Como valencianos (Mycroft, Troyana) sabeis mucho mejor que yo lo que debe ser aquello. Os aseguro que la realidad del Madrid de doña Espe no debe ser muy diferente. Un sainete, como dices, Mycroft, sin sentido que se eterniza ante la apatía general. Desde aquí, la adhesión incondicional a Paco Camps se antoja difícil de creer. Pero teniendo a una presidenta como la que tenemos, todo cobra (terrible) sentido.
Acabo de explicar en el blog (un poco, a grosso modo), como veo yo la cosa en Valencia. Porque a veces la culpa de que unos ganen son de los oponentes que tienen delante y se especializan (en perder y en cerrar los ojos a su propia situación de fragilidad).
Lo leí esta tarde, Mycroft. Lo volveré a leer mañana más despejado y con más tiempo. Después de una primera lectura, mis dudas se han incrementado, no te digo más.
Es la paradoja de mi tierra: Es la derecha la que es capaz de vender una utopía, de vender un tipo de sociedad a la que aspirar. Podemos estar de acuerdo o no con ella, pero eso es insoslayable: La izquierda ha claudicado de su capacidad de soñar una alternativa y de convencernos de su sueño.
Si en el artículo del Che condenaba las utopías que se toman tan en serio a si mismas como para justificar la violencia politica, mi artículo sobre Alarte denuncia que no hay política si solo hay gestión y estrategia, que ha de recuperarse una utopía «sostenible» capaz de hacer que el ciudadano se identifique con la clase de sociedad que el político propone como aspiración.
Por otra parte, como buen narcisista, me ha quedado un post pomposo y autocomplaciente, casi rayante en lo reaccionario, mimético de los intelectuales pagados de si mismos, manejando conceptos que se me escapan.
Faltaba un poco de ironía. Pero a veces estamos demasiado enfermos de ironía. Mi propósito era comprender como esos escandalos no pasan factura, como se vende gestión, y la ruina de la gestión no pasa factura, cómo consigue el PPCV arrancar tal consenso y ser transversal a la sociedad. Pero es una mera impresión mía.
Lo que no es impresión es la postura de la oposición, que busca explicaciones externas para no asumir la culpa, y el modelo de Baudrillard de simulacro es perfecto. Combina además con el «no hemos conectado» (que desde que no cambian de discurso, es implícitamente «no hemos conectado porque son demasiado estúpidos para comprendernos, así que insistiremos)
Acá vivimos en un sainete.
pufff!menudo trío de ases!no me tires de la lengua,que estamos en jornada de reflexión…;)
bss
Como valencianos (Mycroft, Troyana) sabeis mucho mejor que yo lo que debe ser aquello. Os aseguro que la realidad del Madrid de doña Espe no debe ser muy diferente. Un sainete, como dices, Mycroft, sin sentido que se eterniza ante la apatía general. Desde aquí, la adhesión incondicional a Paco Camps se antoja difícil de creer. Pero teniendo a una presidenta como la que tenemos, todo cobra (terrible) sentido.
Por un momento he creído ver a los tres monos esos que se tapaban las orejas… Ya me entiendes…
jajjaaja… Lo cierto es que no había reparado en ello, pero un aire se da, sí.
Acabo de explicar en el blog (un poco, a grosso modo), como veo yo la cosa en Valencia. Porque a veces la culpa de que unos ganen son de los oponentes que tienen delante y se especializan (en perder y en cerrar los ojos a su propia situación de fragilidad).
Lo leí esta tarde, Mycroft. Lo volveré a leer mañana más despejado y con más tiempo. Después de una primera lectura, mis dudas se han incrementado, no te digo más.
Es la paradoja de mi tierra: Es la derecha la que es capaz de vender una utopía, de vender un tipo de sociedad a la que aspirar. Podemos estar de acuerdo o no con ella, pero eso es insoslayable: La izquierda ha claudicado de su capacidad de soñar una alternativa y de convencernos de su sueño.
Si en el artículo del Che condenaba las utopías que se toman tan en serio a si mismas como para justificar la violencia politica, mi artículo sobre Alarte denuncia que no hay política si solo hay gestión y estrategia, que ha de recuperarse una utopía «sostenible» capaz de hacer que el ciudadano se identifique con la clase de sociedad que el político propone como aspiración.
Por otra parte, como buen narcisista, me ha quedado un post pomposo y autocomplaciente, casi rayante en lo reaccionario, mimético de los intelectuales pagados de si mismos, manejando conceptos que se me escapan.
Faltaba un poco de ironía. Pero a veces estamos demasiado enfermos de ironía. Mi propósito era comprender como esos escandalos no pasan factura, como se vende gestión, y la ruina de la gestión no pasa factura, cómo consigue el PPCV arrancar tal consenso y ser transversal a la sociedad. Pero es una mera impresión mía.
Lo que no es impresión es la postura de la oposición, que busca explicaciones externas para no asumir la culpa, y el modelo de Baudrillard de simulacro es perfecto. Combina además con el «no hemos conectado» (que desde que no cambian de discurso, es implícitamente «no hemos conectado porque son demasiado estúpidos para comprendernos, así que insistiremos)
Últimamente solo hago que maquinar maldades…
http://valenciatlantida.blogspot.com/2009/06/historia-de-dos-ciudades.html
Brillante, Mycroft. Brillantes siempre los Simpson.