Señales en Los Angeles…

«L.A. Story» (irreproducible su épico título español) es a la ciudad de Los Angeles lo que «Manhattan» a Nueva York. Un poema de amor hacia una ciudad que convierte en virtudes cualquiera de sus defectos. Dirigida en 1991 por Steve Martin, no hay en ella motivos que expliquen la adoración que sienten los angelinos por una ciudad poblada por tipos de mediana edad que siempre tienen novias (o novios) treinta años más jóvenes, por chicas llamadas SanDeE* («Mi nombre se escribe con S mayúscula, a y n minúsculas, D mayúscula, e minúscula y E mayúscula seguida de una estrella») que ejercitan su cuerpo y descuidan su mente, de pechos de silicona («Tócalas» «A ver…» «¿Y bien?» «Son raras» «Es que son naturales»), de museos demasiado grandes que deben recorrerse con patines, de restaurantes franceses snobs como «L’Idiot» que siempre tratan con desprecio a sus clientes («¿Su mesa habitual, Sr. Christopher?» «No, hoy quiero una mesa buena» «Me temo que eso es imposible, señor»), de dietas macrobióticas y carreteras que nunca acaban («¿Qué quieres hacer?» «He pensado en hacer una ruta cultural por la ciudad» «Eso nos llevará 15 minutos, ¿y después qué?» «Vaya, una cínica. Primero nos detendremos a seis manzanas de aquí» «¿Por qué no vamos dando un paseo?» «¿Caminar? ¿En Los Angeles?»)…

También hay carteles gigantes que hablan y emiten señales para guiar a su perdido protagonista. Como el cartel que me encuentro cada mañana cerca de la universidad y que hoy rezaba: «El mejor regalo de navidad eres tú»

2 pensamientos en “Señales en Los Angeles…

  1. Quería comentar en el post anterior pero no me ha dejado.
    Parecía querer entenderte él también.
    Y esa preciosa costumbre tuya de hacer regalos…

  2. Bueno, hay poco que comentar. Escuché ayer la cinta (mi voz suena rarísima, por cierto) y recordé que había transcrito aquella conversación en un blog privado que utilizo desde hace años (aunque me mudo constantemente) para mantener al día a una muy querida amiga que vive lejos y a la que no veo hace años.

    Es lo que hay ahora, MK. Tiempo al tiempo y ojalá se produzca el milagro.

    Esa costumbre mía por hacer regalos es engañosa, no creas. Disfruto yo más que el que lo recibe.

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