Nada diferenció este jueves de otro cualquiera de no ser porque una niña de unos cuatro años me saludó mientras sonreía y escondía la cabeza tras su butaca cuando yo respondía. La obra que vi no fue finalmente «El Zoo de Cristal». «Grease» la sustituyó hace dos semanas. Me enteré al recoger el programa de mi asiento, aunque la presencia masiva de adolescentes en el acceso debió ser suficiente prueba. Los adolescentes no pierden un tiempo que les sobra y les falta con una obra como la que escribió Tennessee Williams. Luego, el tipo que interpretaba a Danny Zuko casi se mata en mitad de una filigrana y el tipo que se sentaba detrás de mí gritó: ¡¡Macho, que eres un macho!!, al tratar de seguir en el escenario pese a la cojera. Al terminar la función, una chica fue obligada a subir a las tablas por sus compañeros para despedirse del público. Caminaba despacio, sujetada por unas muletas, pero el tipo no gritó: ¡¡Hembra, que eres una hembra!! El valor de las cosas y los convencionalismos…
Me jodió tanto no poder repetir, que al día siguiente pisoteé tres bibliotecas en busca del libreto de «El Zoo de Cristal». Al fin, encontré una copia editada en el año 1962 que contiene apuntes de Tennessee Williams sobre la que él consideraba su obra más querida. Un pedazo de sí mismo.
Tras el desastroso estreno de su primera obra: Battle of Angels, desalentado y humillado, Williams vagó por el país hasta encontrar empleo como guionista en la Metro. Trabajaba diez horas al día en un régimen cercano a la esclavitud, y por las noches escribía una obra autobiográfica que él temía no se estrenaría jamás: The Gentleman Caller.
La obra avanzaba despacio. Cada noche, el dramaturgo rompía lo escrito la noche anterior. Nunca se sentía satisfecho. En 1943, poco antes de comenzar a trabajar en California, su hermana Rose había sido sometida a una lobotomía prefrontal en St. Louis. Él pudo haberlo evitado, pero no lo hizo. Con la obra pretendía expiar el sentimiento de culpa que le carcomía. Por esa razón, nada era lo suficientemente bueno para describir lo que bullía en su interior.
El día siguiente del de Navidad de 1944, el telón estaba a punto de alzarse en el Civic Theatre de Chicago. Para entonces, la obra había cambiado su título por «El Zoo de Cristal». Fue un éxito que catapultó la figura de Tennessee Williams hasta lo más alto del universo teatral. La catastrofe del éxito, como la definió el propio autor.
Como ocurre en la obra, Rose era enfermizamente tímida y frágil, acomplejada por la polio que convirtió una de sus piernas en más corta que la otra. La hija de una corajuda y castradora antigua reina de la belleza que la define despectivamente como: «soltera, coja y sin empleo». Corta el aire el sonido de esas palabras cuando las escuchas.
Al igual que sucede en la obra, Tom (nombre real de Tennessee Williams) llevó un día a su casa a un compañero de trabajo llamado Jim al que definió como: «Un joven corriente y simpático. Un buen hombre. No tenía nada especial, sin embargo era la única salvación para mi hermana. Es fácil hacer feliz a quien nunca lo ha sido».
Tennessee Williams dejó escritas una serie de instrucciones sobre el modo en que veía la obra. Insistió en la música (él mismo compuso el único tema musical que suena) y en la iluminación.
La luz sobre Laura debe ser distinta a las demás, con una claridad peculiar y prístina que la asemeje a la empleada en los retratos de santas y vírgenes de los Maestros Antiguos. Aquellos en los que las figuras aparecen radiantes en medio de una atmósfera relativamente crepuscular.
Rose cuidaba de un pequeño rebaño de animales de cristal entre los que destacaba un unicornio. Era su figura preferida. No permitía que nadie la tocase. Por eso, el día que vio a Rose poner su unicornio de cristal en las palmas de las manos de Jim, supo que estaba siendo testigo de un momento mágico.
