Samantha: «Fíjate en sus nombres. La mayoría eran chicos de pueblo.»
In Country (1988)
Hubo un tiempo en el que Emily Lloyd parecía que iba a comerse el mundo.
Norman Jewison, director de «In Country», es apodado cruelmente en Tinseltown como el quiero y no puedo de la industria. Y en realidad es así. Ni siquiera cuando dispone de guiones redondos («Hechizo de Luna») es capaz de hacer honor al texto que filma.
De «In Country», una nueva vuelta de tuerca al eterno trauma norteamericano de la guerra de Vietnam, queda en la memoria la adolescente a punto de graduarse (Emily Lloyd) haciendo footing cada mañana al son de «I’m on fire» del Boss. Quedan los arrebatos de su tío Emmett (Bruce Willis), el único hombre que puede ponerle sobre la pista un padre que no llegó a conocer (murió en la guerra). Queda la nada disimulada atracción que ella siente por Emmett. Queda la música enfática de James Horner y una canción de The Mamas & the Papas («Dedicated to the one I love»). Quedan las reuniones de veteranos que gritan: «Qué se jodan los políticos». Y queda un viaje a Washington para tocar el nombre de su padre tatuado en piedra. No es poco.