Lunas bajo tierra. Siempre he pensado que el tipo que diseñó la estación del hospital es un utópico soñador. No hay otra igual en todo Madrid, y no es la estación más cercana a mi casa, aunque es la que prefiero tomar sin importar los cinco minutos de camino extra. Y hay otra, en la ciudad marrón, cubierta por un bosque de mentira que parece real. Incluso hay días en los que casi se puede respirar la clorofila diez metros bajo tierra.
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Caminos largos que se hacen cortos: la ciudad tiene atajos que no lo son, dilaciones, vías por las que perderse, en las que fugarse, aunque el trayecto sea conocido y conduzcan al lugar que nos esperan. Pueden, incluso, no esperarnos. Eso es mejor, siempre. Lo que cuentas lo entiendo sin vivir en ciudad que tengo metro (mi Lucena, metro, ay) pero se entiende esplendorosamente. Se comparte. Saludos, my friend.
La utopía hace falta, Emilio. Hay días, ya sabes, en los que tus brazos se bajan y tu ánimo acompaña. Y es curioso que ver esas lunas bajo tierra me ayude. Varias personas a las que quiero mucho las vieron conmigo.