Con lágrimas en los ojos de pura emoción, decía Dennis Finch, en aquella sitcom bautizada por aquí como «Dame un respiro», que ahora era consciente de que las cosas buenas también le pasaban a la gente mala (acababa de casarse con una supermodelo, se entiende). De hecho, el que ello suceda suele ser la regla. Pero a veces los hados de la fortuna acampan en la puerta de las buenas personas. Y a veces los días deberían duran mil horas para poder recibir algo de la luz que su corazón recubierto de hojalata desprendió ayer.
Desde 411 (o 412) Km. soy tan feliz como si estuviera a dos milímetros de ella. De hecho, estoy allí aunque no me tropiece con las sillas, ni repose mi cabeza sobre su ombligo por las noches, ni mis camisetas estén repletas de pelos de Sugie…
¡¡Felicidades hojalatadas!!
¡Y que dure! Besos dobles.
Hasta el infinito y más allá…
Ya lo dijiste: país de dos.
Bandera de pelo de gato.
Zapatos rojos, el himno.
Astrofísica sentimental.
Love songs para poetas.
La felicidad era esto…
Cuanto me alegré al saber la noticia.
Un farero con el corazón hojalatado para iluminar las noches cuando caigan los rayos.
Os beso
De hecho, es la hojalata la que ilumina al faro 🙂
Besos de vuelta.
…la felicidad era eso…
Este post me hacer sonreir y me enternece .
Si , Alex , estaba ahí…a la vuelta de la esquina.
La felicidad era eso. Aunque sea un sólo segundo de felicidad, ya puedo presumir de haberla experimentado. Si es toda una vida ni te cuento…