“An affair to remember” envejece y lo hace a ritmo alarmante según críticos y los dominicales de los periódicos. Como lo hace el cine de su creador, Leo McCarey, virulento cazarojos en su vida personal, dotado de un talento poco frecuente en la profesional que le convirtió en uno de los grandes pioneros de esta historia.
El sentimentalismo frontal de “Dejad paso al mañana” se cae a pedazos, “Las campanas de Santa María” chirrian sin remedio y “Tú y yo” ha sido definitivamente confinada al universo infranqueable del “cine para chicas”. Tal es, al menos, el sentimiento general, que no el mío. Pues yo sigo admirando al viejo maestro.
“An affair to remember” fue homenajeada no hace muchos años por “Love Affair”, valeroso pero inutil intento del siempre menospreciado Glenn Gordon Caron (creador de la mítica “Luz de luna”), a quien el apoyo incondicional de Warren Beauty no salvó del desastre. Pero no es el momento de reivindicar las virtudes (que las tiene, y muchas) del apaleado remake del clásico, sino de homenajear a la película inmortal de McCarey (que por cierto, era un remake). Y no se me ocurre otro modo mejor de hacerlo que recordando su intensa escena final. Aunque desgraciadamente sea imposible transcribir los variables tonos que pasan del rencor a la culpa en cuestión de segundos (sería mejor decir, en cuestión de miradas), ni los dobles sentidos de cada frase. Y es que, aún no se ha inventado la forma de hacer que las comas y los puntos suspensivos puedan recrear las miradas y los silencios que hacen de este momento una de las cotas más altas grabadas en celuloide y memoria.
He recogido el diálogo integro, con lo cuál desaconsejo su lectura a todos aquellos que no adoren la película, a riesgo de morir de puro aburrimiento.
Resumiendo: El maduro playboy Nickie Ferrante y Terry McKay, profesora de niños, se enamoran durante un accidentado viaje. Al volver a su ciudad, pactan reencontrarse seis meses más tarde en la cúpula del Empire State Building, una vez hayan solucionado sus situaciones sentimentales y profesionales. Deciden que si uno de ellos no se presenta a la cita, el otro respetará su decisión sin hacer preguntas. Un accidente impedirá a Terry acudir a la cita, mientras Nickie aguarda su llegada hasta la medianoche. Seis meses más tarde, el día de nochebuena, Nickie se reencuentra con Terry en el teatro. Turbado por el recuerdo, Nickie decide marcharse de Nueva York, no sin antes visitar a Terry, quien, él ignora, es ahora inválida.
Terry: (nerviosa, en todo momento) Cuanto me alegro de verte.
Nickie: ¿Te encuentras bien?
Terry: Sí… Sí, estoy bien. Descansando.
(…)
Terry: Hace mucho tiempo.
Nickie: Sí, mucho.
Terry: Me alegro de verte.
Nickie: Ya lo has dicho… (haciendo ademán de sentarse) ¿Me permites?
Terry: Sí, por favor. Sientate.
Nickie: Estaré solo un minuto. No te importa ¿verdad?
Terry: No, no… Claro que no.
Nickie: (en tono sarcástico) ¿Es esta la vista maravillosa?
Terry: Pues… la altura me sentaba mal.
Nickie: Claro.
(…)
Nickie: Supongo que te preguntarás por qué estoy aquí.
Terry: Sí… sí, desde luego.
Nickie: Pues verás… Estaba buscando en la guía de teléfonos a un tipo llamado McBride, cuando me encontré con el nombre de T. McKay. Y pensé: ¿Será Terry McKay, mi antigua amiga?
Terry: Y ya ves, lo era.
Nickie: Sí… Y en ese instante pensé; no me he portado bien con Terry McKay. Después de todo, tenía una cita con ella un día y le di plantón.
Terry: No acudiste…
Nickie: No. No… Así que me dije, hablo mucho solo últimamente ¿sabes?, me dije, ese no es modo de tratar a una antigua amiga como ella, tengo que disculparme con Terry McKay. Porque cuando uno no acude a una cita, debe disculparse… ¿no crees?
Terry: Sí… sí, creo que tienes razón. En estos casos creo que lo menos que puede hacerse es pedir perdón. (mirándole a los ojos) Disculparse.
Nickie: A eso he venido.