Jim: No estoy seguro de entenderte. ¿En qué consiste esa colección?
Laura: Es una colección de figurillas de cristal… más que nada de adorno. La mayoría son animales, los animales más pequeños del mundo. Madre dice que es un zoo de cristal. Mira, toma una, si quieres verla. Es una de las más antiguas, tiene casi trece años.
Jim abre la mano en la que Laura deposita la figura de un unicornio. Se vuelca hacia un lado.
Laura: ¡Oh, ten cuidado! ¡Se rompe con sólo mirarla!
Jim: Será mejor que no la coja. Soy bastante torpe.
Laura: No te preocupes, confío en ti (Coloca la figurilla en la palma de la mano de Jim). Así, hay que cogerla con mucha suavidad, como estás haciendo. Míralo al trasluz, le encanta la luz. ¿Ves cómo brilla cuando la pones al trasluz?
Jim: ¡Sí que brilla!
Laura: Debería ser imparcial, pero es mi favorito.
Jim: ¿Y qué clase de cosa se supone que es esto?
Laura: ¿No te has dado cuenta de que tiene un cuerno en la frente?
Jim: Un unicornio, ¿eh?
Laura: ¡Eso es!
Jim: ¿No se han extinguido ya los unicornios en el mundo moderno?
Laura: Ya lo sé.
Jim: Pobre, debe sentirse muy solo.
Laura (sonriendo): Bueno, si es así, no se queja. Vive en un estante con algunos caballos que no tienen cuerno y parece que se llevan bastante bien.
Jim: ¿Cómo lo sabes?
Laura (feliz): Que yo sepa no han discutido nunca.
Jim (sonriendo): Conque no han discutido. Pues es muy buena señal. ¿Dónde lo pongo?
Laura: Ponlo en la mesa. Les gusta cambiar de paisaje de vez en cuando.
Jim: Bueno, bueno, bueno (deja la figurilla sobre la mesa. A continuación levanta los brazos y se estira) ¡Mira qué grande es mi sombra cuando me estiro!
Laura: ¡Oh, sí, sí, se extiende por todo el techo!
Jim: Me parece que ha dejado de llover.
Has llamado mi atención sobre esta obra, que nuca he visto… siempre me han fascinado los unicornios (por no hablar de la inquietante aparición del unicornio de origami en Blade Runner)…
Te va a gustar, Amaya. Si no te es posible verla en las tablas, trata de hacerte con alguna de las versiones en celuloide que se han filmado. Personalmente, me gusta la que dirigió Paul Newman pese a las múltiples críticas que recibió en su día por su estatismo. Lo cierto es que es así. Newman apenas utiliza elementos cinematográficos. Básicamente, se trata de teatro filmado. Aun así, insisto, a mí me pareció mágica.
Los unicornios de Blade Runner, Dios… Eso sí que levantó polvareda. Prefiero el final original, la verdad, aunque me gusten mucho los unicornios.
Ahora mismo retomo la versión de Newman.
Un gran abrazo
Deberías, Ulyanov. Es una bonita película.
He visto hoy la película de Paul Newman,me estoy pensando dedicarle una entrada pues me ha impactado mucho.Más que una película,me parece la filmación de una obra de teatro,tiene un guión sólido y unas interpretaciones espectaculares:Joanne Woodward;Malkovich y Karen Allen.
Gracias por tu recomendación!ay que ver lo que aprendemos contigo!
un abrazo
Hazlo, por favor. Escribe sobre ella. Me gustará conocer tu opinión con más detalle sobre la obra/película. Newman, que adoraba el original, no quiso contaminarla y se limitó a rodarla tal cual. Teatro filmado, una maravilla. Tennessee Williams se vació al escribirla (es una obra autobiográfica con claras referencias a su hermana) y así se sigue entendiendo. Poca gente la ha visto y menos aún la recuerda.
Un abrazo grande, Troyana.