumado,uno no razona»,al final,yo creo que buscamos tod@s esa sensación,y que cuando nos sucede,intentamos argumentar desde ese estado de shock.
    Abrazos

    • El gran problema de la relación entre la película y el público es que éste no sabe con precisión a qué se enfrenta. Funciona como un hermoso e irritante poema visual que no entiende de las reglas narrativas al uso. Ya contarás cuando la veas.

      Abrazos, Troyana.

    • No es Herzog, es evidente. El pudor le puede a la hora de elevar la bandera de la sinrazón. A veces es mejor, cuando contiene su tendencia a creer que su genialidad es su regalo a la humanidad. Cuando deja que la poesía funcione a modo de prosa. Entonces me deslumbra. En esta ocasión me generó más bostezos que fascinación.

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