Terry: Eres muy amable.
Nickie: Creí que debía hacerlo.
(…)
Terry: He pensado mucho en ti últimamente. En cómo estarías.
Nickie: ¿De verdad?
Terry: Sí, de verdad.
Nickie: Yo también he pensado mucho en ti… Entonces ¿no te enfadaste cuando no acudí?… Al principio sí te enfadarías.
Terry: Sí… Al principio sí. Estaba furiosa. Me dije, no me puede hacerme esto a mí ¿quién se ha creído que es?
Nickie: ¿Cuánto tiempo esperaste? ¿Mucho?… Dime…
Terry: Veamos… Sí, esperé hasta eso de…
Nickie:… Medianoche
Terry: (suspirando) yo…
Nickie: ¿Y luego que hiciste?
Terry: Entonces me enfadé de verdad. Puedes imaginarlo, después de esperar en medio de…
Nickie: … en medio de la tormenta…
Terry: … sí, de la tormenta…
Nickie: ¿Y qué te dijiste entonces?
Terry: Pues entonces me dije… Bah, vete a casa y emborráchate.
Nickie: Pero no lo hiciste…
Terry: ¿No?
Nickie: No. Bueno, puede que una copita, cada hora, durante un mes…
Terry: ¿Te extraña mucho?
Nickie: La verdad es que no… Lo menos que pude hacer fue mandarte una nota.
Terry: A lo mejor, cuando lo pensaste, no sabías dónde podrías dar conmigo.
Nickie: Pero tú juraste que si volvías a verme me preguntarías…
Terry: No, no. Recuerdo que dijimos que si podíamos acudir, iríamos a la cita. Y que si uno de los dos no se presentaba, sería por una razón muy fuerte.
Nickie: ¿Eso dijimos?
Terry: Eso fue lo que dijimos.
Nickie: ¿Qué razón, por ejemplo?
Terry: No sigas haciendome más preguntas, por favor, Nickie…
(…)
Terry: ¿Quieres un cigarrillo?
Nickie: Gracias.
Terry: (mirandole a los ojos) A ti.
Nickie: Esto tiene gracia. He venido hasta aquí solo para… Y ahora no puedo preguntarte siquiera por qué no acudíste. Es extraño, antes nos leíamos el pensamiento. Ya no es lo mismo ¿verdad?
(…)
Nickie: No sé qué me pasa. Cada vez que pienso que… (se interrumpe al ver su mano) No llevas anillo de casada.
Terry: No.
Nickie: Pensé que…
Terry: ¿Por lo de anoche en el teatro?… No. Él fue… sólo como… No.
Nickie: No he querido ofenderte.
(…)
Terry: ¿Cómo te van las cosas, Nickie?
Nickie: Aaah… ¿Tú si puedes hacer preguntas?
(…)
Nickie: Pues creí que todo iba bien hasta que te vi anoche. Entonces comprendí que debía poner algo entre nosotros, aunque fuera un océano. Así que, me saqué un pasaje.
Terry: Oooh… Te vas…
Nickie: Esta noche.
(…)
Nickie: Bueno. Eres feliz ¿verdad?
Terry: Sí… sí… ¿Y tú?
Nickie: No sé. Me preocupa el futuro. No sé que pensará la gente. Dirán, mirad allá va el pintor loco. A ese hombre no le gustan las mujeres
Terry: (apesadumbrada) ¿Y por qué iban a decir semejante cosa?
Nickie: ¿Por qué? Porque atraviesa los mares y a todas las mujeres que se encuentra les dice… ¿cielo, dónde estarás dentro de seis meses?
Terry: ¿Y todas acuden?
Nickie: A todas partes. Vértices de pirámides, cúpulas de catedrales, la torre Eiffel. Sigo tratando de ponerlas muy alto.
Terry: Y las haces esperar…
Nickie: Sí, esperar, esperar… Las hago esperar.
Terry: ¿Y dónde estás tú mientras tanto?
Nickie: Esperando.
(…)
Terry: Pero… No puedes seguir así. No es bueno para ti. Ojalá pudiera decirte que te equivocas.
Nickie: Me equivoqué una vez…
(…)
Nickie: ¿Y si cambiamos de conversación?
Terry: Sí. A mi también me encantaría. Feliz navidad, Nickie.
