Otto en el Sur…

Otto Preminger tenía fama de autoritario, hosco, obstinado, impaciente  e insensible. Y lo era, especialmente a la hora de rodar. Tenía fama también de ser un tipo noble y de no soportar la injusticia ni las imposiciones, lo que le acarreó innumerables problemas con los estudios. En «La Luna es Azul», película de 1953, se empeñó en utilizar la palabra virgen para hacer referencia a la situación sexual de su protagonista femenina. Más tarde, en «Anatomía de un Asesinato», usó frecuentemente la palabra bragas durante las escenas de juicio. En ambas ocasiones ganó su pulso a la censura y sentó jurisprudencia artística. Pero nada le había preparado para enfrentarse al sur de los States de 1966.

Preminger había rodado anteriormente dos películas con elenco plenamente integrado por actores negros: «Carmen Jones» y «Porgy & Bess». Ambas fueron rodadas lejos del Sur, pese a estar ambientadas en aquel lugar. Mediada la década de los sesenta, Preminger (que solía rodar sus películas en el lugar en el que la trama ocurría) se empeñó en rodar «La Noche Deseada» en Georgia. La película cuenta la historia de un veterano de la Segunda Guerra Mundial que al regresar a casa ve cómo sus prejuicios contra los negros, que le fueron inculcados de niño, van desapareciendo sin que se produzcan cambios en el entorno social que le rodea y parece anclado en el tiempo. El estado sureño negó los derechos para rodar al equipo de Preminger, de modo que los solicitaron en el vecino estado de Louisiana en donde, para su sorpresa, les concedieron licencia.

El equipo se estableció en el pequeño pueblo de St. Francisville, lugar con fama de hospitalario que vio desaparecer su reputación en apenas unas semanas. Problemas con los comerciantes locales, con los lugareños y finalmente con la policía hicieron que el rodaje redujese su presencia en tierras del sur de seis a cuatro semanas. Jane Fonda, una de las protagonistas, fue insultada y vejada por besar a un actor negro en una escena. Diahnna Carroll, quien terminó por no salir de su habitación salvo para rodar, estuvo a punto de ser linchada en una ocasión por osar sentarse en la barra de un bar y pedir una copa. Incluso se cerró el paso a la piscina del hotel a los no blancos. Preminger, encolerizado ante la situación límite que vivía su equipo, exigió a los políticos locales que tomasen medidas… y lo hicieron.

Al día siguiente, el sheriff del condado se presentó en el rodaje solicitando permisos, realizando revisiones y dilatando el trabajo durante horas. Gerald Pratley, periodista canadiense y amigo de Preminger, contó una surrealista experiencia acaecida durante el rodaje con aquel Sheriff como protagonista:

Aquel tipo podía haber salido en la película de Preminger. El vientre le colgaba sobre el cinturón, su arma estaba colocada descuidadamente en la pistolera, su camisa desaliñada y arrugada, y no paraba de sudar. Los llamados estereotipos de Hollywood son inquietantemente parecidos a la realidad. Su coche de policía era cochambroso. Se sentó en el volante y puso rumbo a St. Francisville. Rebuscó bajo su asiento y sacó una tableta de tabaco mientras me decía: «Mi mujer no me deja mascarlo en casa así que lo hago en estos casos o mientras estoy trabajando». Entonces tocó el claxon bruscamente a un conductor negro que iba delante porque, según dijo, conducía demasiado despacio por la carretera. «La culpa de todos los accidentes», decía, «la tienen los negros que van por la carretera».

Los antiguos carteles de los restaurantes y tiendas que separaban a «blancos» y «gente de color» ya no existían. «No se preocupe», me dijo, «nada ha cambiado. ¿Cree que vamos a dejar que los negros usen nuestros servicios? ¿Usted querría sentarse en la taza de baño que ha usado un negro? Hay maneras de evitarlo. No tenemos nada contra ellos. Aquí saben cuál es su sitio, nos guardamos de los negros y no nos dan problemas. Yo soy su rey. Patrullo la ciudad y los vigilo». Me echó una mirada de complicidad.

«Pero cuando esos tipos de fuera vienen a hacer basura como esta película, siempre surgen complicaciones. La gente bien de Louisiana está muy molesta». Se calló un momento y después siguió: «A la Fonda la han visto besando a un negro». Sudaba y se inflamaba al darle vueltas a eso. Meneaba la cabeza mientras decía «la gente de esta ciudad no va a aguantar esas cosas».

Finalmente se despidió de Pratley dejando caer que los «accidentes ocurren». Cuando Preminger fue informado del «encuentro» enfureció pero no pudo hacer otra cosa que obedecer a los directivos del estudio que le ordenaron regresar a California.

«La Noche Deseada», estrenada meses más tarde, fue un desastre de crítica y taquilla.

4 pensamientos en “Otto en el Sur…

  1. uff,cúantos prejuicios que vencer,al final te das cuenta que si se consiguen avances a nivel social es por tipas y tipos que se saltan las normas impuestas cuando éstas sencillamente se saltan a la torera alguno de los derechos humanos.El conformismo y la complacencia desde luego,no nos llevan a ningún lado…Tengamos la edad que tengamos,no demos la espalda nunca a nuestro espíritu guerrero.
    besos guerreros.

    • Muchos, Troyana. Recuerdo aquella entrevista (bastante pelota, la verdad) que le hicieron a Denzel Washington hace años en el que le preguntaron si se había sentido discriminado alguna vez. Él contestaba que cada día, pero que los prejuicios eran cosa de todos, incluído él, por supuesto.

      Besos, siempre guerreros, Troyana.

  2. Impresionante…y eso a sido hace dos días.Hace poco en un programa del cocinero Jamie Oliver que viajaba por EEUU se pudo ver que actualmente esas cosas todavía perviven enquistadas en algunos de sus habitantes.
    Saludos

    • Las historias sobre las barreras raciales en el sur parecen lejanas cuando en realidad ocurrieron ayer, como dices, Oli. La historia de aquel rodaje de Preminger tiene mucha más miga que no he tenido espacio para contar. Una odisea. Cuando regresaron a California, todos los miembros del equipo, no sólo los negros, respiraron aliviados. En ambiete fue realmente opresivo.

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