Las manos en los bolsillos…

Las señales, tras tres meses de tregua, vuelven a bombardearme sin piedad desde hace pocos días. Primero fue algo inocente como un posavasos clónico y después fueron dos patos encontrados en pleno centro de Cucumberland y en Cucumberland nunca hubo patos, al menos no en el centro.

Lo realmente curioso no fue ver a aquella pareja de patos en busca de pan, sino el modo en que se acercaron a mí, tan similar a lo que ocurrió hace meses en otro lugar.

Después llegó el tipo africano que corrió (literalmente) detrás mío en los pasillos del metro para entregarme una octavilla…

El Profesor Bambú es un timador, por supuesto. Uno más. Lo que me llamó la atención fue la insistencia del tipo que le entregó, lo que me dijo y la primera frase que leí: No hay problema sin solución.

Amén.

Y la traca continuó. Al día siguiente me encontré frente a un concurrido paso de cebra en completa soledad pese a ser mediodía. Al ir a pulsar el botón que me permitiese el paso, me encontré con un peluche sentado sobre el pulsador. Lo cogí, le dí la vuelta. A su espalda, me encontré con un nombre bordado que me es familiar.

Lo volví a dejar donde estaba. Al día siguiente había desaparecido. La vida misma.

El apunte final llegó el día que visité la biblioteca para entregar unos libros y tomar otros prestados. Al salir, vi en un estante un libro especial que hace diez años que no leo: «El Corazón es un Cazador Solitario». John Singer, sus ojos grises, su bondad ilógica y las manos en los bolsillos. Al tomarlo, la bibliotecaria me dijo que lamentaba que fuese una edición antigua.

«Es perfecto», le dije.

Agrió el gesto como si no comprendiese mi actitud. El libro huele a rancio, como si sus páginas no hubiesen sido aireadas en mucho tiempo. Y así es. Al leer el estadillo de alquileres, descubrí que la última (y primera) vez que alguien lo leyó fue en 1999. Desde entonces, recoge polvo en las estanterías de aquel edificio circular. Mi hermano mayor y mi cuñada me acompañaron aquel día. Él me dijo: «El libro estará pensando: quién se atreve a romper mi descanso».

Ahora descansa sobre mi cama. Me está gustando tanto que tentado estoy de pedirle a la bibliotecaria que me lo dé. Me da pena desprenderme de él. Aquella misma noche comencé a leerlo. Lo he contado muchas veces: me encanta encontrarme con los objetos perdidos en las páginas prestadas, con subrayados y con frases escritas a pie de página. Encontre una del tipo que lo tomó hace diez años, en la página 63. Escueto mensaje:

«Susana, lee esto»

Un párrafo marcado debajo completa la ecuación. Susana, me temo, nunca lo leyó.

Por continuar la tradición, he escrito un mensaje en la página 101 para una persona que jamás lo leerá. Creí que era lo que debía hacer.

6 pensamientos en “Las manos en los bolsillos…

  1. Mi última «señal» es Lift me up , la canción de Bruce Springsteen .Desde que la escuche en el final de la película Limbo no puedo dejarla. Quizás algún día …(ojala muy lejano ) lo entienda.
    Saludos
    Me gusta mucho pasar a leerte.

  2. Me parece un gesto precioso. En serio. He intentado dejarte comentarios antes en otros blogs, pero no sé por qué, si alguien no lo ha hecho antes, a mí no me deja hacerlo…
    Un abrazo muy muy grande.

  3. Es una canción iconica para mí, Oli. La escuché por primera vez, como tú, en los créditos finales de la película de John Sayles. Se la envié, de hecho, a una persona a la que creo no le gustó demasiado. Durante semanas no pude dejar de escucharla.

    Saludos, Oli.

    Si te gusta deberías comprarlo, Princesa. He recibido montones de llamadas equivocadas, pero nunca me enviaron fotos, ni siquiera de vestidos morados.

    Para un amante de las palabras como tú, Ulyanov, debe haber sido una tortura leer tantos errores tipográficos y echar en falta tantas preposiciones. Anoche estaba tan cansado que se me cruzaban las letras. Nada nuevo, creo que debo replantearme mi política de postear cada noche.

    Tu último posteo me ocurrió no hace mucho tiempo. Bautizar partes del cuerpo y «El Paciente Inglés», película que me fascina. A ver si puedo decirtelo «cara a cara» esta tarde.

    Un abrazo grande, Ulyanov.

  4. El párrafo subrayado es el que sigue, Amaya:

    Puedo colocar un colchón en el suelo para que te quedes aquí hasta que encuentres otro lugar. Estoy fuera casi todo el día. No serás una molestia para mí.

    Es, de hecho, mi párrafo favorito. Aquel tipo leyó mi mente.

    En la página 101 no encontrarás nada. Una página en blanco que marca el final de la primera parte y el comienzo de la segunda. Necesitaba espacio para escribir. :p

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