Nickie: Oh… Lo olvidaba… Hace seis meses quién nos iba a decir que pasaríamos juntos la navidad frente a un agradable fuego. Te he traído un regalo.
Terry: Oh… Gracias. Siento no tener otro para ti. No creí que te vería.
Nickie: Es igual, no esperaba un regalo. Además, no es un regalo de navidad.
(Terry abre el regalo para descubrir que se trata del chal que la abuela de Nickie le prometió que le regalaría a su muerte)
Terry: Oh… Por eso me devolvían todas mis cartas.
Nickie: Te lo habría mandado antes, pero hasta hoy no he sabido tu dirección. ¿Recuerdas que ella te lo prometió?. Así que esa ha sido la razón de que… Bueno (dirigiendose hacia la puerta de salida)… adiós, Terry.
Terry: Adiós, Nickie.
(…)
Nickie: (volviendose una última vez para ver a Terry, que se ha envuelto en el chal) Te pinté así, con el chal. Lástima que no lo hayas podido ver. Courbet dijo que era de lo mejor que he hecho. Pensé que nunca podría separarme de él, pero… no había razón para seguir quedándome con el cuadro. Tampoco podía pedir dinero por él, porque… ya sabes… Así que, Courbet me dijo que una mujer había entrado en la tienda y le había gustado. Vio en el cuadro lo que yo hubiera querido que vieras tú, y le dije que se lo diera, porque dijo que la mujer no tenía dinero y además estaba… estaba…
(Conmocionado por el recuerdo de la misteriosa mujer de la que le habló Courbet y usaba silla de ruedas, Nickie comienza a rebuscar por el apartamento de Terry ante la impotencia de ella, postrada en un sofá.)
Nickie: Bueno, el caso es que le dije que se lo diera. Coulbert me dijo que le había gustado tanto… Y ya sabes, estamos en Navidad. Tú ya me conoces, soy un sentimental.
(Finalmente abre la puerta del dormitorio de Terry y descubre el cuadro colgado en su cabecera. Desencajado, se dirige lentamente hacia ella.)
Terry: No me mires así…
Nickie: ¿Por qué no me lo dijiste? Si tenía que pasarnos a uno de los dos ¿por qué tuvo que ser a ti?
Terry: Yo tuve la culpa. Estaba mirando arriba. Era lo más cerca del cielo. Estabas allí… No te preocupes por nada. Si tú puedes pintar yo podré andar. Todo es posible, ¿no crees?…
Nickie: Sí, Terry…
El faro cierra ? Qué cuentas, hombre ? Once visitas, cien, doscientas quince, pero importan los fijos, los que miran a diario las palabras, y ahí (en ese rincón de amigos) la nueva Antártida es una casa para muchos. Un pequeño hogar en el limbo. Ya hablaremos, y hablar no consiste en que yo trate de convencerte de nada porque ya sabemos que nos movemos en edades en las que uno debe saber lo que hace, claro. Voy a escribirlo otra vez: el faro cierra ? Y la luz ?
totalmente de acuerdo…no voy a decir nada más, porque se me notaría el cabreo.
¿Por un casual has leído la frase del gran Hank que sirve de introducción a mi blog? ¿Cómo habría llegado yo a compartir letras contigo después de veinticinco años escribiendo en cuadernos (primero de dos rayas, luego de cuadros) cuya existencia sólo yo conocía si me hubiese desanimado? Ah, y… supongo que conoces la biografía de Kafka. A ese sí que no lo leía nadie. Creo que eres muy bueno captando sentimientos sin caer en la sensiblería… no está mal ¿eh?
Cuestiones personales, Emilio. Y contra eso no se puede luchar. Nunca me importaron las visitas que recibe este antro, siempre fueron pocas, pero mi situación anímica (me rompo cada día más) y las circunstancias personales mandan. Y si mediado enero esto se pausa, me gustaría que los que lo visitan alguna vez supieran que no es por desidia sino por otras razones.
Eh, no te enfades, Laura. Puede que el milagro se obre. Quedan quince días ¿quién sabe?
