Dos días dan para mucho. Uno puede probar la pimienta de Madagascar por primera vez en su vida, recibir 300 invitados sin invitación mientras Iván Ferreiro canta en un garito de Madrid que la extrema pobreza es el amor que se apaga. Para evitarlo compraremos cerillas de madera azul ¿vale?, pero antes nos cruzamos en fotografías de turistas emocionados ante la visión de los neones de Callao y dormimos en habitaciones de hotel escoltadas por prostitutas africanas que defienden su esquina solapando las risas de un tipo filipino. Ahora sé que uno puede viajar 411 o 412 kilómetros aferrado a tus piernas. Que uno puede llevar demasiado equipaje y puede que los fantasmas sean fuertes hoy, pero mañana lo serán menos y la semana siguiente aún menos. Y si conseguimos arriconar a la tristeza, si conseguimos sobrevivir a todo aquello, a todo esto, podremos conseguirlo todo, me dices. Somos más fuertes, es verdad. Me quieres, te quiero, nos queremos y ahora tengo una caja de zapatos blanca para guardar tus fotos y es tan grande que aún queda hueco para esconder los recuerdos en los que apareces tú.
Pero nos faltaba un himno…
Yo no se cómo fue que te quedaste para siempre a vivir conmigo
paz para este pobre peregrino ya cansado de buscar por cualquier lugar.
Ya lo sé, no es el Palacio Real, pero es igual no estamos mal y finalmente es nuestro nido
y estamos esperando un invitado que está a punto de llegar… Bienvenido
Se escribe bien desde el Norte, eh, my friend ? Comed docenas de perdices,.
Con menos neblina de la que imaginaba, Emilio.
Invenciblemente felices…
Invenciblemente hojalatado…
Pienso ahora en una canción de Squeeze. Tempted. No sé. La he oído mientras leía (releía) el post. Y los comentarios. Saludos, abrazos, todo amplificado. Nos vemos el fin de semana en Califatown. Habrá viandas, birra y charla a tutiplén. Jeje.
El sábado nos veremos, Emilio. Mahous y charlas mediante.
OLE
EA…