La Música de la Quimera…

Michio Kaku, uno de los padres de la teoría de las cuerdas y legítimo sucesor de Carl Sagan en la difícil tarea divulgadora de las ciencias físicas, afirma que en el universo todo vibra y, por ende, genera música.  Para Kaku, el amor es una de las más llamativas vibraciones. Lo que da fuerza al universo dimensional y a lo que el físico se refiere como la música de las esferas.

Susanne Bier, directora de la muy premiable «En un Mundo Mejor», recoge el guante lanzado por Kaku y regala al espectador una dosis esperanzada de realidad asordinada y crítica social sesgada con la seguridad de que su mensaje será abrazado por el espectador y la crítica sin hacer demasiadas preguntas gracias a una estructura sólida basada en la moral, en los buenos principios y en la ausencia de consecuencias.

Tras un comienzo engominado, y consumido un primer tercio de la cinta desasosegante y pródigo en buen cine,  Bier comienza a dar pasos atrás, tal vez sobrecargada por el luminoso mensaje que porta, sin ser consciente de que la cinta comienza a transitar por las resbaladizas calzadas del melodrama más desatado. Aun por entonces,  Bier maneja con destreza el volatil material de que dispone manejándolo de modo desigual, pero con pulso firme hacia una resolución que otorga aire al que mira y esperanza al que la ha perdido.

Empeñada en inocular un mensaje moral a un público que no lo precisa, como si buscase algún tipo de justificación para lo por todos ya conocido, revisa el complejo tema de la violencia de puntillas para dar paso a una redundante escena final que cierra la estructura de modo circular, tan convencional como resulta el resto del metraje. Sin embargo, la sensación de agotamiento tras la peripecia y la certeza de que algún pliegue de nuestros castigados corazones se ha dilatado otorgan a la película danesa los créditos necesarios para dar por bien empleado el tiempo gastado y el amor recibido tras una coral historia en la que los ganadores y los perdedores intercambian roles sin dejar de representar sus papeles en la función. Sin dejar de vibrar. Quizás vibrando con más intensidad, hasta que la quimera sea visible por los que no pueden ver ni aprendieron a creer.

8 pensamientos en “La Música de la Quimera…

  1. Alex,
    se percibe que te ha gustado.Todavía no la he visto,así que ya te contaré.Ha habido una frase que me ha llamado la atención :
    «… una coral historia en la que los ganadores y los perdedores intercambian roles sin dejar de representar sus papeles en la función.»Me ha recordado otra frase de Saramago en la que dice que la victoria y el fracaso tienen algo en común y es que ambas son pasajeras.
    Tercera recomendación que recibo de la película,por lo que la tengo muy en cuenta.
    Bsos

    • Me gustó, sí, pero con reservas. Emociona convenientemente, inquieta adecuadamente, conciencia puntualmente… demasiados sufijos y demasiada moralina que tragar. En cualquier caso, es una sensación que aumenta según transcurren las horas. La primera impresión es muy buena. Su poso no tanto. Se persona su factura buscapremios por la incuestionable honestidad de Bier a la hora de narrar las historias que forman la trama. Y hay amor (mucho), al que la directora otorga un papel fundamental para reflejar la luz esquiva en los rincones oscuros que todos arrastramos.

      Besos, Troyana.

  2. La peli me gusta casi tanto como la crítica. Se pasa mal rato viéndola, pero uno sale del cine pensando que tal vez sí, que sea posible crear un mundo mejor mientras haya gente preocupada en mostrárselo a sus hijos. Los actores que interpretan a los niños están bestiales, destacaría a Christian, la dirección de actores es muy buena. Y después de ver esos paisajes bucólicos, con casas al borde del mar y mobiliario de Ikea (se ve la estantería Expedit que todos tenemos en nuestras casas!), como que dan ganas de volverse un poco más nórdico.
    Algún pliegue de mi corazon se dilató y vuelve a hacerlo tras leerte.

    • Gracias, anónima hojalatada. Se pasa mal (especialmente en el primer tercio y puntualmente en los posteriores), emociona en ocasiones y se crece viéndola, pero no es la gran película que la mayoría siente haber visto tras encenderse las luces de la sala. Le sobra moralina autocomplaciente y esa sensación de libro de autoayuda que crece las horas posteriores a su visionado. Como si hubiesemos recibido una lección y un dedo invisible nos obligase a no olvidarla. Le sobran muchas cosas más, aunque sus virtules son también evidentes.

      Te diré que algo de nórdico tengo, que para algo deben haber servido las tropecientas películas de Bergman, Dreyer, Von Trier y sus chicos de Dogma que he visto. Además, la tarta BLÅBÄRSKAKA me encanta y eso debe dar puntos 😛

  3. La vi ayer,me gustó,me hizo reflexionar,me emocionó.Todos los ingredientes para que le dedique sin reservas una entrada que he publicado hoy.
    El tema de la violencia en los adolescentes me interesa,me inquieta,me desazona.No hay fórmulas mágica,más allá del debate ético o moral,la realidad nos empuja a dar respuestas,a nosotros/as mismos/as, a los adolescentes,y muchas veces no es nada fácil.
    La directora arroja luz,que no ortodoxia,sobre unas cuestiones candentes,heridas abiertas a las que tenemos que enfrentarnos todos los días,atajos que toma la frustración,la impotencia,la rabia.
    Qué dificil servir de guía cuando una al mismo tiempo,ha de enfrentarse a sus propios demonios,tal cual Antón,en la película.
    Un abrazo.

    • En tu reseña resulta palpable que te impresionó. A mí también, aunque el paso de las horas le mermó impacto y emoción. Tiene calado pero le falta intensidad y le sobra trascendencia. Una contradicción, pero es así como la siento. En cualquier caso es una buena película que debería entenderse en clave didáctica para comprender los mecanismos de la violencia en el primer mundo porque en el tercero, como muestra la película o se muestra cada día en cualquier noticiero, la violencia es endémica y requiere de otras fórmulas para ser enfrentada.

      Besos, Troyana.

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