La he leído, y he leído los posteos que me he perdido en los últimos días, dvd. El alma tiene difícil cura, ya lo sabes (y Chinaski lo sabía), pero serán razones poderosas las que tumben este invento. Y ya digo que pueden ocurrir cosas, aunque no espero que ocurran. Además, comentaré y postearé mientras pueda, por supuesto. A Kafka no le leyó ni Dios. Y Pessoa sólo publico un libro en vida. Que me lean o no es algo me trae sin cuidado. Adoro tu ciudad, por cierto, nunca te lo he dicho. Me sentí extraño la primera vez que la pisé, pero después es como si siempre hubiese estado en sus calles y parques. Y la calle Sierpes, que visité en otra oportunidad. Afortunado eres por vivir allí, cosa que sabes.
Comprendo perfectamente tus motivos. Pero reencontrar tus palabras ha sido de lo mejor en cuanto a blogs que me ha traído el 2008. Lo sentiré muchísimo si te vas. Preferiría que no fuese así, desde luego, porque además eso significaría que te encontrarías mejor. Un saludo con todo el afecto y la gratitud de un lector del norte.
Durará como mínimo quince días más, luego no lo sé. No depende de mí. Las circunstancias y el ánimo, ya sabes. Ojalá pueda dar la lata durante algún tiempo más. Pienso quedarme por aquí mientras pueda, descuida. Por cierto, haber hablado antes, hombre. Y no olvides enviarme una contraseña para poder ver lo que esconde tu blog.
Bueno, bueno, ya leí la entrada. Digo yo que el diálogo te lo sabes de memoria y no lo has transcrito, porque según mi versión de dvd y vhs faltan algunas cositas, jaja, da igual.
Siempre tendremos que enfrentarnos a las etiquetas que nuestra sociedad cuelga de cada cosa. Lo más fácil es separarlas en películas para chicas y para chicos. A mí me da igual, yo solo sé que esta película me encanta y que cualquier persona del sexo masculino que sepa ver algo más en ella que una «peli para chicas» ya gana unos cuantos puntos para que me caiga bien y me agrade. Más que nada porque demuestra una sensibilidad bastante más desarrollada que la de la media y que sabe ver más allá de una historia romántica al uso.
«Tú y yo» no envejecerá nunca para los que sabemos verla como yo creo que hay que verla, como no lo hará la de 1939 ni la mayoría del cine clásico. Envejecerá en aspecto, como lo hará todo irremediablemente, pero la historia será siempre contemporánea. Las formas pueden envejecer, la raíz no.
PD: y el mantón era de la abuela, no de la madre 🙂
Cierto, cierto, el chal era de la abuela. Lo corrijo de inmediato, aunque total, nadie lo va a leer. Lo que te puedo asegurar es que me pasé media hora transcribiendo los diálogos de la copia que guardo grabada desde hace tropecientos años. Está todo, creo, aunque no me sorprendería que faltase algún fragmento (mi despiste es congénito). En cualquier caso, el que varíe con respecto a otras versiones no me extraña. Recuerdo que cuando transcribí el diálogo final de Cyrano la versión doblada no tenía mucho que ver con la original.
Eso de las etiquetas lo llevo fatal. Leo McCarey era cualquier cosa menos un tipo sentimental (al menos aparentemente) y fíjate en su filmografía. Los pelos como escarpias se me pusieron cuando escuché a alguien muy cercano definir «Desayuno con Diamantes» como una peli para chicas.
Jejeje, la filmo de McCarey, en algunos puntos, es para echarse a llorar (de sentimentalismo, digo). Alguien que es capaz de escribir esta historia te aseguro que es, cuanto menos, sensible. Ya no sé si sentimental.
A mí con «Desayuno con diamantes» me dijeron (una chica, además) que «pelis de esas yo no veo». Y yo contesté «¿De cuáles?» 😛 Lo que hay que aguantar…
Vaya usté a saber cuántos doblajes de «Tú yo yo» hay, por otro lado. Los míos de vhs y dvd son iguales. De todas maneras, me faltaron palabras por ahí, no frases ni significados.
🙂
Hombre, McCarey tenía una sensibilidad fuera de lo común, por mucho que él se empeñase en enmascararla de cara a los demás.
El tema de los doblajes múltiples es de traca, pero no te pierdas los subtitulajes cambiantes en función del país. Vi, no hace mucho tiempo, una película subtitulada en los States (el dvd es de allí) y te juro que parecía otra a la que yo vi años atrás.