El Conjunto Vacío…

Uno de los preceptos del taoísmo afirma que no hay mayor fuerza que la del agua pues a nada se opone. Imagino a Alejandro Amenábar niño estudiando en los Escolapios de Getafe e imaginando un futuro de éxito e impostura. Ésto último sería lo menos importante si su aura de chico aplicado no causase tanta grima y su cine tanta apatía. Es la falta de fondo en sus propuestas. La ausencia de pasión, salvo la forzada. Las ganas, éstas sí patentes, de ofrecer al que mira lo que quiere ver.

Su obra es la esencia de lo aséptico en su plena extensión. Si en «Tesis» deslumbra por su dominio técnico y su conocimiento del lenguaje fílmico, no es menos llamativo el que al escarbar no encontremos más que imágenes proyectadas sobre una pantalla. No hay sangre en su debut, aunque la pantalla se tiña de ella. Su innegable cinefília se manifesta de nuevo en «Abre los Ojos», idea sospechosamente similar a la que da forma a un episodio de «Más Allá del Límite» con la diferencia gravosa de la abundancia de plástico en la cinta dirigida por el hombre que sigue las reglas. Misma ecuación aplicable a su siguiente película, «Los Otros», amalgama de ideas ajenas presentadas como impactante novedad a falta de emoción con que saciar el hambre de carnalidad de una historia sin duda ectoplásmica. Sobre «Mar Adentro», polémica (de salón) recreación de la vida y muerte de Ramón Sampedro, lo mejor que se puede decir es que repite cansinamente su discurso: habilidad técnica, reparto ajustado, planos exactamente engarzados y ausencia total de emoción. Buscó el aplauso fácil y encontró un Oscar correctamente trabajado y madurado por las estadistas mentes de los jerifaltes de la industria.

En «Ágora», más de lo mismo. Agotadores planos miles de veces vistos; diálogos meramente informativos sin emoción alguna; picados a puñados que sirvan para mostrar lo poderosa que es la infografía proporcionada por 50 millones de euros y resolución, probablemente lo mejor de la función, meditada de antemano con objeto de asombrar a un espectador a priori ganado. La historia de Hipatia es tan sólo un prescindible pretexto utilizado por Amenábar para subir un escalón más.

Qué importa la emoción, la pasión, si a cambio el buen chico ha conseguido que el cine español no se limite a comedias zafias, dramas ponzoñosos y nuevas alucinaciones sobre la Guerra Civil sin dejar de ser rentable. Qué importa que sus personajes sean de cartón piedra y su celuloide ni huela ni tenga sabor si al fin la industria ha encontrado lo que buscaba.

18 pensamientos en “El Conjunto Vacío…

  1. Qué duro eres con Amenábar, hay que ver…
    De la peli me chirría el tratamiento del conflicto religioso, tan de «buenos y malos» y también el abuso del «Google earth»… pero encuentro cosas que me interesan, como la relación entre Orestes (Viva Orestes!) e Hipatia, o las conversaciones astronómicas, que apenas entiendo pero me hacen sentir un vértigo que me gusta.

    Un beso brillante, como de dos estrellas colisionando.

    • Me gustaría ser realmente duro con él, pero no me sale. Es que es inocuo por completo. La película es puro cliché políticamente correcto. Los escasos momentos salvables pertenecen a los actores, decididos a salvarse del naufragio pese al tostón del director. Vale, ¡¡Viva Orestes!! Pero qué coñazo de película.

      Beso estelar, mi princesa.

  2. Amenábar aburre, Álex. Ya no hay nada dentro de Amenábar. Ni siquiera ese juego de cine que fue Tesis, su mejor película. Me gustó mucho Los otros la primera vez que la vi. La segunda me pareció terrible. Cliché puro. Hay que pensar en eso de que algo te guste de primeras (suave, moderamente) y luego no te entre ni a escopetazos. Te doy la razón y se la doy a Le poinconneur en eso de que destrozas con elegancia. Eso está bien. La elegencia es lo que le falta a Alejandro Amenábar. Tira por el camino sencillo, aunque a simple vista (volvemos a lo inmediato, a lo no pensado) parezca que es grandilocuente, espléndido, que cuenta cosas importantes. Y lo que vemos, a lo que asistimos, es a un despliegue terco de aburridos diálogos en los que hay algo de vértigo (sí, princesa de hojalata) pero un vértigo que puede uno encontrar en un libro, en un rato oyendo La rosa de los vientos (cómo nos gusta, eh amigo?). Me gusta de Ágora su vocación polémica, pero es porque últimamente estoy muy belicoso en temas de fe y me agrada que haya (a la vista de un público enorme) una visión distinta, interesada, sí, pero nueva a propósito del desvarío de la espiritualidad desde que el hombre vio la luna y creyó que era una diosa hasta que se dejó engolosinar por un dios o por un santo o por una piedra que habla. La Razón nunca va a regalar La vida de Brian, estoy pensando. Abrazos múltiples, my friend.

    • Joder si aburre, Emilio. Y cansa, que es peor. Cansa tanto cliché, tanta impostura, tantas ganas de generar «polémica». Amenábar parece cómodo situado en un lado de la acción política y ejerciendo de diana a la otra mitad. A los que preferimos el cine a la estupidez ideológica nos falta todo lo demás. Empezando por el aliento.

      Abrazo, amigo mío.

  3. pues yo estoy con la princesa…

    hubo algo de esta película que, aún sin creérmela la mayor parte del tiempo, e incomodada por lo fake que se veía todo (cartón piedra del bueno, pero cartón piedra al fin y al cabo) me tocó. por supuesto todo lo que tenga que ver con la educación últimamente me pone los pelos de punta, pero no sé, quiero pensar que fue algo más.

    aún así y todo, debo afirmar: qué bien escribes, alex.

    • Es cutre del copón. No sé dónde echaron el presupuesto, porque las túnicas de los actores parecían sacadas de las rebajas de los chinos. Es que no había una bien cortada. Debieron gastarse todo en el Google Earth de pacotilla que asoma constantemente en el metraje.

  4. No haríamos bien engañándonos, porque A.A. no es (nunca lo fue) un autor, sino un engatusador de la industria. Peor haría A.A. creyéndose su propio discurso, ya ni demagógico, sino irritantemente formal, y pensando que lo que hace tiene algún tipo de relevancia cultural. No. A.A. es comercialidad pura y dura, mejor que los TRANSFORMERS pero peor que UP, por ejemplo; y si A.A. se resigna a hacer bien su oficio y deja ya de una vez de jugar a ser Sartre o Bergman, que no lo va a ser en la vida, a lo mejor empieza a dirigir buenas películas de entretenimiento.
    … y me ha encantado tu post…

  5. Oiga yo prefiero a los transformers. Niño de los ochenta que es uno, y eso que soy un detractor de Bay. Pero lo de Amenábar es la absoluta falta de sustancia, de algo que transmitir, e incluso más allá de una corrección para seguir los clichés de un género, de estética propia.

    • Pregunta llena de lógica. Aunque lo cierto es que cuando voy a ver una película de este tipo siempre espero algo mejor. Luego están los compromisos inelidubles que te fuerzan a ir al cine para ver pelis que no quieres ver.

  6. Alex,
    la vi esta semana,le dedico mi última entrada,hubiera deseado con todas mi alma no darte la razón,pero…….pese al mensaje que me parece realmente sublime,en mi opinión,le falta alma y en eso como diría el protagonista de «El lado oscuro del corazón»,en eso soy irreductible: a una película no le perdono que no me haga vibrar de emoción.
    besos

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